Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
NO FUE SINO EN LA VIGÉSIMA edición del DRAE (1984) cuando ingresó el vocablo maratón. Queda ahí consignado con las siguientes dos acepciones (resumidas): 1) carrera pedestre de resistencia practicada por deporte en una longitud que ha variado entre los cuarenta y los cuarenta y dos kilómetros; 2) por extensión, otras competiciones deportivas de resistencia. El género que se le asigna es el masculino: el maratón. En la siguiente edición, la de 1992, por una parte, se añade, atinadamente, una tercera acepción: 3) actividad o conjunto de actividades que se desarrollan apresuradamente, en menos tiempo que si se realizaran con ritmo normal. Por lo que respecta al género, se anota que maratón es un término “masculino y a veces femenino”. Quizá habría sido más fácil haberlo definido simplemente como nombre de género ambiguo (así se designa el nombre común de cosa que se emplea, indistintamente, como masculino o como femenino: el mar y la mar, por ejemplo). En la más reciente entrega del DRAE (2001), por un lado, desaparece la alusión a su carácter ambiguo y se le reconoce sólo el género masculino (el maratón) y, por otro, se modifica, mejorándola, la redacción correspondiente a las dos últimas acepciones, que quedan en los siguientes términos: 2) “competición de resistencia”. Un maratón de baile”; 3) “actividad larga e intensa que se desarrolla en una sola sesión o con un ritmo muy rápido. Maratón de cine”. Me parece que, por lo que respecta al género de la primera acepción (“en atletismo carrera de resistencia...”), aunque predomina sin duda el masculino (el maratón), no es raro que en lengua escrita y hablada se emplee el femenino, quizá por influencia del sustantivo carrera (la [carrera de] maratón). En el Corpus de referencia del español actual (CREA), de la página electrónica de la Real Academia, hay 95 casos de masculino (el maratón) y 76 de femenino (la maratón). Convendría, por tanto, volver a señalar que, en su primera acepción es un sustantivo ambiguo.
        Ahora bien, en la edición de 1992 se incluyen ya los adjetivos maratoniano (“perteneciente o relativo al maratón, que tiene los caracteres del maratón”) y maratónico (que remite a maratoniano). A este último se le pone la marca de argentinismo; el primero (maratoniano), término no marcado, tiene por ende el carácter de normal o estándar, propio de toda la lengua española. En la entrega de 2001 maratónico es considerado no sólo como argentinismo sino también como término propio de Bolivia, Cuba y Uruguay. Ahora bien, si se consulta el CREA podrá observarse que casi el cien por ciento de los usos de maratoniano (27 de 28 apariciones) corresponden a textos del español de España. Por otra parte, las nueve apariciones de maratónico pertenecen todas ellas a diversos países americanos, ninguna al español peninsular. Parece recomendable, por tanto, considerar maratónico como la voz normal o estándar, dado que es la más empleada en todas partes menos en España, y, además, poner la marca de españolismo (o voz propia de España) al adjetivo maratoniano. Finalmente, podría pensarse que es mucho más frecuente maratoniano que maratónico (28 frente a nueve apariciones). Sin embargo estas cifras pueden ser engañosas: en esa página electrónica son mucho más abundantes los textos españoles que los americanos.

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