"Sandra Lorenzano. Fuga en mí menor", por Elmer Mendoza en El Universal

Lunes, 03 de Septiembre de 2012
"Sandra Lorenzano. Fuga en mí menor", por Elmer Mendoza en El Universal
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

Fuga en mí menor, de Sandra Lorenzano, publicada por Tusquets en mayo de 2012, es una novela de una fuerte voz examinadora; se puede sentir como un examen generacional para saber qué tanto nos hemos preparado para participar de la cultura occidental sin remordimientos. Además es rica en matices poéticos y musicales, y sostiene una interesante línea narrativa a partir del recuerdo. Es un libro vivo; mientras se sigue la historia de los personajes no paras de hacerte preguntas sobre tus carencias, plenitudes y misterios.

¿Cómo construir un personaje coherente consigo mismo? La autora lo sabe. Leo es recuerdo, suposiciones, poesía, sonido, silencio, aprendizajes, nostalgia, soledad y la imposibilidad del futuro. Representa a un hombre que se bajó del mundo, un ser que desconoce el origen de sus tormentos y es incapaz de encontrar solaz en su trabajo: es compositor y a lo largo de la novela no consigue salir de la sequía. Claro, no le basta el recuerdo ni el perro amarillo que lo acompaña en su casa de la playa. Se aferra a la figura de un padre de quien posee sólo una sombra impresa en una blusa blanca.

Sandra Lorenzano, nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1960, nos entrega una historia múltiple a partir de una familia donde el padre desapareció en la Segunda Guerra Mundial. Es una historia llena de orgullo donde la vida es posible gracias a las mujeres. Nina, Bruna, Mercedes y otras que hacen de sus familias núcleos funcionales y modelos de vida para el futuro. Leo tiene varios años buscando a su progenitor, un partisano aparentemente caído en la toma del pueblo italiano de donde son originarios por los nazis. “¿Se puede tener nostalgia de un desconocido?”, Es la pregunta perturbadora que regula parte de la historia y que no desaparece con la última página.

Me encantó ese libro, me comentó un joven librero. Señala todo lo que quiero escuchar y experimentar. Es verdad, es un libro que formará parte de las reflexiones cotidianas y que será tema de las mejores convivencias. Es un perfil social. Pavese está por todas partes: “La poesía no nace de la normalidad de nuestras ocupaciones, sino de los instantes en que alzamos la cabeza y descubrimos con estupor la vida”, lo mismo que Bach, Casals, Dvorak, Mahler, Mozart, Smetana, Liszt, Beethoven, Vivaldi, Schonberg, Stravinski, De Falla, Schumann, Rubinstein, Smailovic, Sófocles, Janacek, Ajmátova, Verlaine, Rimbaud, Kafka, Mann, Arlt, Sudek, Bogart; referentes imprescindibles de nuestro capital cultural que fortalecen la ficción y respaldaron a Sandra en la creación de la atmósfera exacta en que Leo logra “manchar el silencio”.

El silencio contiene valores imposibles, “es anterior a la escritura” y estimula lo peor y lo mejor del ser humano. Para un músico es un referente fundamental. Cada segundo ganado al silencio es testimonio de su genio. Por eso Leo, cuando no puede crear se refugia en sí mismo y eso lo debilita frente al mundo que no se conforma con una sonrisa. El silencio no está con él, siempre se halla al límite y sus reacciones son una repetición de lo vivido. Esta estética de la repetición no es gratuita, Lorenzano la maneja con arte y jamás cae en la aliteración.

Además de una significativa portada, Fuga en mí menor contiene frases poderosas: “La madera es algo vivo. Es como volver a casa.” Durante un año, Leo construye un chelo auxiliado por el lutier Bauer, su amigo, al que confía parte de sus reflexiones; “veintidós letras salvan al universo”, la escritura como instrumento perfecto y cosmético: estamos de acuerdo; también nos trae a la memoria la sensualidad compartida y el poder de la percepción: “Tomar café mientras se camina apurado va en contra del verdadero sentido del ritual”, establece Lorenzano; claro, un ritual que tiene raíces en el proverbio turco: “Negro como la noche, fuerte como el pecado, dulce como el amor y caliente como el infierno”. O aquel principio que le leí a Vicente Quirarte en su Cuaderno de Aníbal Egea: “El café debe tomarse con sus cuatro letras: Caliente, Amargo, Fuerte y Escaso”. Cómo ven, el ritual nos une, viva el café de las 11.

La memoria y el padre están presentes. Como en la vida, son partes de las revelaciones, héroes del recuerdo que la realidad puede derribar con numerosas pérdidas. Los juicios de los hijos son impíos. Sandra Lorenzano es una narradora sumamente dotada: conocimiento del lenguaje, oído para el ritmo perfecto, capacidad para controlar la historia y paciencia artística. Consigue que sus palabras calen hondo, encuentra el modo, y demuestra que en nuestra vida nada está clausurado. Bravo por Fuga en mí menor.

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