Refrán que sentencia apodícticamente lo que enuncia. Metafóricamente, se usa a guisa de justificación en situaciones en que hay que llamar la atención o corregir a alguien a quien socialmente se considera excelente. Combate la convicción o topos popular de que hay algunos que nacieron buenos y, por tanto, no necesitan corrección y hay quienes por haber nacido predispuestos al mal camino requieren de una constante vigilancia o corrección. El refrán asienta que todos, no importa cuál sea su índole, necesitan quien los oriente. Se trata de una locución culta de índole sapiencial.