Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 02 de Junio de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Leo frente a sesenta niñas y niños

Quizá perdí tiempo en proyectos que dan satisfacciones personales
o por escenas propuestas, y hoy suceden
los retos imaginados acontecen.

Todo un espectáculo son sesenta niños frente a mí.
Leí poemas acompañados con instrumentos
percutivos: un triángulo, una sonaja y una cabaza
y comenzó la función entre árboles y un lago de tortugas cerca
y después del espectáculo comenzaron a hacer preguntas
y preguntas muy claves:
por qué yo decía tanto en mi poema: serpentean, serpentean…
¿qué me inspira a escribir?,
¿a qué edad comencé a escribir?,
¿por qué me gustan los cuentos y las poesías?,
¿de dónde soy yo, de qué país?,
y que ¿cuántos años tenía?
Y preguntaron: ¿cómo me entretenía cuando era niño?,
y muchos niños y niñas querían preguntar al poeta
y yo quería escuchar todas las preguntas
y responder todas las respuestas, no hubo tiempo.
Las niñas y niños se iban, ya era hora de regresar a la escuela;
cuando pasaban a retirarse se acerca una niña al escenario
me da modestamente una hoja doblada donde se lee,
y hay un dibujo manga, un personaje que está de moda entre ellos;
dice la dedicatoria al pie del dibujo:
Hecho por Verónica;
con cariño, Cinthia y Verónica, primero de secundaria.
Era en la feria del libro de esta ciudad,
el señor que estaba ahí era un poeta, el poeta…

Manuel Luna (1955)
Voladero
Asterisco, Tijuana, 2018

Martes

Huelen tus dieciocho años…

Huelen tus dieciocho años a mejorana;
en las mejillas tienes rosas de abril,
y en tus labios untados de miel y grana
el engaño se oculta como un reptil.
Tus ojos, con la piedra de la obsidiana,
aguzan dos venablos en tu perfil.
Y eres blanda y jugosa como la anana,
y como el oro bella, preciosa y vil.
Al mirar el gusano tras de la vana
mariposa brillante de alas de añil,
más esclava que nunca, la bestia humana
avanza su monstruoso belfo febril,
a tus años, que huelen a mejorana,
a tus mejillas –frescas rosas de abril.

Rafael López (1873-1943)
Poesía reunida,
Edición de Serge I. Zaïtzeff,
Gobierno del Estado, Guanajuato, 1984

Miércoles

La covachita

En el tugurio sin nombre
el color rojo del vino
la roja madrugada
en la que conocí otra geometría
el roce de otros dedos como cinco puntos suspensivos
y el paso de otros ojos
pisando los talones a los míos
como una sombra: mi sombra.
¿Por qué o para qué?
¿Confundí su cuerpo con tu ausencia?
¿Su tacto su sudor su piel su sexo
con el olvido tuyo?
¿Me equivoqué de voz de nombre de lenguaje?
O simplemente
perdí el tiempo y los estribos
perdí el aliento
perdí la memoria y el olvido
y sobre todo
te perdí de vista
como se pierde la razón y la esperanza.
Se me perdió tu amor
en el vacío
se me quedó olvidado en tu abandono
en el fondo de mí
en el calor ajeno de una noche
y un desconocido.

Margarita Villaseñor (1937-2011)
En Las avenidas del cielo. Muestrario
poético de Aguascalientes y Guanajuato
Benjamín Valdivia, editor.
Metepec, Estado de México, 2018

Jueves

E-Mail para violín

Vez que te veo, vez que lloro de ti.
Otras veces me alimento de tus pestañas
y entro en tu luz. Se es hombremente hombre
en la medida de enloquecer
los animales, todos los animales que es uno,
especialmente uno que es su cuerpo.
Así las cosas, me hago vidrio hasta más allá de la
[transparencia, ahí mismo
te trizo, empiezo para verte por lo
raquídeo de tu esbeltez, sigo por lo alto
desde la nuca de tu pelo hasta la humedad. Ahí duermo,
beso tus pies de animala trémula.
Van 15 versos, ¿qué hago con estos 15 versos?
¿Los guardo para después?
¿Los tiro al aire contra las estrellas?
Pienso y pienso, Dios no da para más; el juego de Él
no da para más.
E-mail, e-mail de viejo, ala libérrima, escríbeme esta noche
a las tres de nunca, pasadas las aguas
de la era de los muertos. Llámame para confirmar lo diáfano
[del teclado.
Vez que vengo, vez que lloro de ti.

Gonzalo Rojas (1916-2011)
Qedeshím Qedeshóth. Antología
Fondo de Cultura Económica, México, 2017

Viernes

Desvaríos

Entre nosotros crece la ropa en las mañanas
se atraviesan mil veces los oficios
nos mueven los deberes
el futuro
las cosas.
Por si no fuera mucho alguien propone la medida
para que no te vayas
¿dicen?
es necesario el regateo.
Pero tus manos son mi tiempo
y no quiero jugar a detener la boca y los abrazos.
Te irás más tarde
¿dicen?
si encuentro la mesura
pero deseo tu cuerpo y este día
este preciso cielo
la película de hoy
la cama próxima
tu sudor y tu piel ahora en la tarde.
No voy a retener mis frases ni mi aliento
no me quiero tragar ni un poco de silencio
ni uno solo de los consentimientos.
¿Por qué la luz a medias?
¿Para que no te vayas cuando te irás?
Nunca se mete el sol antes de tiempo
y se pone lo mismo en días nublados.
Yo quiero tu cobija hasta que quieras
te doy mientras
mis ansias, mis costumbres,
mis ruidos, mi placer, mi desmesura,
así no sentiré cuando te marches.

Ángeles Mastreta (1949)
Doscientos años de poesía mexicana
Grupo Editorial Éxodo, México, 20

Sábado

En el fondo del olvido

En el fondo el olvido es un gran simulacro
repleto de fantasmas
Mario Benedetti

Como un cuadro que ha sido
descolgado a destiempo
y deja una marca gris en la pared vacía,
mi cuerpo se desprende
más allá del olvido,
ocupa su lugar.
Lejos del paraíso,
donde ya no es posible
enmascarar el sueño desencajado
del desaparecido,
ni blanquear la mano atormentada del delito,
ni difamar los labios en mitad de la piedra.
Como el escalador
que apoya todo el cuerpo
en los resquicios del vacío,
paso sin ser notada
abriendo las compuertas
borrando los caminos,
con la boca nodriza y los ojos ausentes.
Rehén de la memoria,
rememoro el olvido,
ese gran simulacro repleto de fantasmas
que arrastran
su silencio
hacia el abismo.
Como el ilusionista
que dibuja pañuelos en la seda del aire,
me guardo inútilmente una paloma
quebrada en las trincheras de la noche.

Rosana Acquaroni (1964)
Discordia de los dóciles
Olifante, Tarazona, 2011

Domingo

Copla VIII

Nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.
Porque la gloria de veros
en ese punto se quita
que se piensa mereceros.
Así que, sin conoceros,
nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.

Garcilaso de la Vega (1501-1536)
Poesías castellanas completas
Castalia, Madrid, 2010


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