Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
ALGUIEN DIJO que la lengua es una especie de rejilla que, de alguna manera, cuadricula, fragmenta la realidad; en otras palabras, que los hablantes de las diversas lenguas vemos ciertamente la misma realidad, el mismo mundo, pero fragmentado, arreglado, distribuido, organizado de diverso modo, dependiendo de esa rejilla, llamada lengua, a través de la cual lo observamos y lo concebimos. Abundan los ejemplos que comprueban este aserto. Recuérdese sólo el caso de los hablantes de algunas lenguas amazónicas para quienes el color que otras culturas denominan simplemente verde corresponde a varios colores diferentes, designados con muy diversos vocablos. Es explicable que ello suceda si se considera que estas personas viven rodeadas de lo verde y que requieren y están habituados a distinguir ahí matices de colores que los que no vivimos en ese entorno, en ese mundo verde, no necesitamos.
        Para seguir con las designaciones de colores, sabemos que, quitados algunos pocos, de carácter básico, que parecen más o menos comunes en la mayor parte de las lenguas, en relación con todos los demás resulta muy complicado hacer correspondencias de lengua a lengua, sobre todo porque con frecuencia una lengua distingue, identifica como otro color, lo que en las otras es sólo un matiz dentro de un mismo color. A ello se debe la dificultad para traducir ciertos adjetivos, designadores de colores, de una lengua a otra.
        En el español actual se emplea el galicismo beige para designar cierto color. Evidentemente que un francés no tiene problema alguno para identificar el color exacto que corresponde a la designación beige. No es el caso, me parece, para los hispanohablantes, al menos si nos dejamos llevar por las definiciones que pueden hallarse en los diccionarios. En el DRAE ya aparece la voz (aunque remite a beis). La registra empero el Diccionario de uso del español de María Moliner, quien, como definición, anota: "palabra francesa aplicada como nombre y como adjetivo al color 'ocre'". Señala asimismo que se pronuncia beis o bes. La enciclopedia Salvat lo explica de manera diferente: "dícese del color compuesto de ocre, blanco y siena". El Pequeño Larousse y otros lexicones, como el Diccionario enciclopédico ilustrado (Editorial Norma) dicen simplemente, para beige: 'de color café con leche'.
        Obsérvese que, como no tenemos en español voz específica para el color que los franceses llaman beige, al tratar de explicarlo surgen las dificultades, comenzando por algo tan sencillo como la pronunciación: parece que en España dicen beis o bes cuando en México lo hacemos con mayor apego a la pronunciación francesa: beish. En las definiciones se acude, obviamente, a otros colores, se supone mejor conocidos, para explicar el beige. Sin embargo habría que ver si, por ejemplo, ocre designa realmente un color y cuál puede ser éste, pues en las definiciones igual se dice que tiende al pardo que al amarillo oscuro. En la Salvat, donde emplean, para explicar beige, el adjetivo siena, no cuenta esta voz con entrada alguna que la defina. Siena, en el Larousse, se explica como 'de color parecido al ocre' y, por tanto, estamos nuevamente en el principio. Es interesante lo de 'café con leche', pero es evidente que tampoco satisface los requisitos de una definición (que consiste en poner límites): ¿cuánta leche debe llevar el café para que su color sea beige?
        El empleo de beige en español se debe seguramente a la influencia de la industria textil que, para cierto tono en determinadas telas, empleó el vocablo francés. Ese tono obviamente existía antes como tal en la realidad en el mundo hispánico; sin embargo la lengua española no lo había distinguido con una palabra específica. Existe ya la palabra y lo que ahora resulta particularmente complicado es la definición. Creo que todos los hispanohablantes entendemos lo que es una camisa beige; en lo que falta ponernos de acuerdo es en los términos en que debe definirse. Tengo la impresión de que para definir colores lo mejor es apoyarse en el ejemplo de una cosa muy conocida que tenga ese color que queremos definir: café: 'que tiene el color de estas semillas cuando están tostadas', por ejemplo. Algún diccionario inglés, cuando define beige, anota: 'color of sand'. Si no estamos de acuerdo en que la arena sea beige, busquemos entonces alguna otra cosa que, en nuestro mundo hispánico, sea identificada siempre con el color beige y empleémosla en la definición. Ése puede ser el camino.

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