Refrán popular que, en sentido paremiológico, se usa para sancionar situaciones en que alguien hace argüende por nimiedades a la par que hace cosas mucho peores. Se basa en la contraposición entre comerse las vigas y hacerlo con los popotes. Sin embargo, ni vigas ni popotes son comestibles. La imagen, probablemente, viene de la contraposición del texto evangélico (Mt 7,3ss, y Lc 6,41ss. ), con el mismo sentido que en el refrán, entre la viga en el propio ojo y la paja en el ajeno. Variante: "al que se come las vigas, se le atoran los popotes" (F. 90 y 122).