Refrán urbano que señala que los libros no benefician a quien, siendo un tonto -berengo-, los compra. En este caso, su placer consiste sólo en cargarlos, como un burro. Darío Rubio hace derivar la palabra "berengo" del apellido Berenguer del virrey de la Nueva España Félix Berenguer y Marquina cuya cualidad mayor era, dice Rubio, "la de ser muy tonto".