Carlos Pellicer, poeta ajeno a la moda, por Raúl Olvera Mijares, en La Jornada Semanal

Sábado, 09 de Febrero de 2013

Carlos Pellicer, poeta ajeno a la moda, por Raúl Olvera Mijares, en La Jornada Semanal
Foto: La Jornada

Ciertos años hermanan y divorcian a Carlos Pellicer Cámara de algunos autores que, en cierto momento, fueron sus contemporáneos. Nacido dos años antes que Reyes y Torri, en 1897, no perteneció como ellos al Ateneo de México, como acaso habría sido su destino, sino más bien a la generación siguiente, aquella formada en torno de la revista Contemporáneos (1929–1931). Pellicer, como Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán, se vería ligado con esos noveles autores, si bien por haber comenzado a publicar relativamente pronto lo consideraban una especie de hermano mayor. En Pellicer parece darse un autodidactismo, más temprano y acendrado, que alentó en cierta medida su viril padre, quien le diera a leer y le pusiera tácitamente como ejemplo “al frío, retórico y tieso Díaz Mirón” (son palabras de Octavio Paz). De su maestro involuntario, a quien habría de dedicar luego algún poema, Pellicer heredaría una férrea observancia del metro y quizás también del tono heroico, de franca exaltación retórica.

Viajero incansable, cuando aún constituía una proeza dirigirse al extranjero, Pellicer sabrá sacar buen partido, imprimiendo viveza y exotismo a su poesía, no sin reticencia por parte de sus colegas. Con certera humildad, Villaurrutia comentaría: “Para Carlos Pellicer, la poesía ha sido el viaje alrededor del mundo, en vez del viaje alrededor de nuestra alcoba que la poesía ha sido, hasta ahora, para nosotros. Este espíritu se hizo viajando. Los demás, los que usted ya sabe, nos estamos haciendo inmóviles, en el ansia de viajar.” La exuberancia de su estilo, sus interminables y concatenadas metáforas, la música exacta y en ocasiones excesiva de sus versos figuran entre las tantas virtudes que vuelven la poesía de Carlos Pellicer, si no actual, al menos clásica –“el más joven de nuestros clásicos”, escribe José Emilio Pacheco, aunque es un poco pronto para tales pronunciamientos; el único que canoniza, en el arte, es el tiempo. Carlos Pellicer Cámara, que así se firmaba al principio– para no irle a la zaga a González Martínez, Gonzáles Rojo y Ortiz de Montellano– con sus dos apellidos sonoros, en particular el de Deifilia Cámara, su madre, a quien dedicaría aquel memorable “Nocturno”.

Hoy día se lee poco a Carlos Pellicer, porque “no es un poeta de moda” (de nuevo los ecos de José Emilio Pacheco). En su día sin embargo ejerció una influencia notable, no sólo en las bellas letras sino en el panorama general de las artes. Tocado por el genio universal, aunque quizá no con tanta generosidad como Reyes o Paz, Pellicer fue un espíritu curioso y diletante, interesado en la arqueología precolombina, la historia, la aviación, las artes plásticas y los viajes. No existe un poema suyo donde un par de versos no se retengan con facilidad –y felicidad– en la memoria. De oído certero y expresión eficaz, la obra literaria de Pellicer, con todo y su fluida prosa ensayística, quedará ahí para la lectura de generaciones venideras.

Para leer la nota original, visite:

http://www.jornada.unam.mx/2013/02/10/sem-leer.html

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