El jueves 27 de junio la Academia Mexicana de la Lengua celebró el cumpleaños 90 de Eduardo Lizalde, miembro de número de la corporación desde el 24 de mayo de 2007.
La Capilla Alfonsina recibió a familiares, amigos y lectores del poeta nacido el 14 de julio de 1929 en la Ciudad de México.
Gonzalo Celorio, director de la Academia, presidió el acto y agradeció la hospitalidad del recinto bajo la dirección de Javier Garciadiego. A continuación presentó las intervenciones de Alejandro Higashi, Vicente Quirarte y Jaime Labastida.
En primer lugar, Alejandro Higashi agradeció "a don Eduardo por noventa años de poesía". Lo ponderó como un artesano poeta, creador de una obra donde domina la lucidez reflexiva. "No se detiene en lo intelectual, sino que llega al sentimiento. Así sucede en Cada cosa es Babel (1966), su primer libro importante, donde los sentidos despiertan al acto creador". También hizo resaltar las influencias de Carlos Pellicer y Borges, entre muchos otros, y comparó críticamente su poética con la de Octavio Paz.
Enseguida, Vicente Quirarte recordó la obra ensayística y de crítica literaria de Lizalde, en la que sus juicios son producto de un amplio e íntimo conocimiento del oficio literario y poético. A continuación relató cómo conoció a Lizalde en compañía de Salvador Elizondo en el Museo de San Carlos en el marco de un taller literario. "No era un profesor, por lo mismo es uno de los contados maestros que he tenido, precisamente porque nunca tuvo piedad con mis textos", confesó. Además, Quirarte elogió la labor de traducción que Lizalde ha desarrollado a lo largo de los años.
Por su parte Jaime Labastida reconoció en la obra poética de Lizalde el equilibrio entre la técnica refinada, la originalidad y la sinceridad. "En La zorra enferma y Casa mayor, dijo, Lizalde tiene la entereza para escribir contra sí mismo, contra sus errores". Explicó que los géneros epigramático y elegíaco practicados por el poeta son testimonio de la decepción del hombre maduro ante la política y ante el lado oscuro del amor.
Para finalizar, el propio Eduardo Lizalde agradeció conmovido las intervenciones de sus colegas y leyó un poema inédito sobre la vejez, titulado De senectute, al que siguieron los aplausos del público.
