Refrán popular, de origen ranchero, expresa la desconfianza típica de los refranes rancheros. Pertenece a la serie de refranes "no hay que", tiene forma de consejo y enunciación exclamativa, y significa lo que enuncia: hay que estar siempre prevenidos. El sentido paremiológico del refrán, en efecto, está dado por las palabras "no hay que fiar" en el sentido de "no hay que confiarse".