Bazar de asombros: "Cruce de caminos", por Hugo Gutiérrez Vega

Domingo, 13 de Septiembre de 2015

El autor de El camino del Tao, el doctor Gerard Guasch, ha recorrido muchos caminos de la ciencia y del espíritu. Escribió una inteligente y entrañable biografía de Wilhelm Reich y varios volúmenes sobre el cuerpo humano, la sexualidad y la urgencia de alcanzar una auténtica liberación. Ha realizado en México una valiosa tarea de divulgación del pensamiento de Reich y en Francia ha publicado una serie de libros en los que personajes como Arséne Lupin y Tintin se tienden en el diván de un psicoanalista que, sobre todas las virtudes, cultiva la del buen humor y practica la ironía.

Quiero hablar de nuestro autor, no sólo como terapeuta sabio y generoso, sino fundamentalmente como escritor y estudioso divulgador del pensamiento taoísta. Advierto, antes de seguir adelante, que cultiva además la poesía, y que muchas de sus ideas y de sus emociones beben en las aguas milagrosas del río iluminado de Rimbaud.

Escribir sobre la felicidad es un compromiso serio y delicado, pues el tema ha sido tratado por las religiones, la ciencia, el derecho, la filosofía y la poesía de todos los rumbos y de todas las épocas. Su seriedad y su delicadeza vienen de su estrecha ligazón con la vida misma y con nuestro destino en el tiempo y en el espacio. Por esta razón, Elías Canetti afirmaba que "todo se nos puede perdonar menos no haber sido felices". Esta comprometida frase lleva dentro un mundo hecho de buenas intenciones, de fracasos y de obligaciones para con la sinceridad. Rubén Darío, el gran poeta modernista, decía en uno de sus poemas de mayor compromiso vital: "Si hay un alma sincera, ésa es la mía."

Gerard nos dice que la felicidad no es la misma para todos, pero lo que sí debe ser igual es su búsqueda y el respeto por la que puedan alcanzar los demás. Es claro que tiene un aspecto común para todos los miembros de nuestro grupo zoológico y es el de ser, de acuerdo con el pensamiento de Aristóteles, "una meta, un objetivo vital y el sentido de la mayor parte de las actividades humanas". Por eso nuestro autor recorre un largo camino antes de llegar a su tema principal, que es el de la noción que proviene del Tao-Te-King, el pequeño e inmenso libro de Lao-Tsé y sus alumnos principales Choang-Tsé y Li-Tsé. Gerard partió de esta tradición para ilustrar el largo camino de la noción de felicidad en otros ámbitos y en otras voces. Al terminar su análisis regresa al Tao y dedica toda su atención a la sabiduría vital que se desprende de ese pensamiento y de esa actitud moral.

Nos recuerda que Platón y la ONU concuerdan con la idea de que la felicidad nace en el corazón de cada uno de los seres humanos. Para Montesquieu, el mejor gobierno es aquel que aporta al cuerpo social el mayor grado de felicidad. El doctor Guasch observa que el derecho tiene mucho que decir sobre el tema y recuerda que la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América habla de la igualdad entre los seres humanos y de su derecho a la búsqueda de la felicidad. La misma idea aparece en la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, y Saint-Just afirma que la Revolución debe luchar para que se alcance la perfecta felicidad humana. Por su parte, el inteligentísimo Voltaire decía que había decidido ser feliz porque esto es bueno para la salud.

El libro recoge opiniones y encuestas sobre el tema, y habla de los países más felices: Dinamarca, Islandia, Finlandia; de la que proviene de la buena salud y se ha liberado de su enemigo principal, la depresión; de la que se desprende de un trabajo interesante y bien pagado, de las vacaciones en una hermosa playa, del éxito en los trabajos, del ahorro, de la seguridad y de la que brota de aquello que consideramos inútil. El joven pensador italiano Fabrizio Andreella afirma que en esta época de crisis debemos evitar que la economía se nos imponga como la principal experiencia vital. Para lograrlo, hay que insistir en la belleza de lo inútil, que es fundamental para la vida. Lo encontramos en una puesta del sol, la sonrisa de un niño, una noche estrellada, un viaje a ninguna parte en los placeres de ocio y de la creación artística. Esto vale hasta para un ministro de Hacienda.

Gerard Guasch, traductor de Omar Khayyam y estudioso de los poetas sufíes, busca otras formas de felicidad y, poco a poco, nos va llevando hacia el camino del Tao. No quiere, para nuestra fortuna, llegar a conclusiones enfáticas o dar recetas infalibles, pues sabe que a través de la meditación el seguidor del Tao llegará tarde o temprano a esa luz que ilumina el camino y que nace de nosotros mismos.

Para llegar a ese camino nos propone una serie de acciones físicas capaces de propiciar una meditación más profunda que debe abarcar todos nuestros órganos. Este método ayuda a la liberación de lo que podemos llamar "la hormona de la felicidad". No es necesario insistir en que estas disciplinas físicas nos llevan al camino de la plenitud que busca el Tao y que proviene de nuestro propio ser. El escritor inglés Chesterton nos habla de un hombre que quiso buscar un lugar que le permitiera llegar a esa plenitud espiritual. Recorrió el mundo entero y viajó sin parar hasta que una mañana vio a lo lejos una isla y supo que era la que buscaba. Al llegar se dio cuenta de que era la misma de la que había partido. Termino con este ejemplo de la sabiduría occidental que se une a la idea expresada en el capitulo 67 del Tao-Te-King:

Tengo tres tesoros
que yo guardo y venero:
El primero es el amor,
el segundo la moderación
y el tercero es la humildad.

Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/13/sem-bazar.html


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