Si Julio Cortázar tuviera que naturalizarse mexicano, la forma que adquiriría sería un ajolote y es que tanto su vida como sus cuentos son un reflejo de la eterna juventud y de la metamorfosis permanente, señaló el escritor Gonzalo Celorio durante su participación en la 41 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires Argentina.
Durante un homenaje al autor de Rayuela, el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, y quien tuvo la oportunidad de consultar los libros que Cortázar tenía en su biblioteca de París, destacó que la relación del argentino con México quedaron plasmados en dos cuentos: “Axolotl” y “La noche boca arriba”.
“De los 96 cuentos que publicó Cortázar, hay dos que guardan una estrecha relación con México, los dos forman parte de la colección Final de Juego publicada en 1962. Se trata de ‘Axolotl’ y ‘La noche boca arriba’. Ambos están en la tercera sección de esa edición”, destacó.
La peculiaridad de los dos cuentos, añadió, es que remite a elementos únicos de México: a un animal endémico y la ritualidad o cosmovisión prehispánica. Pero antes de que Celorio detallara esa relación, explicó al público argentino que axolotl es una palabra procedente del náhuatl que se refiere a un animal larvario que llega a la madurez sin cumplir su ciclo completo de metamorfosis a salamandra.
“El cuento ‘Axolotl’ es un símbolo de la propia vida de Cortázar, él se identifica con el ajolote porque de alguna manera esta especie presenta una adolescencia permanente y la imagen de Cortázar es la eterna juventud, un proceso que no culmina nunca y que no sólo se refleja en su fisonomía, también es importante por qué está presente en su obra”, señaló.
El crítico literario detalló que los cuentos del argentino son una metamorfosis continua, “se vuelve el lugar esencial de su propia teoría literaria y queda de manifiesto en todos sus cuentos y también en su novela Rayuela, una obra que se está construyendo y que no acaba de llegar a la plenitud de su madurez por la posibilidad de hacer lecturas múltiples, sucesivas e infinitas”.
También dijo estar de acuerdo con la expresión de Roger Bartra, quien considera al ajolote como la especie idónea para representar simbólicamente a un país como México. “Bartra piensa que el ajolote hace de su metamorfosis un estado permanente. Eso es lo que le ocurre a este axolotl y a Cortázar, llegan a la etapa adulta en un estado intermedio de su transformación”.
A manera de recordatorio, Gonzalo Celorio resumió la trama del cuento en el que el protagonista (el narrador) observa a un ajolote cautivo en la pecera de un acuario, siendo éste quien se transforma en la especie mientras un muchacho, quien se queda afuera, conservará la conciencia humana para escribir las vivencias de la transformación.
AZTECAS. En "La noche boca arriba", expresó el ensayista, se relaciona con México de forma más explícita porque Cortázar narra a través de un motociclista hospitalizado a causa de un accidente, las guerras floridas del mundo prehispánico.
“Este joven es conducido a un hospital y como efecto de la anestesia que le han aplicado para sanarle un brazo, empieza a soñar delirantemente en otro plano, es distante en tiempo y espacio a la escena que estamos viendo. Sueña las guerras floridas que se celebraban en el México antiguo donde él es un moteca que huye de los aztecas porque quieren apresarlo y ofrecerlo en sacrificio a las divinidades”, dijo.
Aunque las imprecisiones históricas existen en el cuento, como el hecho de que no existe la palabra moteca, el efecto narrativo –señaló Celorio– es portentoso porque puede remitir de forma dramática, la supervivencia ideológica.
“Este personaje que está bajo los efectos anestésicos, empieza a soñar que está huyendo de los captores aztecas, pero despierta y en su sueño segundo continúa la historia y así sucesivamente hasta que lo irreal se transforma en lo verdadero, justo cuando está en la piedra de los sacrificios”, explicó.
Para Gonzalo Celorio, ambos cuentos coinciden en tener diferentes planos espaciales y literarios cruciales en sus obras: los que pertenecen a la realidad y aquellos del mundo onírico, “y es que eso lo hereda Cortázar del movimiento surrealista de 1924”.
PAZ. El también Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010 comentó que Cortázar visitó dos veces México, la primera vez en 1976 después del golpe militar de Augusto Pinochet a la presidencia de Salvador Allende y en 1983 en una plática que dio en la UNAM.
“En 1976 acudió a una sesión donde se denunciarían los crímenes contra Salvador Allende y después, en 1983 tras un viaje que emprendió a Nicaragua llegó a México para tener una larga conversación con el estudiantado de la UNAM y fue ahí donde presentó Deshoras, que terminó de escribir en Nicaragua”, precisó.
Por último, el académico mexicano recordó que cuando visitó la biblioteca de Cortázar, se dio cuenta que el escritor hacía anotaciones en las orillas de los libros que leía y entre ellos estaban Andamos huyendo Lola de Elena Garro, La nueva novela hispanoamericanade Carlos Fuentes y El arco y la lira y Águila o sol de Octavio Paz.
“En Águila o sol, escribió: es muy hermoso Octavio, pero es un lenguaje del que ya hay que despedirse. Y sí, en mi opinión, Cortázar iba un paso más adelante que Octavio Paz”, dijo y posteriormente leyó su texto Pudo más el cronopio que la fama, el cual escribió el 12 febrero de 1984, cuando murió Cortázar.
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