Antonio Soria reseña el libro Hugo Gutiérrez Vega en La Jornada Semanal

Lunes, 22 de Octubre de 2012
Antonio Soria reseña el libro Hugo Gutiérrez Vega en La Jornada Semanal
Foto: La Jornada Semanal

Hugo Gutiérrez Vega,
David Olguín,
Ediciones El Milagro,
México, 2012.

En el número 919 de este suplemento –14 de octubre–, en su columna “La otra escena”, el crítico de teatro Miguel Ángel Quemain dio cuenta de la aparición en librerías de este volumen, preparado y editado por el dramaturgo David Olguín, pero en realidad escrito por la voz de Hugo Gutiérrez Vega; es decir, lo que el lector encontrará es el trasvase de una rica y amplia conversación sostenida entre Gutiérrez Vega y Olguín.

Que haya sido Quemain, en su espacio dedicado a las artes escénicas, quien se ocupara primero de noticiar la publicación del libro, es un hecho de absoluta lógica: el hilo conductor o corriente principal del río de palabras aquí vertido es el teatro y todos sus avatares, en el entendido de que el director de este suplemento ha sido y, aunque ya sus pies han dejado de pisar el escenario, en más de un modo sigue siendo gente de teatro. Lo demuestran todas y cada una de las páginas, los párrafos y las frases, pero sobre todo las evocaciones, los recuerdos, la valoración general y particular, el registro puntual que Gutiérrez Vega realiza, de la etapa que le tocó vivir, como protagonista y testigo involucrado, del ámbito teatral mexicano.

En materia teatral remítase el lector, entonces, a la citada columna –y sobre todo, claro es, al libro mismo–, pero complemente aquella visión, de suyo intensa y vasta, con la que quiere proponerse en estas líneas: tratándose, como se trata, de la voz de uno de los principales protagonistas del ámbito literario e intelectual mexicano, necesariamente sucede que el recuento de sus theater days es, al mismo tiempo, una instantánea o, quizá mejor dicho, un paisaje, pintado al fresco, de dicho ámbito.

A la manera de un proceso deductivo, puede afirmarse que si bien las palabras de Gutiérrez Vega pormenorizan los quién, los qué, los cuándo y los cómo de un flanco luminoso y memorable de la vida escénica mexicana, esas mismas palabras sirven igual de bien para calibrar el espíritu, las rutas y el ritmo seguidos por quienes, abarcando lo mismo al teatro que a las letras, la música, la pintura, etcétera, han tenido a cuestas el quehacer del arte y el pensamiento mexicanos de las décadas más recientes. Apuntala esta afirmación un dato consignado también en el volumen: desde mediados de la década de los sesenta hasta entrados los noventa, Gutiérrez Vega es, en sucesión o todo a un tiempo, diplomático en funciones –consejero cultural, cónsul, embajador–, director y actor teatral, funcionario cultural de la UNAM, catedrático universitario y siempre, fuera y dentro de México, poeta en funciones, por así decirlo.

Tal multiplicidad de perspectivas reunidas en una sola mirada le ha conferido a Gutiérrez Vega la capacidad de ver, como un conjunto y no como una colección de pedacería suelta, el Todo Cultural mexicano del cual, preciso es reiterar, él mismo es actor y testigo privilegiado. Esa es la visión que, paralela o adyacente a la del teatrero, compartirá el lector mientras avanza entre citas, nombres y recuerdos: la visión panorámica de una época o, en términos más eficaces, de un estado de ánimo intelectual, ni más ni menos que ese de donde procede nuestro presente más vivo.

Al mismo tiempo, inevitable y gozosamente, el volumen funciona también a manera de biografía, a la que no ajusta del todo el prefijo “auto” por una sencilla razón: para que le ajustara por completo deberían estar aquí los datos, los detalles, la evocación del propio Gutiérrez Vega, de todo lo otro que no sea teatro, y que es mucho, como es obvio concluir de la ya mencionada multiplicidad de intereses, actividades, responsabilidades y cargos ocupados por este intelectual. Comenzando por el lugar que le corresponde en términos literarios –la lista de sus reconocimientos, larga, se ofrece a manera de apéndice en este libro y es obligado mencionar que ahí destaca la ausencia del Premio Nacional de Literatura, ausencia sólo explicable por ajena ceguera o mezquindad–, siguiendo con sus quehaceres en calidad de diplomático y funcionario cultural, y prosiguiendo con los que corresponden a su faceta de periodista de larga data.

A propósito de lo último, vaya desde estas líneas una felicitación por el reciente ingreso de Gutiérrez Vega como miembro de número a la Academia Mexicana de la Lengua, así como por el Premio Nacional de Periodismo Carlos Septién García 2012, que sumado al Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, así como al Premio Nacional de Periodismo 1999, acaso lo vuelve el único poseedor de los tres reconocimientos periodísticos más importantes de cuantos se conceden por estos lares.

Para leer la nota original, visite: 

http://www.jornada.unam.mx/2012/10/21/sem-leer.html

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