"Atrocidades neoliberales", por Hugo Gutiérrez Vega

Sábado, 06 de Abril de 2013
"Atrocidades neoliberales", por Hugo Gutiérrez Vega
Foto: La Jornada

Recibo frecuentemente cartas de mis amigos griegos. La mayor parte está impregnada de rabia, angustia y, lo que es peor, de desconfianza en el porvenir. Las pensiones sufren frecuentes descuentos, los salarios caen día con día, los productos básicos suben minuto a minuto, cunde el desempleo, los muchachos encuentran cerradas todas las puertas, el gobierno da palos de ciego, los emisarios del imperio teutón supervisan las acciones de todos los Ministerios y la implacable señora Merkel produce amenazas, advertencias, regañinas y lecciones de conducta ahorrativa casi todos los días. Fórmulas financieras milagrosas van y vienen, los banqueros prometen enmendarse y el gobierno asegura que aplicará una política de austeridad en todos los campos de la vida social (por debajo del lenguaje secreto de los economistas, late el soterrado deseo de que esa austeridad dé por resultado una notable disminución demográfica).

Todos recibieron la ayuda de la potencia triunfadora, pero la tajada mayor se la llevó Alemania. Los marshallianos sabían que la principal derrotada en la feroz contienda sería la socia principal en el proyecto de reconstrucción del sistema capitalista europeo. Los ingleses participaron en la estrategia filantrópica en su calidad de aliados ganadores. Desde ese momento, la Alemania de Adenauer (conocido como der Alte, el viejo) y de su ministro de Economía, el voluminoso y astuto señor Erhard, se pusieron al frente de Europa y gracias, en buena medida, a su capacidad de organización y a su disciplina, pero también al paquete de regalos del general Marshall, se constituyeron en cabeza de la economía europea y, poco a poco, hicieron que sus tentáculos financieros avanzaran por los caminos de Europa.Uno de mis amigos, poeta despistado pero dueño de una excelente intuición, me cuenta que los grandes empresarios tienen sitiada la endeble fortaleza de un gobierno debilucho y totalmente entregado al nuevo imperio teutón y a sus cómplices de Estados Unidos. Me recuerda que al terminar la segunda guerra la “filantropía”, manejada por el Departamento de Estado, el Tesoro y la siniestra CIA, llegó a Europa con las vestiduras benefactoras del llamado Plan Marshall. Sus agentes iniciaron la distribución de ayudas a todos los países de Europa (en el caso de España, la película de Berlanga, Bienvenido Mr. Marshall, nos muestra el paso vertiginoso de la caravana caritativa por tierras españolas. No dieron nada y el pobre alcalde del pueblo que había organizado una recepción folclórica se quedó con las manos vacías en la absoluta perplejidad).

Ahora –me dicen mis amados griegos–, los tecnócratas y los banqueros alemanes son los que dictan las normas de la economía y, por ende, de la vida cotidiana del pueblo griego. Estas normas se siguen basando en la teoría del libre mercado y en los otros dictados neoliberales que salvan y favorecen a los ricos y hacen cada día más pobres a los miserables. El dato nuevo es que la voracidad del capitalismo salvaje está depauperando a las clases medias. Sin duda que las reacciones y las protestas seguirán en aumento. Me cuentan que un consejero alemán preguntó con voz sarcástica a un funcionario griego que anunciaba el aumento de las protestas: “¿Pero es que no tienen ustedes policía?” Vaya si mis queridos griegos tienen policía, arbitraria y golpeadora, pero que sepa el consejero alemán que hay soluciones más sofisticadas que la representada por el garrote y los chorros de agua. Una de ellas consiste en acelerar el fin del fracasado y terrible sistema neoliberal.

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