El poeta Hugo Gutiérrez Vega recibió la presea jalisciense Mariano Azuela

Sábado, 30 de Marzo de 2013

El poeta Hugo Gutiérrez Vega recibió la presea jalisciense Mariano Azuela
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

Hugo Gutiérrez Vega y Carlos Helguera Soiné compartieron veladas bajo la bóveda estrellada del cielo de Lagos de Moreno, recordó el poeta de su amigo al compartir, tras la muerte no lejana del escultor, las medallas Mariano Azuela y la Hernando de Martell, las preseas más importantes que entrega cada tres años este municipio de los Altos de Jalisco, que los dos fuereños eligieron como su tierra natal.

“Una noche, sentado en el patio del jazmín y el naranjo con mi amigo Carlos…”, rememora Gutiérrez Vega, y hace una pausa, emocionado. El recinto, un ex convento de capuchinas del siglo XVIII, se conmueve con los aplausos.

“Vimos las estrellas de la Osa Mayor. Recordamos el canto de Giacomo Leopardi: ‘Vagas estrellas de la Osa Mayor, ya no creía contemplaros de nuevo cintilando sobre el jardín paterno’. Le dije a Carlos: ‘Lagos es mi jardín paterno, lugar donde mi infancia vio cintilar las estrellas de la Osa Mayor’. Mucho ha dado este jardín paterno al arte universal, no permitamos que se seque, procuremos que el arte hermane nuestras vidas y nos humanice en torno a la siempre nueva belleza de este mundo, que a pesar de toda la violencia, la miseria, el desencanto, al igual que a Quevedo, nos ha hechizado.”

Esa ocasión, Hugo y Carlos estuvieron en el patio de la vieja pero impecable casona de los Helguera, en el centro de Lagos, cerca de la parroquia.

La noche del sábado estuvieron juntos de nuevo: Hugo, ovacionado desde su sola mención en el acto de sesión solemne del ayuntamiento; Carlos, a través de sus hijos María, Antonio y Luis. Todos, en la celebración del 450 aniversario de la fundación de la ciudad.

Gutiérrez Vega, tapatío que se dice laguense, desmenuzó un discurso donde recordó al Lagos de su infancia.

Habló de la riqueza y legado cultural que han dado ”al país y al mundo” artistas como (José) Rosas Moreno, de quien gocé sus fábulas y admiré su recuperación del genio y figura de nuestra escritora mayor, sor Juana Inés de la Cruz; para acercarme a la historia de México leí las obras de canónigo, juarista y liberal don Agustín Rivera y San Román; recorrí los caminos literarios de nuestro decano, Pedro de Trejo.

Gutiérrez Vega sostuvo que Demetrio Macías fue y sigue siendo el personaje emblemático de una época convulsa que hundió al país en la miseria y en la violencia, pero que derrotó a la dictadura, propició la movilidad social y abrió las puertas de la esperanza en la justicia y en la democracia.

Carlos Helguera Soiné, quien murió en octubre del año pasado, fue una presencia recurrente en el discurso de Gutiérrez Vega.

“A su excelente escultura unió su amor por la difusión del arte y la difusión equitativa de los bienes de la cultura, amó a su ciudad y nos dejó como herencia la escultura pequeña y exacta de Francisco González León. Veo a Carlos preguntando –su curiosidad era insaciable– en el patio de su hermosa casa a la que yo llamaba, recordando el poema de González León, el conventículo de doña Juana Nepomucena.”

Otra presencia que impregnó el discurso del poeta fueron sus recuerdos infantiles “ópticos, acústicos, olfativos, gustativos, años en que el mundo era nuevo y cada día inauguraba un asombro.

Ahora mi ciudad me entrega en el aniversario de la fundación la medalla que lleva el nombre de mi admirado Mariano Azuela, la agradezco, lo atesoro y prometo seguir pendiente de todo lo que esta tierra de frutos, flores, semillas, leche, quesos, suertes charras, bóvedas milagrosas, hermosas muchachas, poetas y artistas de todos los campos, siguen entregando a la nación y al mundo.

El busto de barro

La amistad entre Carlos Helguera y Hugo Gutiérrez Vega estaría hoy en exhibición pública, junto a la escultura pequeña y exacta de Francisco González León que se asolea en los jardines del centro de Lagos.

Antonio Helguera, quien ha seguido a través de la caricatura política la tradición liberal que su padre siguió en Lagos, una de las ciudades más conservadoras de un Jalisco católico de por sí, contó la historia.

“Mi papá empezó a trabajar un busto de Hugo Gutiérrez; iba muy avanzado, pero luego empezó a tener problemas de salud y se fue alargando la conclusión del trabajo. Incluso me pidió ayuda para terminarlo –yo estudié artes plásticas también–, me pidió que viniera un día, porque vendría de visita Hugo Gutiérrez, pero en esa ocasión Hugo no vino por sus compromisos y porque recibe premios todos los días (ríe); después de eso la salud de mi papá empeoró; de plano ya no podía hacer nada y yo no pude ayudarle.”

Para leer la nota original, visite:
www.jornada.unam.mx/2013/04/01/cultura/a10n1cul

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