"La importancia de la diversidad lingüística" por Pedro Martín Butragueño

Martes, 06 de Marzo de 2018

En enero de 2017 se desató una encendida ola de protestas cuando desapareció la versión en español de la página en línea de la Casa Blanca. Más allá de lo que termine ocurriendo, se concedió un hondo valor simbólico al hecho, interpretado cuando menos como lo que podría llamarse renuncia al bilingüismo y al contacto. Que las lenguas son un arma arrojadiza se comprueba una y otra vez, desde el mundo antiguo al actual conflicto catalán, y aunque de cuando en cuando puedan encontrarse equivalentes sociales a la piedra Rosetta, son más comunes los shibboleth, es decir, los elementos delatores de una identidad opuesta, siempre vista como ajena y peligrosa. Aunque continuamente asistimos al contacto entre lenguas y dialectos (es decir, variedades de una misma lengua), en ocasiones parecemos no percatarnos, y no es raro que en más de una ocasión se desaten actitudes negativas hacia esa inmediatez.

Otro ejemplo de contacto y de conflicto lingüístico nos lo proporciona el propio medio científico, por no hablar del universo de las relaciones diplomáticas o de los negocios. Es, de nuevo, una historia de renuncia a la diversidad lingüística. Hace ya años que el inglés es casi la única lengua científica en la mayoría de las disciplinas, mientras que las otras lenguas —internacionales, nacionales y locales— parecen cada vez más servir sólo como vehículo formativo. Es decir, si los manuales pueden todavía escribirse en la lengua vernácula, los artículos de investigación amenazan con ser exclusivamente en inglés. Esta diglosia tiene diferentes razones, algunas de naturaleza general, como la importancia política y económica de ciertos países y la facilidad de comunicarse en una sola lengua, pero otras más puntuales, como las decisiones de las grandes editoriales que dominan el mercado de la publicación científica. Una circunstancia muy preocupante es que se está enraizando la idea de que el inglés es, intrínsecamente, una lengua mejor dotada para la expresión del conocimiento, sinsentido que no deja de sorprender a comienzos del siglo XXI. Hasta hace poco, las ciencias sociales y las humanidades producían mucho más en lenguas diferentes al inglés, pero las fronteras se reducen cada año. Es curioso que incluso revistas bilingües dedicadas al español prefieran cada vez más que los estudios se publiquen en inglés, y que lo mismo ocurra en algunas reuniones y publicaciones de romanística. ¿Sí estaremos en los tiempos de la diversidad?

Una distinción básica es la que separa la dimensión del individuo de la propia de una comunidad de habla. Suele ser conveniente hablar de bilingüismo —o de multilingüismo— para referirse a las personas, y de contacto entre dos o más lenguas cuando se hace referencia al entorno social; más de una vez se ha anotado que ambas dimensiones pueden combinarse de diferentes modos. La relación entre las lenguas tiende a no ser simétrica ni en el individuo ni en la sociedad. Por ejemplo, en los mexicanos que migran a Estados Unidos, suele ocurrir que el español es la lengua dominante en los individuos de la primera generación; está en relativo equilibrio con el inglés en sus hijos y es poco conocido o sólo de conocimiento pasivo entre sus nietos; además, en el contexto general, el español en Estados Unidos tiene muchas veces el estatus de lengua étnica —es mucho simplificar describir de esta manera una de las situaciones de contacto lingüístico más estudiadas del mundo.

La importancia del contacto lingüístico

El estudio del contacto entre lenguas y entre variedades tiene una importancia trascendental, sea que se vea desde la lingüística descriptiva, la lingüística teórica o la lingüística aplicada. Desde el punto de vista descriptivo, cada una de estas situaciones tiene características propias, según sean las razones históricas del contacto, el estatus de las lenguas, el poder de las subcomunidades que las hablan, la cercanía o el alejamiento tipológico…, de tal manera que en muchos casos es mejor no presuponer demasiado sobre una situación de contacto hasta no estudiarla con cierto detalle. En términos teóricos, el estudio del contacto nos dice mucho sobre los mecanismos de los cambios lingüísticos, desde las situaciones más extremas de muerte lingüística (cuando una lengua termina por verse desplazada por otra) y de nacimiento (en los casos de formación de pidgins y criollos), hasta las más comunes, en términos de las dimensiones lingüísticas que cabe esperar que se vean más o menos afectadas según la etapa del contacto (fonología, morfosintaxis, léxico, etc.). Por fin, en términos aplicados, no puede diseñarse una política lingüística que regule las situaciones educativas, judiciales y administrativas; que proporcione herramientas estandarizadoras; que prevenga la discriminación o que dé oportunidades a las lenguas en peligro si no se conocen las situaciones concretas en que se produce el contacto.

A todas éstas cabe añadir una razón mayor que alberga las tres dimensiones mencionadas: la relevancia de estudiar una comunidad de habla en todas sus parcelas lingüísticas, a la vista de sus recursos y sus conflictos, de su historia y de las razones para su articulación actual, y no escindida en una visión por lenguas aisladas entre sí, exclusivamente preocupada por las propiedades intrínsecas de los sistemas de comunicación, como si las lenguas no estuvieran ancladas en individuos y comunidades específicas.

Si las cosas son así, cabe preguntarse por qué en México la investigación sobre contacto lingüístico no ha tenido una cobertura superior a la que existido tradicionalmente (lo que no quiere decir que no existan investigaciones muy valiosas).

Los contextos históricos y el papel de las lenguas

La compleja historia lingüística de México se deriva en buena medida de los conflictos entre las sociedades que han habitado o habitan su territorio. Cualquier persona familiarizada con el problema sabe que la diversidad lingüística es enorme y compleja, hasta el extremo de que el propio Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) rehúye los términos de lengua y dialecto, y prefiere agrupaciones y variantes. Pocas veces esta diversidad ha sido gestionada con el éxito deseable y es notoria la necesidad de una encuesta nacional de bilingüismo.

De nuevo, simplificando extraordinariamente las cosas, el español fue en México una lengua colonial, en buena medida confinado durante un periodo bastante extenso en núcleos más o menos urbanos y en otros enclaves relativamente puntuales; si hubiera que hacer una comparación contemporánea, podría pensarse en la situación de la lengua española en Filipinas o en Guinea Ecuatorial, donde su estatus no pasó del de lengua colonial. Sin embargo, sobre todo a lo largo del siglo XIX, pero también durante el XX y en la actualidad, ha pasado a ser una lengua poscolonial, no sólo por su asentamiento y por el aumento de monolingües, sino porque ha crecido a expensas del desplazamiento de las lenguas originarias. Es decir, el español de México no puede entenderse sin el contacto (o desplazamiento, colisión, etc.) con las lenguas originarias, hasta el extremo de que el estudio de las situaciones actuales de contacto sincrónico son un laboratorio fundamental para entender su gestación y algunas de sus propiedades.

Una tradición de estudios necesaria

Las ideas comunes sobre el contacto de lenguas no suelen ser muy positivas, sea que se vea a través del bilingüismo de los individuos, de la cotidianeidad de las comunidades y aun a través de las propias lenguas. Sobran los testimonios que ponen en duda la inteligencia de los bilingües y que deploran la mixtura y el empobrecimiento que supondrían los préstamos lingüísticos. Aunque se trata de concepciones absurdas, cuando no discriminadoras, tienen un amplio calado y van más allá de simples reclamos de identidad: sólo la mezcla de lenguas sería peor que la lengua del otro. Así que una responsabilidad básica de cualquier lingüista es dejar estas cosas en claro en todo momento: la diversidad lingüística no tiene que ver con la pobreza o el desarrollo cognitivo, los baños de purismo no llevan a ningún sitio y la lengua del otro es tan importante como la mía.

Los efectos del contacto entre el español y las llamadas lenguas originarias han sido objeto de debates científicos, y no es éste el lugar para resumirlos o valorarlos. Lo que sí debe decirse, al menos, es que hay que asegurar unas condiciones empíricas satisfactorias para llevar a cabo tales estudios, si es que ése es el objetivo central. Es decir, si se busca encontrar los efectos del contacto en el habla urbana de las personas de nivel socioeducativo medio y alto, en contextos más o menos formales (es decir, en lo que aproximadamente podría llamarse la lengua estándar), la expectativa quizá no llegue mucho más allá de unos cuantos elementos léxicos vinculados a la flora, la fauna, la comida y algunas otras tradiciones. El contacto entre lenguas debe estudiarse donde se produjo —con documentos cuidadosamente editados, muchos de ellos depositados en archivos locales— o donde se está produciendo —con herramientas sociolingüísticas que comparen las formas de hablar de personas en las que se distribuya de diferente manera el uso de la primera lengua (la L1) y de una segunda o más lenguas (L2, L3…)—. Y ese contacto debe analizarse con datos sociolingüísticos minuciosos, pero también en procesos lingüísticos específicos.

Como contribución a estas necesidades, se vienen desarrollando diferentes estudios de contacto lingüístico vinculados al Laboratorio de Estudios Fónicos de El Colegio de México, mismos que intentan reflejar tanto la realidad sociolingüística general como los detalles de los procesos lingüísticos. Algunos trabajos se han ocupado de dialectos del español en contacto en la Ciudad de México, como sonorenses, yucatecos, personas del centro del país, cubanos, españoles, argentinos. Otros se ocupan del contacto entre el español y diferentes lenguas originarias mexicanas, como el otomí de San Andrés Cuexcontitlán, el náhuatl de Canoa o el tepehuano del sur de Santa María Ocotán. Como han señalado Guerrero y Torres, el estudio comparado del contacto es sumamente revelador, pues como las diferentes comunidades suelen encontrarse en momentos diferentes con respecto al empleo de cada una de las lenguas, es posible reconstruir —hasta cierto punto— los procesos históricos y sociales que tienen lugar en estas situaciones. Son además muchas las dimensiones lingüísticas que pueden ponerse a examen: el léxico que se mueve en la dirección de una u otra lengua, la gramática (arrastrada a veces mediante el uso de elementos gramaticales específicos, como preposiciones y conjunciones), la entonación, etc. Cada comunidad suele mostrar una estratificación interna en cuanto al uso de las lenguas, en la que no es raro que las personas de más edad y de menos estudios, con menor movilidad socioeconómica y geográfica, conserven mejor la lengua de origen, mientras que los jóvenes muestren el patrón inverso. Hay también otros fenómenos interesantes que surgen con cierta frecuencia: la revitalización de la lengua originaria por parte de grupos de hablantes jóvenes, los cortes abruptos en el uso lingüístico según la edad a veces en el propio seno de una misma familia, la enseñanza de la lengua originaria por parte de los abuelos a los nietos, etc. Es decir, aunque la situación en cada comunidad puede ser diferente a cualquier otra, hay procesos sociolingüísticos con cierto grado de recurrencia.

Mirando hacia delante

En un mundo donde la diversidad va siendo asumida como un valor esencial —no sin tropiezos, ciertamente—, la presencia de varias lenguas en una misma comunidad, sea ésta local, regional o nacional, debe aceptarse y defenderse a toda costa. Tanto para la gestión de esa realidad como para su estudio coherente, es necesario tomar a las comunidades como unidad de trabajo, con toda la realidad que acarrean. Sólo una mirada empírica detallada, que analice en detalle social y lingüístico las lenguas y las variedades dialectales en el seno de las comunidades que se sirven de ellas, que modele los resultados y examine lo que tienen de particular y de general, permite considerar estas cuestiones en sus dimensiones justas, sin efectuar juicios previos que exageren o minimicen los problemas y los efectos del contacto.

* Agradezco las observaciones realizadas por Nadiezdha Torres a una versión previa de estas líneas.

Para leer las notas de este artículo, consulte: http://otrosdialogos.colmex.mx/la-importancia-de-la-diversidad-linguistica

Imagen: terceravia.mx


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