Refrán ranchero que aconseja en forma sentenciosa que no hay que dejarse aplastar por apuros ajenos. Puesto que el refrán aconseja, por una especie de ladinismo laboral, no apurarse tanto en trabajos ajenos, supone que uno es el cuidado y esmero que se debe tener en sus propios negocios y otro el empeño que se debe tener por los ajenos: si por lo propio no es mal visto matarse, sí lo es matarse por intereses ajenos. Forma parte de los refranes "no hay que" estructura que esconde un consejo negativo cercano a una prohibición. Los refranes "no hay que.." instan, en efecto, a no hacer algo absurdo o a evitar algo en las circunstancias enunciadas por el refrán.