Mentiras transparentes, por Felipe Garrido

Sábado, 12 de Abril de 2014

Herencia

Fueron Cande, Roberto, sus dos hijos. Vi su casa. Lo que quedó, porque la gente de Roque metió sus vacas. Se comieron las macetas, la cerca de cañas, tiraron los muebles; dejaron estiércol por todas partes. Recogí unos huaraches y un vestido de Cande. Todo pisoteado, con tierra. En una repisa había un tambachito de trapo con unos zapatitos de estambre, dos chambritas, unas medallitas. No sabía que Cande estaba otra vez esperando. Limpiamos lo que se pudo. Mi madre estuvo entera hasta que clavaron las tapas. Luego empezó a llorar. Pero no hizo nada para estorbar que las sacaran. Tenía abrazada una foto de Roberto. Atrás salió el gentío. El sol quemaba, la tierra quemaba, el aire quemaba. El sudor era uno con las lágrimas. Se alzó una voz con el canto pero nadie la siguió. Sólo se oía el golpe disparejo de los pasos. Ya iba yo a salir cuando mi madre me agarró del brazo. Nada me dijo. Me miró de frente y me dio una escuadra grande, como militar.

Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/13/sem-garrido.html


Comparte esta noticia

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua