Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.

En la p. 34 de la Ortografía de la lengua española (1999) de la Real Academia Española se anota la siguiente regla:

Se escribe con mayúscula el nombre que acompaña a los nombres propios de lugar, cuando forma parte del topónimo. Ejemplos: Ciudad de México, Sierra Nevada, Puerto de la Cruz. Se utilizará la minúscula en los demás casos. Ejemplos: la ciudad de Santa Fe, la sierra de Madrid, el puerto de Cartagena.

Aclaro de inmediato que el ejemplo Ciudad de México merece un comentario especial, que reservaré para un futuro artículo. Lo que ahora me interesa explicar es que en el nuevo tratado de ortografía que están preparando las academias de la lengua aparecerá ciertamente esta regla que, obviamente, se mantiene, pero que será objeto de varias precisiones que resultan indispensables. La mayúscula inicial —conviene recordarlo— cumple también la función de delimitar la extensión del nombre propio cuando éste es pluriverbal, es decir cuando está formado por varias palabras. Esta determinación no siempre es fácil. El problema se agudiza en las denominaciones en las que aparece un nombre común categorizador o un artículo. La función de este categorizador es precisamente designar la clase a la que pertenece el referente designado: río Amazonas, océano Pacífico… El nombre específico, por su parte, es el que lo identifica y singulariza; puede ser un nombre propio (Amazonas) o un adjetivo (Pacífico). Cuando el específico se apoya en el genérico, éste puede escribirse con minúscula, considerando que cumple un papel simplemente clasificador, o con mayúscula, si se ve como parte integrante del nombre propio: museo del Prado o Museo del Prado, por ejemplo.

     Por lo que toca a los nombres geográficos, los nombres comunes que anteceden en ocasiones a la parte específica de la denominación —como, por ejemplo, los sustantivos ciudad, río, mar, océano, sierra, golfo, etc.— funcionan normalmente como simples clasificadores y, por tanto, deben escribirse con minúscula: la ciudad de Panamá, el río Amazonas, el mar Rojo, el océano Pacífico, la sierra de Gredos, el golfo de Bengala… Hay ocasiones sin  embargo en que el genérico forma parte del nombre propio y debe escribirse  con mayúscula. Ello sucede en  los tres casos siguientes: 1) Cuando el genérico denota una realidad distinta de la del referente designado: el nombre Río de la Plata no designa un río sino un estuario formado por la unión de los ríos Paraná y Uruguay; Cabo Verde no es un cabo sino una isla y el país que la ocupa. A ello se debe que, en estos casos, Río y Cabo vayan con mayúscula. 2) Cuando el genérico no exige la anteposición del artículo: se dice, por ejemplo, Fui a esquiar a Sierra Nevada, sin artículo; no se dice Fui a esquiar *a la Sierra Nevada; Pasé mis vacaciones en Cabo Verde, no *en el Cabo Verde. Por esta razón Sierra y Cabo van con mayúscula. 3) Cuando el genérico no es el sustantivo habitual que se utiliza para referirse a esa realidad. Se escribe Picos de Europa con mayúscula porque Picos no es la designación habitual con la que se nombran las series o conjuntos de montañas. Se escribe la Selva Negra —región montañosa de Alemania— porque no es Selva el nombre tradicional con que se designa una región montañosa. No sólo en nuestro país sino en todo el mundo hispánico, es más frecuente en estos casos el empleo de la mayúscula.

     Esta costumbre puede deberse al hecho de que, en los mapas, donde los nombres de lugar son sólo etiquetas sin contexto, los genéricos aparecen en posición inicial absoluta y, por tanto, con mayúscula. La preferencia por la mayúscula en este tipo de genéricos existe en todas partes: *Península Ibérica por península Ibérica, *Cabo de Hornos por cabo de Hornos, *Isla de Pascua por isla de Pascua, *Estrecho de Magallanes por estrecho de Magallanes… Lo que las academias pretenden con la nueva regla es establecer una norma de aplicación clara y homogénea, que libere al lector de la Ortografía de aprender si tal o cual denominación concreta, perteneciente a la misma clase, se escribe con mayúscula o con minúscula, apoyado en la aparición mayoritaria de una u otra en los textos. En estos casos —creen atinadamente  las academias— el uso no debe ser impedimento para adoptar una norma de este tipo.


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