Refrán tradicional que en forma declarativa conjetura sobre la bondad tanto de la parquedad en el hablar como de la frugalidad en el comer, dos tópicos constantes de los refraneros hispánicos. Se usa en forma de consejo para recomendar o justificar ambas formas de conducta austera en asuntos en los que se suele ser desmedido como son la comida y el hablar.