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adolfo castañón
y teósofo practicante
cuyo seudónimo esotérico es uno de los nombres
sagrados que aparecen en ese
poema.
La “pareja maldita” compuesta por Elena Garro y Octavio Paz tuvo una
luna de miel literalmente épica y como de novela de espionaje: en 1937
se trasladan a la España republicana que está ya en plena guerra civil. No
resulta fácil reconstruir la complicidad indudable que hubo entre ambos
y que los llevó a conocer, por así decir, las entrañas de media España –de
los trotskistas a los anarquistas y comunistas, repasando todos los matices
de la aurora roja–, a veces de la mano de anfitriones como Rafael Alberti
y María Teresa León, y a veces de otros personajes como León Felipe, se­
gún han expuesto Octavio Paz, la misma Elena Garro e historiadores de la
literatura como Guillermo Sheridan. Un pasaje central de
Piedra de sol
des­
cubre, como si fuese un cráter, la entraña volcánica, ígnea y beligerante del
amor que pasa del combate amoroso (cuerpo a cuerpo físico) al amor como
combate.
Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo, torres heridas, fuentes escupidas,
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invaluables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en un solo cuerpo y alma,