Dicho de índole tópica que expresa los prejuicios que hay sobre Guanajuato al que en el dicho se aborrece a tal grado que de Guanajuato hay que sacudirse hasta el polvo que se le ha pegado en los zapatos. Rubio cuenta pone al origen del dicho la historia de un franciscano quien al salir de Guanajuato en donde había trabajado varios hacia su nuevo destino y tras un altercado con un herrero que se empeñaba, como es natural, en cobrarle el importe de las herraduras que había puesto a su burro, sobre una piedra pronunció las terribles palabras: "de Guanajuato, ni el polvo".