El refranero aprecia mucho más la realidad que las palabras sobre todo las que vienen en forma de promesas. Siempre ha mostrado su desconfianza al hombre parlanchín y su aprecio por el individuo que prefiere actuar a hablar. Un refrán expresa la convicción de que así como hay que tomar al toro por los cuernos hay que tomar al hombre por sus palabras según aquello de que "al toro por los cuernos y al hombre por la palabra". Se basa en la contraposición y asonancia entre las palabras "dichos" y "hechos"