Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
TENGO LA IMPRESIÓN de que tanto en lengua hablada como, sobre todo, en lengua escrita, particularmente la de naturaleza periodística, a veces se emplean como sinónimos las voces asesino y homicida. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que casi todos los diccionarios señalan diferencias semánticas no poco importantes entre ambos términos. Es muy probable que estas diferencias sean aún más precisas en el léxico jurídico. Conviene primero señalar que del sustantivo asesino proviene, como derivado, el verbo asesinar y el sustantivo asesinato; no hay un verbo morfológicamente relacionado con homicida, aunque sí el sustantivo homicidio. Tanto el asesino cuanto el homicida causan la muerte de alguien o, si se quiere, ambos matan. Sin embargo sólo el asesino lo hace con premeditación, alevosía y ventaja; no necesariamente así el homicida. El conductor que por accidente atropella a una persona, si ésta muere por ello, es un homicida, no un asesino. El que le quita la vida a otro premeditadamente es un asesino. Si el chofer de un vehículo atropella y mata a una persona intencionadamente, no es un simple homicida sino un asesino. Si alguien mata en defensa propia es, sin duda, un homicida y puede no ser un asesino. Esta diferencia, en ocasiones, queda reflejada en la lengua: el microbús que atropella y mata a una persona no es un microbús asesino; sí lo es el cuchillo del que mata con premeditación y alevosía; por ello decimos: "ésa es el arma asesina". Cuando alguien quiere injuriar a quien mató con ventaja no le grita ¡homicida! sino ¡asesino! ¿Será homicida el soldado que mata en la guerra o el verdugo que ejecuta al sentenciado? Si nos basamos en la definición de homicida como voz común ('causante de la muerte de alguien', dice el DRAE), sí lo serán, y no sólo ellos sino también el arma del soldado o el instrumento del verdugo: ambos, el soldado y su fusil, el verdugo y la guillotina, son causantes de la muerte de alguien.
        En la lengua estándar, es decir en la no literaria ni técnica, es probable que se emplee con mayor frecuencia el vocablo asesino que homicida. No pocos hablantes no sólo no emplean el término homicida, sino que no saben exactamente qué significa. Todo mundo en cambio conoce y emplea el vocablo asesino, aunque en ocasiones se confunda con homicida ("lincharon al chofer asesino"). Su conocimiento generalizado explica asimismo que, con no poca frecuencia, se emplee de manera figurada ("asesinó mis ilusiones"). Por no conocer con precisión las diferencias entre asesino y homicida se producen expresiones en alguna medida redundantes: "lo asesinó alevosamente" (todo asesinato es, por definición, alevoso). Por lo contrario, quizá ya no resulte tan redundante el siguiente enunciado: "fue un homicidio involuntario" (ciertamente, un homicidio voluntario es un asesinato; sin embargo, en la definición de homicidio no se señala expresamente que la muerte que se causa no se debe a una acción intencionada). En otras palabras, todo asesinato es un homicidio, pero no todo homicidio es un asesinato. El asesinato viene a ser, entonces, un tipo particular de homicidio.
        Por lo que respecta al origen y etimología de estos dos términos, comienzo diciendo que el más antiguo parecería ser homicida, pues no es sino un latinismo crudo (no evolucionado), un cultismo. En efecto, el término latino homicida es sin duda anterior al término español asesino. Lo que no resulta tan seguro es que el término español homicida también lo sea. En otras palabras, es probable que la introducción en la lengua española del cultismo latino homicida pudo haber sucedido después del ingreso a la misma lengua del vocablo asesino. Coinciden los diccionarios etimológicos en asignar un origen árabe a la palabra asesino: de hassasin, 'adictos al cáñamo indio', es decir bebedores de hachís. Según algún diccionario (el de Gómez de Silva), "los primeros asesinos etimológicos eran seguidores del Shayj al-yabal ('Viejo de la Montaña', siglo XI), quienes cometían homicidios secretos bajo el influjo del hashish". En ese mismo lexicón se propone el siguiente itinerario del vocablo: del árabe al latín medieval (assassinus) y de éste al español (asesino). En efecto, si la incorporación del arabismo es tan temprana (siglo XI), es difícil que se haya hecho directamente al romance (español en avanzada formación); lo que es probable es que haya existido una etapa intermedia en el latín medieval (que no debe confundirse con el latín vulgar). Por mi parte, pienso que, de aceptarse la etapa de assassinus, es posible que ésta haya tenido lugar precisamente en el latín medieval español, es decir el escrito en España, pues por esa época era en España, mejor que en cualquier otro sitio, donde había una importante influencia árabe. Así, ese assassinus medieval pudo originar no sólo el asesino español, sino también el assassin francés e inglés, que conservan la a protónica, vocal que el español, por disimilación con la a inicial, cambió por e (assassinus > asesino).

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