Poeta y diplomático mexicano, nacido en San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901, y fallecido en la ciudad de México, el 16 de marzo de 1973. A los 26 años ingresó en el servicio exterior de México y fue enviado a Londres, como canciller de primera. Pasó después a Copenhague, como segundo secretario de embajada y de allí a Roma, en carácter de primer secretario. Dedicó el resto de su vida profesional a la diplomacia, en la que llegó a ser subsecretario de Relaciones Exteriores y más tarde secretario del ramo (1964), tras ocupar diversos cargos de importancia, como director general de Asuntos Políticos y del Servicio Diplomático. También fue representante de nuestro país ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y estuvo al frente de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.
En el terreno de las letras, Gorostiza formó parte del grupo de los Contemporáneos, que fue definitivo y renovador en la historia literaria de México. Su obra poética, escasa y castigada, consiste fundamentalmente en dos títulos: Canciones para cantar en las barcas (1925) y la monumental Muerte sin fin (1939), uno de los poemas más profundos e importantes de la lírica en español. En Canciones para cantar en las barcas, como conocedor verdadero de la poesía de nuestra lengua, Gorostiza acude, con gran tino, a algunas formas populares castellanas, en las cuales instila una frescura aparente que es el resultado maduro de un dominio real de la lengua poética y del ropaje tras el que se encubre la intención lírica que, en este menudo volumen, vive en el territorio de lo lúdico. Muerte sin fin es algo muy diferente. Poema formalmente complejo (está integrado por 10 secciones que tienen una estrecha cohesión interior, una interdependencia, no por sutil menos válida), mediante el empleo de metáforas deslumbrantes y, sobre todo, gracias a la creación de un ambiente lírico sin quebraduras, plantea la arcaica disensión entre fondo y forma que, en la concepción de Gorostiza, se presenta como una pugna entre el agua y el recipiente que la contiene: la maleabilidad característica de ese elemento frente a la rigidez del vaso que la cerca. No por omisa se deja de percibir la evocación de los presocráticos (Tales, en este caso) que buscaban el elemento que constituye el núcleo de lo físico (por esta razón, Aristóteles los denomina fisiólogos).
José Gorostiza fue electo miembro de la Academia Mexicana de la Lengua el 14 de mayo de 1954 y de número el 22 de marzo de 1955. Ocupó la silla xxxv. Su discurso de ingreso se llama “Notas sobre poesía” y le dio respuesta Alfonso Reyes. Ambos se publicaron en el tomo xv, de 1956, de las Memorias de la Academia. Además de sus dos libros básicos ya mencionados, José Gorostiza publicó también Poesía, FCE, Letras Mexicanas, 1964; Prosa, recopilación, introducción, bibliografía y notas de Miguel Capistrán, epílogo de Alfonso Reyes, 1969, y Suite en dolor de Luz Velderráin, 1990 (Ernesto de la Peña, Semblanzas de académicos).