Refrán exclamativo de origen ranchero que censura, mediante una imagen satírica, a quienes, con prisa ambiciosa e irracional, no aguantan el ansia de los bienes que esperan por los beneficios que puedan traerles. Paremiológicamente, aparece como un comentario a otro refrán también ranchero que le subyace. A saber: "quelites, calabacitas, a las primeras agüitas". Desde el punto de vista formal, el refrán está constituido por una exclamación connativa en dos hemistiquios octosílabos en que, sin embargo, está elidido el nexo argumentativo constituido en el texto escrito por la coma y en su enunciación oral por la entonación.