Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 10 de Febrero de 2020
Por: Noticias

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Existe una vocación

de espíritu en el barro que se manifiesta, entre otras cosas, por la ilusión que nos produce la idea de verlo volar. Hablando de la ceiba, dice Pellicer:
            yo lo he visto trabajar
            y en la tarde modelar
            sus pajaritos de lodo.
            Y Ernesto Cardenal, en un poema dedicado a Quetzalcóatl afirma que el dios
            Les enseñó la cerámica
            para que el barro volara como ave.
            Y Octavio Paz, en una síntesis maestra, dice
            vuelan pájaros pardos, barro alado.
Y podría extender el número de las voces, como se dice en estos casos, aunque no sea verdad, “hasta el infinito”. Lo cierto es que todo esto viene de una antigua tradición piadosa que hace de los dioses ceramistas empeñados en aliar el barro con las alas. En los Evangelios apócrifos –el Evangelio árabe de la Infancia, por ejemplo– Jesús niño asombra a sus compañeros modelando “figuras de pájaros y aves que, al oír su voz, se echaban a volar”.
No conozco a ningún dios que haya formado guajolotes de arcilla. Quizá porque, como todos sabemos, el vuelo del guajolote no es ningún modelo de espiritualidad.

Felipe Garrido (1942)
Tepalcates
Ediciones del Ermitaño,
México, 1995

Martes

De “Elementos para un poema”

XXIX
Dicen que se perdió el jardín del paraíso, lo cubrieron la hierba y los zarzales, se llenó de pequeños cementerios. Cuentan también que, a pesar de todo, en algún lado, persiste un árbol cuyos frutos cambian de apariencia e inducen la locura en quien los prueba. El fruto del saber es peligroso, como un canto dulce que termina en catástrofe.

XXX
El mundo reposa sobre un elefante que sostiene una tortuga que habita en una isla rodeada por el fuego. Cualquier representación del cosmos es correcta si se observa con los ojos del silencio. El universo es un rizoma ordenado por el caos, un calidoscopio que construye la realidad con abalorios y en el proceso surge un circo, un carrusel, un conjunto de mundos atados con listones, un elefante que practica el oficio de la doma. Todo se organiza como en un lenguaje que violenta reiteradamente su gramática.

Norberto de la Torre (1947)
Tiempo es una metáfora que duele
Editorial Universitaria (UMSNH), 2002

Miércoles

Sueño del nido y la sombra

El lugar esperado: un espacio luminoso de árboles y ramas.
El jardín.
Al fondo unos cristales, grandes. Algunos hombres gritan
con esos gritos largos, alegres que uno escucha de niño.
Como cuando jugábamos a algo.
Hombres más altos que nosotros.
Hay una alberca lejos, entre la maleza, verdinegra y azul.
Destellos líquidos. Pero ellos lanzan cuerdas hacia lo alto,
hacia la copa de un álamo excesivo, y arriba, entre el ramaje
descubro un nido enorme, completo, como un huevo de ramas.
Siento un poco de miedo. Soy bajito otra vez, pero no quiero dejar de presenciar esto que pasa.
Quiero acercarme, ver más. Risas, cuerdas hacia lo alto.
Ramas de una corteza blanca. Tierra negra y follaje que cae.
De pronto ellos alzan el nido.
Jalan. Se oye un crujir de ramas y hojas. Risas de triunfo.
El nido comienza a desprenderse, va a caer. El nido se deshace.
Y se desprende un gnomo.
Cae.
Ruido sordo
en el pasto. En el centro del jardín.
Levanta la cabeza.
Algo dice, como que ríe, como que no puede vernos,
como que mira más allá de nosotros.
Maravilla. Estupor.
Los hombres quedan callados y absortos. La risita del gnomo,
palabritas.
Está demasiado fresco este lugar. Alguien me tomó por el brazo.
Y el loro grita, amarillo, asustado.
Luego ves una esquina de la ciudad. Intentas regresar al jardín,
pero seguimos caminando
y es el centro de la ciudad.
Qué lejana tristeza.
Quedarme aquí, contigo
está bien.
Pero ¿dónde?

Enrique Servín (1958-2019)
El agua y la sombra
Universidad Autónoma de
Chihuahua, Chihuahua, 2003

Jueves

La hechizada de las sombras
Versión 2

Deja caer la luna un río a mi ventana
y entran los restos de la noche,
lo que quedó del cisne negro.
Entras tú, la hechizada de las sombras.
Flotas en el salón
largo duende de plumas;
flotan tus ojos
flores ahogadas en tu rostro largo,
lago donde yace submarino
el rostro que no nos conocemos
y que espera.
Llegas dormida hasta la fiesta,
dormida en la corriente circular
del agua mansa de tu rostro.
Sin ruido te presentas.
Debajo de tus párpados se ahogaron los poetas
mientras tú,
¡Oh, quebradiza!
¡Oh, flauta de cristal!
Negra pluma que borra los crepúsculos,
rodeada de ataúdes
que vuelves a la noche
y te deslizas fúnebre góndola
en sus sombras.

Elena Garro (1919-1998)
Cristales de tiempo. Poemas inéditos
Edición, estudio preliminar y notas
de Patricia Rosas Lopátegui
UANL, Monterrey, 2016

Viernes

Quedan 97

En tres años
yo podría tener dos hijos
y la vaquita marina
Phocoena sinus
en tres años
ya no podrá ser madre.
          1958
en el Mar de Cortés
empezó a extinguirse
antes de ser descubierta
          colonizada
víctima de la red pesquera
con la boca negra llena de violencia
               callada por esta nueva industria.
          El cetáceo más pequeño del mundo
     cuyas crías son del tamaño de un bebé recién nacido
                                                     muerto de hambre.
Hay hombres como Pedro
que viven de ser pescadores
se cuidan de la veda
sus redes son ojos cerrados
ya no llevan comida a sus hijos
porque en sus párpados
muere una criatura
cuya cría es del tamaño de una pieza de pan.
          Si la vaquita vive
el pan no llega
al hijo del pescador.
          Uno decide
como si fuera Dios
pero a Él
se le cayó de la boca una migaja minúscula
             mamífero
                      testigo
cómplice del vacío de las otras bocas.
        La vaquita muerta
no puede estar en la mesa
no sirve
     no cura
          no come
              vale menos que el pan
                  menos que el panda
                     menos que el maíz.
            97, 96, 95…
Vale tan poco.
                 No es eslabón de la cadena.
                             Vale lo que vale el hombre.

Daniela Escobar (1988)
Pantone 347C
La Cuadrilla de la Langosta, México, 2016

Sábado

Castillos de arena

¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen mas que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa…

Gioconda Belli (1948)
Wikaráame
Poesía del mundo y sus alrededores
Volumen 1
Compilador, Édgar Trevizo
Secretaría de Cultura de Chihuahua
Chihuahua, 2018

Domingo

Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confiadas,
mirad no os engañe el tiempo
la edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
de la juventud lozana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas.

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Vuelan los ligeros años
y con presurosas alas
nos roban, como harpías,
nuestras sabrosas viandas.
La flor de la maravilla
esta verdad nos declara,
porque le hurta la tarde
lo que le dio la mañana.

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Mirad que cuando pensáis
que hacen la señal de la alba
las campanas de la vida,
es la queda y os desarma
de vuestro color y lustre,
de vuestro donaire y gracia
y quedáis todas perdidas
por mayores de la marca.

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca,
y que al presente le cuesta
harto caro el ver su cara;
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan
más que roquete de obispo
encogidas y arrugadas.

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Y sé de otra buena vieja
que un diente que le quedaba
se lo dejó estotro día
sepultado en unas natas;
y con lágrimas le dice:
“Diente mío de mi alma,
yo sé cuánto fuiste perla,
aunque ahora no sois nada.”

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas;
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva.

¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Luis de Góngora y Argote (1561-1627)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1961

 


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