Refrán ranchero que dice que un caballo que ha contraído la emballestadura no sirve. Se trata de una enfermedad propia de los caballos que, según Santamaría, "consiste en una debilidad de las manos, que le hace traerlas dobladas sacando las rodillas hacia delante. Tales bestias son peligrosas de montar, porque tropiezan a menudo y llegan a caer." El refrán tiene la forma de una sentencia casuística en dos hemistiquios con rima consonante.