Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 31 de Octubre de 2022
Por: Felipe Garrido
Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
 
Lunes
 
Acueductos del sueño 
1994
3 /4
 
25. La tierra
es una página azul
en blanco
 
26. El sol es un desierto
El mar es un desierto
bajo el sol absoluto
 
27. Si no toco tu cuerpo
mi lengua lo dibuja
lo calza letra a letra
Tu nombre me transita
 
28. Un árbol
es un hombre en movimiento
y el canto
el movimiento
de un árbol
 
29. Los caminos
se fueron
a pensar
a dónde iban
 
30. Mi sed escupo
frente a un cenote
Sangra tu imagen
Te bebo
 
31. El sueño de las islas son los puentes
por eso continúan siendo islas
de la esperanza
 
32. Catarata de arrugas
desprende la distancia 
Sin contenerse
agua y amor han transcurrido
 
33. Lumbre tu nombre
Mi voz
     astilla
 
34. Lancé una piedra
se volvió ave
Alas de arena
sobre mis manos
 
35. Sueño que soy un acueducto
que me labraste
con agua de un oasis
 
Carmen Nozal (1964)
Poesía reunida 1991-2021
Nieve de Chamoy / Mastodonte  
México, 2021.
 
Martes
 
Poderoso caballero
 
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro; 
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
pues que en las venas de Oriente  
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          ¿Más a quién no maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos lo guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad.
Porque pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues les hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
          Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
y hace proprio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
 
Francisco de Quevedo Villegas (1580-1645)
Obras selectas.
Librería ElAteneo, editorial.
Buenos Aires, Caracas, Lima, Montevideo,
Río de Janeiro, 1962.
 
Ande yo caliente
 
Ande yo caliente
y ríase la gente.
          Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis dias
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente;
y ríase la gente.
          Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
          Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente;
y ríase la gente.
          Busque muy enhorabuena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de una fuente;
y ríase la gente.
          Pase a media noche el mar,
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama,
que yo más quiero pasar
de Yepes á Madrigal
la regalada corriente;  
y ríase la gente.
          Pues amor es tan cruel,
que de Príamo y su amada
hace tálamo una espada
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente.
y ríase la gente. 
 
Luis de Góngora y Argote (1561-1627)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1961.
 
Miércoles
 
Pequeño mapa para llegar a Oku
 
Una silla y una mesa
ante el jardín
¿Una terraza con sombra?
Es un alto balcón
hecho de años y atención
adornado por algarabías
gorjeos, cantaves
Desde esta altura
miro la ciudad
como un lago petrificado
En lo alto de la montaña
soy montaña
El sol quema la superficie
de mis piedras
el zumbido de las chicharras
hiere el oído demoniaco del mediodía
No hay reloj
Las horas se miden por la luz
a la luz las nubes le van poniendo grados
Sube el calor como el humo de un incendio
aislado en las montañas
Llegan hasta aquí los ecos de las noticias
con su olor a yesca recién quemada
Mañana –me anuncia con su carcajada
un pájaro–
vendrán unos amigos
Ayer nos visitó una pareja
de aves azules con largas colas brillantes
Miro la tierra en el sonido del viento
que pasa entre las ramas del bambú
A lo lejos el motor de una avioneta
pone al cielo de esta tarjeta postal un timbre
Ayer viajé tinta adentro
por un antiguo mapa venerable
La maleza de la caligrafía japonesa
no me impidió visitar lugares y santuarios
Iba siguiendo a un par de hombres:
uno le abría paso a otro
como si fuese un maestro
–lo era
Los vi recoger como guijarros
vistas instantáneas del camino
A cada trecho
se detenían a saludar
aquí un insecto
allá una gota trémula
posada como mariposa
sobre una hoja
Abrían sus cuadernos
de vez en cuando
y volaban hacia adentro
con pesadas alas de tinta negra
Yo los seguía en su camino
En aquel bosque fanstasma
entrevisto desde el balcón de mi terraza
no veía ni oía yo a nadie
salvo el canto sordo
de los acentos
sobre las vocales
Un pájaro canta
detrás de otro
jugando a las escondidas
Los troncos gimen
No me siento ajeno
al canto del gallo
que saluda en la madrugada a la tierra.
 
Adolfo Castañón (1952)
 
Escena invernal
 
En el jardín de una casa abandonada, entre las hojas húmedas y yertas, algo brillaba con raro fulgor: el cráneo diminuto de un pájaro muerto hacía tiempo. Intacto, su pico hacía mucho no se abría para cantar. Limpié la casi transparente y frágil osamenta y busqué dónde darle sepultura. Elevé una plegaria muda por la canción nunca oída. Entre mis dedos sólo queda el recuerdo tacto de una esfera que alguna vez algarabía envuelta en plumas de polvo…
 
Adolfo Castañón (1952)
 
Círculo de Poesía. Revista electrónica de literatura, año 12, No. 20, mayo 2020, es una publicación semanal editada por Territorio Poético A.C., Azabache 136-A, Lomas del mármol, Puebla, Puebla, C.P. 72574, Tel. 2223544433 // www.circulodepoesia.com, (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) // Fundador y editor responsable: Alí Calderón. Director: Adalberto García López. Editores asociados: Mario Bojórquez, Mijail Lamas, Roberto Amézquita, Gustavo Osorio, Andrea Rivas, Rubén Márquez (Foja de poesía No. 476).
 
Jueves
 
La canción de Peronelle
 
Desde un claro huerto de manzanos, Peronelle de Armentières dirigió al maestro Guillermo su primer rondel amoroso. Puso los versos en una cesta de frutas olorosas, y el mensaje cayó como un sol de primavera en la vida oscurecida del poeta.
          Guillermo de Machaut había cumplido ya los sesenta años. Su cuerpo resentido de dolencias empezaba a inclinarse hacia la tierra. Uno de sus ojos se había apagado para siempre. Sólo de vez en cuando, al oír sus antiguos versos en boca de los jóvenes enamorados, se reanimaba su corazón. Pero al leer la canción de Peronelle volvió a ser joven, tomó su rabel, y aquella noche no hubo en la ciudad más gallardo cantor de serenatas.
          Mordió la carne dura y fragante de las manzanas y pensó en la juventud de aquella que se las enviaba. Y su vejez retrocedió como sombra perseguida por un rayo de luz. Contestó en una carta extensa y ardiente, interpolada con poemas juveniles.
          Peronelle recibió la respuesta y su corazón latió apresurado. Sólo pensó en aparecer una mañana, con traje de fiesta, ante los ojos del poeta que celebraba su belleza desconocida.
          Pero tuvo que esperar hasta el otoño la feria de San Dionisio. Acompañada de una sirviente fiel, sus padres consintieron en dejarla ir en peregrinación hasta el santuario. Las cartas iban y venían, cada vez más inflamadas, colmando la espera.
          En la primera garita del camino, el maestro aguardó a Peronelle, avergonzado de sus años y de su ojo sin luz. Con el corazón apretado de angustia, escribía versos y notas musicales para saludar su llegada.
          Peronelle se acercó envuelta en el esplendor de sus dieciocho años, incapaz de ver la fealdad del hombre que la esperaba ansioso. Y la vieja sirviente no salía de su sorpresa, viendo cómo el maestro Guillermo y Peronelle pasaban las horas diciendo rondeles y baladas, oprimiéndose las manos, temblando como dos prometidos en la víspera de sus bodas.
          A pesar del ardor de sus poemas, el maestro Guillermo supo amar a Peronelle con amor puro de anciano. Y ella vio pasar indiferente a los jóvenes que la alcanzaban en la ruta. Juntos visitaron las santas iglesias, y juntos se albergaron en las posadas del camino. La fiel servidora tendía sus mantas entre los dos lechos, y San Dionisio bendijo la pureza del idilio cuando los dos enamorados se arrodillaron, con las manos juntas, al pie de su altar.
          Pero ya de vuelta, en una tarde resplandeciente y a punto de separarse, Peronelle otorgó al poeta su más grande favor. Con la boca fragante, besó amorosa los labios marchitos del maestro. Y Guillermo de Machaut llevó sobre su corazón, hasta la muerte, la dorada hoja de avellano que Peronelle puso de por medio entre su beso.
 
Juan José Arreola  (1918-2001)
Narrativa completa.
Prólogo de Felipe Garrido.
Alfaguara, México, 1997.
 
Viernes
 
Hase movido, dama…
 
Hase movido, dama, una pasión,
entre Venus, Amor y la Natura,
sobre vuestra hermosísima figura, 
en la cual todos tres tienen razón.
          Buscan quien les absuelva esta cuestión,
con viva diligencia y suma cura,
y es tan alta, tan honda y tan oscura,
que no hay quien darle pueda solución.
          Ponen estas querellas contra vos:
Venus, que le usurpáis su sacrificio;
Amor, que no lo conocéis por dios;
          Natura dice –y jura por su oficio–
que de vuestra impresión nunca hizo dos
y que ingrata le sois del beneficio.
 
Francisco de Aldana (1537-1578)
 
“¿Ya te vas…
 
“¿Ya te vas, Tirsis?” “Ya me voy, luz mía.”
“¡Ay, muerte!” “¡Ay, Galatea, qué mortal ida!”
“Tirsis, mi bien, ¿do vas?” “Do la partida
halle el último fin de mi alegría.”
          “Luego ¿en saliendo el sol?” “Saliendo el día.”
“¿Te vas sin dilatar?” “Me voy sin vida,”
“¡Ay, Tirsis mío!” “¡Ay, gloria mía perdida!”
“¡Mi Tirsis!” “¡Galatea, mi estrella y guía!”
          “¿Quién tal podrá creer?” “No hay quien tal crea.”
“¡Oh, muerte!” “Acabaré yo mis enojos.”
“¡Ay, grave mal! ¡Ay, mal grave y profundo!”
          “Tirsis, adiós.” “Adiós, mi Galatea.”
“Tirsis, adiós.” “Adiós, luz de mis ojos.”
“¡Oh, lástima!” “¡Oh, piedad, sola en el mundo!”
 
Francisco de Aldana (1537-1578)
 
¿Cuál es la causa…
 
“¿Cuál es la causa, mi Damón, que, estando
en la lucha de amor juntos, trabados
con lenguas, brazos, pies, y
cual vid que entre el jazmín se va enredando,
          y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien, somos forzados
llorar y suspirar de cuando en cuando?”
          “Amor, mi Filis bella, que allá dentro
nuestras almas juntó, quiere en su fragua
los cuerpos ajuntar también tan fuerte
          que, no pudiendo, como esponja el agua,
pasar del alma al dulce amado centro
llora el velo mortal su avara suerte.”
 
Francisco de Aldana (1537-1578)
Poesías castellanas completas. 
Edición de José Lara Garrido
Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 1985.
 
Sábado
 
El segundo laberinto
 
El ala de tus ojos
ha batido mi piel
la cubrió de olivos verdes
que han sacudido mi piel.
 
A la sombra de sus pestañas
               Madre
se ha teñido 
               de oro el mar. 
 
Entre rescoldos de copas
él templa mi agua,
               Madre.
Este oro me derrama.
 
Cae nuevamente
               Señor
agua estremecida
              en tus cabellos.
 
La tarde
               Señor
iba derramando gotas
y suaves fulgores
respondían a la danza
               del viento
cuando un descender de plata
       comenzó a recordarme
               tu nombre.
 
Has desatado nuevamente
el descenso al fondo
               del abismo.
Y esta grieta que me atrapa
girando
       eterna.
No existía el segundo disco
–sin Paolo no se aprecia la tempestad–
       Sólo encierro
               estrechez de fruta seca
       tolvaneras.
Y sentir
que un golpe de tu aliento
       me rescata.
 
Una súplica
a ti quetodo puedes
       no me encierres
               en la charca
       no me hundas
               si tú sabes
hacer que retoce
                   el mar.
 
Celebro ritos nocturnos
        me incrusto de astillas
al develar tu aliento.
        Las ruecas
        sepultan hogueras
y ríos que se inflaman
porque la corteza de plata
       cobra vidas
            a la luz de tu nombre,
        Señor.
 
Roxana Elvridge-Thomas (1964)
Poesía joven. Veinticinco años
de un premio literario.
Selección, nota introductoria y prólogo de
Eduardo Langagne y Juan Domingo Argüelles
Premio Nacional de Poesía Joven de México 1990.
 
Domingo
 
Costura
 
La tarde del viernes
compré al mayoreo
hijos, agujas, dedales.
          Las noches de sábado y domingo
me puse a trabajar.
          La mañana del lunes
supe que era imposible
remendar más tu presencia.
 
Solidaridad
 
Le he tomado cariño al perchero
pues recibe con humildad
tu saco, tu camisa, tus pantalones.
          Es mi cómplice más firme
porque cuida celoso tus ropas cuando me amas.
No te dice que las acaricio mientras duermes
ni que en sus ojales abrocho mis sueños.
          El perchero sufre conmigo
si descuelgas tus prendas para irte
a caminar sin arrugas por las calles.
 
Vestigios 
 
Hoy en este martes ciego
tus manos insolentes me recorren
tus palabras subversivas contraen mis adentros.
          acepto el allanamiento de morada
mientras cae el peso de tus años en mis ojos
          al llegar el armisticio
alta la noche en este martes de bálsamos
queda en tu espalda la huella de mis ansias
          mañana todo será miércoles de ceniza.
 
Metamorfosis
 
Yo
antes de ti
pólvora secreta.
          Yo
contigo
adobe y quemadura.
          Yo
sin ti
ceniza y campodiablo.
 
 
Aritmética
 
Tus instintos más los míos
       Mi vida menos tu tiempo
              Tu cinturón por mis poemas
                     Y al final de cuentas
                            Entre mis piernas
                                   Tú.
 
Lucía Rivadeneyra (1958)
Poesía joven. Veinticinco años
de un premio literario.
Selección, nota introductoria y prólogo de
Eduardo Langagne y Juan Domingo Argüelles
Premio Nacional de Poesía Joven de México 1987.
 

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