El ensayo es un espacio que se nutre del pensamiento histórico y cultural, en el que también se ha pensado lo político y lo público. Este género es compañero de la historia de América Latina desde la prosa en las cartas de los conquistadores hasta nuestros días, señaló la crítica literaria Liliana Weinberg, quien resultó electa como nueva integrante de la Academia Mexicana de la Lengua.
“Actualmente vivimos una epidemia de simplificación, ya que en el espacio público se tiende a simplificar los problemas, ante esta realidad es necesario que el ensayo recomplejice las situaciones y encuentre un espacio de diálogo”.
En entrevista, Weinberg resaltó que este género esta ligado a pensar lo público, por lo que es importante confiar en la buena fe del ensayista en tiempos en que la palabra puede ser tan creativa y luminosa como traducida a agresión, enojo y descontento. “También vivimos una epidemia de desconfianza en la palabra, cuando ésta está en la base de la convivencia humana y necesitamos creer en la palabra del prójimo”.
“La sensación de transparencia, sinceridad y confianza es fundamental para construir y reconstruir el tejido social. Un autor comentó que el ensayo siempre va firmado y es cierto, lleva una firma como la asunción de responsabilidad por la palabra”.
No obstante, la autora de títulos como Literatura latinoamericana, descolonizar la imaginación reconoció que el ensayo fue relegado por mucho tiempo. “La gente lo consideraba contaminado de realidad, de cuestiones ideológicas y políticas, por lo que no se asumía estrictamente como literatura o creación”.
Sin embargo, el ensayo ha explorado la experiencia de encuentro con el prójimo y actualmente esta prosa no ficcional tiene un papel importante en el acto de reconocernos, de pensarnos nacional y continentalmente.
“Si me pidieran definir el ensayo con un término yo hablaría de: entender el mundo, la vida, la realidad; ponerle nombre a las cosas, mostrar la mirada del sujeto que, curioso y preocupado, trata de traducir en palabras su visión y entendimiento”.
Una clave de este género, agregó, es cómo entender situaciones nuevas, se plantea así el cómo convertir todo tema en un problema y todo problema en un tema, cómo integrar lo nuevo. “Hoy vivimos toda una transformación entre público y privado, cercano y lejano, etcétera, cambios que ya se daban antes de la epidemia pero que se están acelerando”.
“En este acompañamiento de entender e interpretar al mundo, la epidemia detonó gran cantidad de respuestas brillantes que se cuestionan el miedo, la precariedad existencial, la muerte, lo social, lo íntimo, la convivencia… temas que siempre han estado presentes”.
Sin embargo, también incorpora cuestiones científicas, “cosas que parecían de especialistas pero que hoy lo integramos a la vida cotidiana. Es algo inédito lo que se está viviendo, son sensaciones nuevas porque además hemos cambiado la idea de espacio, tiempo, individuo, etcétera”.
En este punto, la presidenta del Comité de Historia Cultural del Instituto Panamericano de Geografía e Historia recordó las palabras del filósofo Michel de Montaigne: “La palabra es mitad del que la dice y mitad del que la escucha, vamos de la mano mi libro y yo”. En este sentido, destacó que el tipo de lectura que requiere el ensayo “se está perdiendo”.
“Tenemos que recuperar el oficio de leer, la artesanía para poder volver a ver la densidad de las ideas ya que a veces pasamos superficialmente por ellas, hacemos un recorrido rápido y se nos olvida el tiempo de leer la densidad, saborear las palabras, poder ver cómo va reflexionando el ensayista… estamos perdiendo otros niveles de complejidad y el sentido.
La ensayista argentina Liliana Weinberg fue electa en la primera sesión plenaria virtual de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), celebrada el 23 de abril, para ocupar la silla X, vacante por la muerte de José Pascual Buxó, no obstante, aún no se tiene prevista una fecha de ingreso por las medidas de contingencia derivadas de la COVID-19.
“Mi ingreso a la AML es una prueba de que las palabras son más fuertes que la epidemia y que el diálogo es más fuerte que la reclusión, aunque tendrán que pasar varios meses para que pueda dar un discurso de ingreso, pero espero que no pasen muchos meses”.
Pienso que el lenguaje y la palabra son fundamentales, añadió. “Recuerdo las palabras de mi maestro Tomás Segovia: ‘El lenguaje es la institución social por excelencia, es el modelo de lo social porque es algo que heredamos y legamos a nuestros hijos, es algo que nos hace humanos, que representa la vida y todo lo que hay en el mundo’”.
“Es tan perfecto como herramienta, decía Segovia, pues gracias a la posibilidad de decir: Yo, aquí, ahora, reordeno este mundo en lenguaje alrededor de cada uno de nosotros. El lenguaje es tan generoso que nos habla de lo ajeno, pero nos permite apropiarnos de él”.
La AML, añadió, celebra eso, el lenguaje y su riqueza. “Siento una enorme responsabilidad de ingresar a estos complejísimos debates en torno a la lengua, el léxico y demás temas referentes al lenguaje en compañía de tan respetados colegas”.
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