Mentiras transparentes: "Ojos cerrados", por Felipe Garrido Foto: Academia Mexicana de la Lengua
Mamá sigue con los ojos cerrados. Los aprieta. No quiere abrirlos. Está tendida en el damero de mosaico blanco y rojo. Arrimada a la pared. No le tocó camilla, y hay pacientes que la tienen. Nadie levanta la voz; titubeante la luz. No sé cuántas horas llevamos allí. A veces algún lamento se descuaja. Nunca una maldición. Marita está de rodillas al lado de mamá. Se inclina y le acerca la cabeza y algo se dicen que nadie más oye. Yo la veo con las nalgas alzadas y me gusta. Pero me doy cuenta de que las dos están rezando. Apenas las oigo. Nada te turbe, nada te espante, todo se puede. Sólo Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. Quiero verlo y para verlo tengo que morir. Pero no se muere cuando se muere. Se entra a la vida. Soy yo de la tierra, me hundo en la tierra, me entrego a la tierra. Marita sigue arrodillada. Mamá tiene los ojos bien cerrados. Los aprieta. No quiere abrirlos.
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