Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 14 de Julio de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

 

Noche

La noche inmemorial, pródiga noche
de los pactos oscuros, innombrables,
de las siniestras, ocultas voluntades
que a la mención del día empalidecen;
la noche feraz, la noche cómplice
que despliega su sombra como un manto
sigiloso y ambiguo, torva noche
agazapada en las márgenes del día
anticipando su reino silencioso:
pero la noche débil, turbia espera,
aire que corre en el país de nadie,
tierra del eco, junta de fantasmas:
cántaro negro que en la luz se rompe.

Blanca Luz Pulido (1956)
Raíz de sombras
FCE, México, 1988

 

Martes

 

 

Poema para desaparecer

Mira
esta cicatriz es de cuando me sacaron el alma
mi mejor amiga desapareció en
un sombrero
a los seis años.
su madre era una mona
la alimentaba con leche de mil flores
de cerca sus ojos eran una familia de columpios
¡Marjorie!
gritaba su madre desde el auto
ella corría agitando la mano peluda
yo me asomaba para ver a la mona
que manejaba un auto color vino
Volví a verla a los quince
me contó
que cuando desapareces el tiempo se te junta
en los bolsillos
como cuando las olas de la playa te revuelcan:
llenas tu traje con arena
y piensas que te estás desmoronando
igual a una galleta
pero nada de eso
se trata de un impasse
un severo cambio de planes
tienes que cerrar los ojos
los crustáceos de los ojos
los reinos que abriste
tienes que sacar el agua del espacio
volver a respirar de a poco
toser la sal
y echar fuera millones de planetas
que te hacían
baba interestelar en la garganta
tóselos
para que vuelvan a su reino y
te dejen
regresar al mundo
con los árboles de copas turbulentas
al mundo de la lluvia y el verano
de las calcetas secándose al sol
al mundo de los rábanos y las zanahorias
de las puertas que se cierran automáticamente
al mundo que se ve en el cine
me dijo
calzándose el sombrero
ese mismo en el que cabía a los seis años
y que ahora le bordeaba la cabeza
a dios, Marjorie, agité la mano
su padre era Darwin
y su mamá una mona.

Cecilia Juárez (1981)
Parkour pop.ético (o cómo saltar las bardas hacia el poema)
Armando Salgado y José Agustín Solórzano
SEP Dirección General de Educación Superior
para Profesionales de la Educación, México, 2017

 

Miércoles

 

 

En el baño

Del escondido bosque en la espesura
Que cubre a trechos el azul del cielo,
Do canta el ave con amante anhelo,
Y el aura tibia de placer murmura;
Blanca, gentil, radiante de hermosura,
Cubierta apenas con ligero velo,
El pie desnudo, destrenzando el pelo,
A Leida vi junto a la fuente pura.
Yo vi copiados en la linfa clara
Aquellos sus contornos soberanos,
Que de Milo la Venus envidiara;
Yo vi de su belleza los arcanos,
Y un suspiro lancé; volvió la cara
Y al blanco seno se llevó las manos.

Manuel E. Rincón (1784-1849)
El Parnaso mexicano (los trovadores de México)
Maucci Hermanos, México – Buenos Aires, 1905
José López Rodríguez, Habana

 

Jueves

 

 

Desde esta banca

Desde esta banca esperanzada
miré tu rostro
en el de cada mujer frente a mis ojos
El sol vino un momento
y en poco tiempo decidió
dejarme solo
Llegó la tarde con su luto eterno
y derramó conmigo algunas lágrimas
parecidas a la ausencia o la llovizna
Vino la noche finalmente
desde la misma banca oscurecida
de nuevo miré en cada mujer tu rostro

Eduardo Langagne
Lo que pasó esto fue
Prólogo de Saúl Juárez
La cabra ediciones / Conarte
México, 2009

 

Viernes

 

 

Tokonoma: un pequeño espacio en una habitación de estilo tradicional japonés, donde se cuelgan pinturas.

El pabellón de la vacuidad

Voy con el tornillo
preguntando en la pared,
un sonido sin color
un color tapado con un manto.
Pero vacilo y momentáneamente
ciego, apenas puedo sentirme.
De pronto, recuerdo,
con las uñas voy abriendo
el tokonoma en la pared.
Necesito un pequeño vacío,
allí me voy reduciendo
para reaparecer de nuevo,
palparme y poner la frente en su lugar.
Un pequeño vacío en la pared.
Estoy en un café
multiplicador del hastío,
el insistente daiquiri
vuelve como una cara inservible
para morir, para la primavera.
Recorro con las manos
la solapa que me parece fría.
No espero a nadie
e insisto en que alguien tiene que llegar.
De pronto, con la uña
trazo un pequeño hueco en la mesa.
Ya tengo el tokonomo, el vacío,
la compañía insuperable,
la conversación en una esquina de Alejandría.
Estoy con él en una ronda
de patinadores por el Prado.
Era un niño que respiraba
todo el rocío tenaz del cielo,
ya con el vacío, como un gato
que nos rodea todo el cuerpo,
con un silencio lleno de luces.
Tener cerca de lo que nos rodea
y cerca de nuestro cuerpo,
la idea fija de que nuestra alma
y su envoltura caben
en un pequeño vacío en la pared
o en un papel de seda raspado con la uña.
Me voy reduciendo,
soy un punto que desaparece y vuelve
y quepo entero en el tokonoma.
Me hago invisible
y en el reverso recobro mi cuerpo
nadando en una playa,
rodeado de bachilleres con estandartes de nieve,
de matemáticos y de jugadores de pelota
describiendo un helado de mamey.
El vacío es más pequeño que un naipe
y puede ser grande como el cielo,
pero lo podemos hacer con nuestra uña
en el borde de una taza de café
o en el cielo que cae por nuestro hombro.
El principio se une con el tokonoma,
en el vacío se puede esconder un canguro
sin perder su saltante júbilo.
La aparición de una cueva
es misteriosa y va desenrollando su terrible.
Esconderse allí es temblar,
los cuernos de los cazadores resuenan
en el bosque congelado.
Pero el vacío es calmoso,
lo podemos atraer con un hilo
e inaugurarlo en la insignificancia.
Araño en la pared con la uña,
la cal va cayendo
como si fuese un pedazo de la concha
de la tortuga celeste.
¿La aridez en el vacío
es el primer y último camino?
Me duermo, en el tokonoma
evaporo el otro que sigue caminando.

José Lezama Lima (1910-1976)
México, Revista Diálogos número 71,
septiembre-octubre de 1976

 

Sábado

 

 

Comparaciones

I
Como un jazmín liviano
que cae sosteniéndose en el aire
que cae cae
cae.
Y que va a hacer.

II
Como un perro que aúlla interminable
que aúlla inconsolable
a la luna
a la muerte
a su tan brava vida.
Como un perro.

III
Como el que desvelado
a eso de las cuatro
mira con ojos tristes
a su amante que duerme
descifrando la vieja eterna estafa.

IV
Como aquel que se saca los zapatos
y suspira
y se deja caer con ropa y todo
y sin mirar
sin ver
fija en el techo
anchos ojos vacíos.

V
Como un disco acabado
que gira y gira y gira
ya sin música
empecinado y mudo
y olvidado.
Bueno
así.

Idea Vilariño (1920-2009)
Material de lectura. Poesía moderna. 153
Selección y nota introductoria
de Susana Crelis Secco
UNAM, México, 1990.

 

Domingo

 

 

Despertares

Despertares de mañanas provincianas
con sus llamadas a misa;
porque las campanas van
lentas o violentas,
según la prisa
del sacristán.
Madrugadas en que están
con el sol, únicamente,
la torre parroquial y el campanario;
pero al medio día,
las calles, los suburbios y la vía
se alfombran con un oro coronario.
Compaginadas a la huérfana ventana
a la que el alma no se asomará;
porque aquello ya no vino,
porque aquello se ha devuelto del camino
y aquello ya no vendrá;
compaginadas van
las silenciosas siestas
en que el viento no corre.
Tan calladas que se oye el arrullo
de las palomas, allá en la torre.
Casamenteras visiones
de casonas solteronas:
las jaleas, los guayabates,
que saben a miel de abejas:
almíbares suaves
que el arcón guarda bajo siete llaves.
Lo hogareño lindante con lo triste:
las historias calladas,
las ventanas cerradas,
el patio donde lo húmedo persiste,
los corredores amplios y achatados,
gatos refectoleros y mimados,
y canarios más rubios que el alpiste.

                                                  (DMLDH)

Francisco González León (1862-1945)
Material de lectura. Poesía moderna. 32
Selección y nota introductoria
de Ernesto Flores.
UNAM, México, s/f.


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