Poema del día

Los siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 04 de Marzo de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

 

Lunes

Es la historia de siempre


Es la historia de siempre

con los personajes de antaño

representan la farsa ideal

entretejiendo los hilos adecuados

para saber quién cae primero

ante el desengaño.

Es el cuento contado

de estar soñando no dormido

temor de quedarse seco

y sorprendernos

ante la soledad.

Es la ira cotidiana

de las ventanas aflojadas

las humedades a medio rumiar

es el “run-run” del tren

alejándose por las calles

de una ciudad titán

capaz de atestar

con golpe certero

al primer descuido

lo odio

todos se fueron por la misma vía.

 

Mariana Bernárdez (1964)

Labrar en la tinta

Colección Peristerá, México, 1988

 

Martes

¿Cómo iba a llegar?

Para Rafa, el místico


¿Cómo iba a llegar?

si el viento me retuvo.

Me envolvió en sus luces

me azotó

y me acarició con los cascos

de sus caballos.

Subió por mis sentidos,

palmo a palmo

desatando la locura

de oquedades, de

claveles enlazados.

Me dejó

muriendo un poco

entre sus labios.

¿Crees que así podría

llegar temprano?

 

Roxana Elvridge-Thomas (1964)

Labrar en la tinta

Colección Peristerá, México, 1988

 

Miércoles

El regreso…


El regreso oscureció los eucaliptos:

fue un letargo de ocaso y luna nueva.

Era el acecho de las hembras

que envolvían la colina con aire húmedo

y olvidaban sus ojos diurnos

con suavidad de gemido infantil.

Ánima en pena que ascendía al manantial

cual bestia indiferente

le era confusa aquella queja de mujeres.

El que regresaba se quedó

entre las ruinas de una casa pálida.


Alejandro Sandoval Ávila (1957)

El paso de las bestias y las aguas

Ediciones sin Nombre / Secretaría de Cultura, México, 2016


Jueves

Poderes del cuchillo


Cándido a veces,

el filo de la hoja

no se sabe cuchillo,

y su poder de muerte

permanece callado

al pelar papas,

blancos nabos,

asesinando sólo limones o cebollas.

Mas se presiente letal:

su creación primera

tuvo como fundamento

el hambre de la carne

de bestias o enemigos.

Un cuchillo jamás es inocente.

Nos ve de soslayo,

deseoso de ensayar toda su fuerza

al primer accidente,

por lo menos en un dedo,

en un brazo,

y sonríe

con el primer dolor

de la mañana.

Quiere saber de entrañas,

de hermosos músculos,

células y tegumentos,

no solamente cortar

rojos jitomates,

párvulas manzanas.

El cuchillo quiere hendir

y mirar lo que su acción divide:

es el gran multiplicador.

Su hoja

es un espejo,

pero no te acerques mucho

al vientre de su sed,

pues busca

encontrar su vaina perdida

en algún cuerpo,

en toda sangre.


Blanca Luz Pulido (1956)

Poderes del cuchillo

UNAM / Parentalia ediciones, México, 2015

 

Viernes

Da la impresión…


Da la impresión que te has quedado solo;

no es que hayas dejado a todos detrás, que

tu sagacidad, la agilidad de tus piernas, el

quiebre de cintura, la finta y el sprint

hayan surtido el efecto esperado; quizá

el juego acabó y tú sigues corriendo sin

darte cuenta; quizá la noche pasó y ese pájaro

no sea un ave nocturna. No siempre es

claro cuándo termina el día y comienza la noche;

al contrario es todavía más difícil (sabes

que amaneció, pero no quieres despertar).

Igual pasa en el campo de juego: dejas muy lejos

a los contrarios, ya estás en terreno enemigo,

pero no encuentras a un solo compañero; quizá

te pusiste el uniforme equivocado; quizá estés

perdido entre los horarios de juego; quizá equivocaste

la dirección de los campos; quizá hace tiempo que

la temporada acabó y tú sigues corriendo tras una pelota

que tienes tiempo de no ver, y ése es el punto,

el hecho que, a esta altura del juego, debes reconocer.


José Javier Villarreal (1959)

Una señal del cielo

Sello Editorial Universidad de Concepción

Hualpén, Chile, 2017

 

Sábado

Niño tras un cristal


Al caer la tarde, absorto

tras el cristal, el niño mira

llover. La luz que se ha encendido

en un farol contrasta

la lluvia blanca con el aire oscuro.

La habitación a solas

le envuelve tibiamente,

y el visillo, velando

sobre el cristal, como una nube,

le susurra lunar encantamiento.

El colegio se aleja. Es ahora

la tregua, con el libro

de historias y de estampas

bajo la lámpara, la noche,

el sueño, las horas sin medida.

Vive en el seno de su fuerza tierna,

todavía sin deseo, sin memoria,

el niño, y sin presagio

que afuera el tiempo aguarda

con la vida, al acecho.

En su sombra la perla ya se forma.

 

Luis Cernuda (1904-1963)

La realidad y el deseo 1924-1962

Fondo de Cultura Económica, México, 1964


Domingo

Chimalistac


Todos los silencios se parecen

pero ninguno como el de Chimalistac.

En la fuente sin agua

era duro como la piedra

y como la piedra, desnudo,

pero la piedra no era la piedra,

todavía.

Las cosas callaban y yo era niña,

libre el silencio era todo

o casi todo.

Los árboles al borde de ser árboles

hasta que la voz de mi madre llamaba a comer.

Mientras busco entre las piedras

el rastro de aquel tiempo

alguien pasa y mira la casa amarilla

que ahora es blanca,

mira la ausencia de mi madre en la ventana,

mira, no mira nada y se marcha.

Sus pasos se llevan a aquella niña lejana

para siempre.

 

Beatriz Novaro (1953)

Desde una banca del parque

Conaculta, México, 1998


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