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eulalio ferrer
cercana de esta clase de motores para la marina francesa. Se apunta que
posiblemente estas curiosidades influirían en que sus notas escolares fue­
ran menos brillantes con el tiempo y acicate de las tempranas oscilaciones
individualistas de su temperamento. A esas curiosidades aludiría el propio
Julio Verne al confesar:
He visto nacer los fósforos, los cuellos duros, los manguitos, el papel de cartas,
los sellos de correos […] el sistema métrico, los barcos de vapor, los ferrocarri­
les, los tranvías, el gas, la electricidad, el telégrafo, el teléfono, el fonógrafo […]
Soy de la generación que nació entre estos dos genios: Stephenson y Edison.
Pierre Verne ha decidido que Julio, el hijo primogénito, tiene que ser tam­
bién abogado. Sin atreverse a contrariar a su padre, el futuro novelista estu­
diará la carrera, pero a desgana. La que le atrae es la de escritor. En Nantes
se reúne con amigos afines a su vocación y compite con ellos en aficiones
poéticas. Llega incluso a componer una tragedia en verso, apuntando hacia
una inclinación, el teatro, que terminará apasionándolo. Como todo joven
enamoradizo, dedica sus primeros versos a una prima Carolina, que se casa­
rá con un próspero hombre de negocios, y a una rubia deliciosa, Herminia,
que lo hará con un rico terrateniente. Julio Verne se siente defraudado por
los convencionalismos de la sociedad burguesa que tanto agradan a sus
padres. Cumple con los ritos impuestos por ellos: versos de cumpleaños y
mensajes de cortesía que influirán en un estilo amanerado. Vale el ritual, en
tanto puede eludir mañosamente sus estudios de leyes, que le han obligado
a hacer prácticas de meritorio en el propio despacho de su padre. Éste no
alcanza a percibir –o acaso sí– la verdadera vocación de su hijo y lo manda a
París para matricularse, en 1847, en la Facultad de Derecho.
La estancia en París pone a prueba el carácter individualista de Julio Ver­
ne. Con guantes de terciopelo intenta contentar a su padre. Y le informa
de sus estudios de ingreso, a la vez que le agradece su generosa dotación de
dinero para mantenerse en una ciudad tan cara como París. Sin embargo,
no tardará en solicitar una ampliación del presupuesto para ahorrar largas
caminatas y comer mejor. En realidad, frecuenta los medios artísticos y
literarios y paga el costo de alternar en ellos, convencido como está de que