Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 26 de Septiembre de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Símbolo

A mi tío, el poeta muerto don

José María Roa Bárcena.

Al débil y triste lampo

de un muerto sol de poniente

vamos los dos, quietamente,

por el silencioso campo;

          y al pie de una mustia higuera,

entre la hierba polvosa,

vemos, de pronto, una fosa,

y a un lado, una calavera…

          los vientos arrulladores

que de apartadas orillas

vienen, trajeron semillas

de maravillosas flores.

          Y en este cráneo sombrío

que hoy nomás la tierra llena,

una pálida azucena

ábrese al sol del estío…

          “¡Extraña combinación

de la muerte con la vida!”

murmuro sobrecogida,

levantando una oración.

          Y mientras mi mente inquieta

piensa en la fosa, mi amado

dice: “Aquí fue sepultado,

ha mucho tiempo, un poeta”.

          “Es por eso –luego advierte

el dueño de mis amores–

que, hasta después de la muerte,

ese cráneo engendra flores…”

María Enriqueta (1872-1968)

La Falange, 1922-1923

México, 1° de enero de 1923, p. 94-

En Revistas Literarias Mexicanas Modernas

Primera edición facsimilar

Fondo de Cultura Económica, México, 1980.

Martes

1. Pájaros

He llegado a la noche. Una lámpara me alumbra entre la yerba.

          Bajo un cielo lastrado los pájaros se nutren de silencio.

          Hay sombras de polvo en esta tierra, ¿por qué estoy yo adentro de su luz?

He visto a la prudencia volar como un ave de gracia en la frescura de la edad.

          Arriba un pájaro remonta el vuelo y en la grafía del aire me muestra su gusto por los árboles más tiernos.

Llueve en el aliento de las albas, en el país donde la bestia vaga como una sombra humana,

          Pienso en las vocales para la ascensión de la luz.

          Escucho el oficio de un insecto bajo las hojas del invierno.

          Miro los ojos de mi madre en el vuelo de los pájaros.

          Ha muerto con el crepúsculo en su corazón.

Hubo aquí fuego en la impureza de una oración.

         Queda el esplendor de los jardines abiertos a la salud de las dalias y las gardenias, de las zarzas en el silencio de la tristeza.

          Nuestra casa será atormentada por esa visión.

La morfina se agota en la dulzura. Sábanas blancas como el mugido de bestias sin compasión.

          Un ave me persigue por túneles de sombras como una inmensa melancolía.

Siento el agua, la flor de la montaña, el polvo. Hay ceniza debajo de la yerba. Palpo el letargo del agua en los rosales.

          Llueve sobre las manos de mi madre.

La luz está sobre las vendas de la tierra. Hay cánceres en los esquilmos de la arena. Chancros de malvas cicatrices,

          El soplo de los cielos como una sola línea en nuestras manos.

Las ramas de mi cuerpo te recuerdan.

          Ah, la melodía de una piedra en la montaña.

Han llegado los ángeles en un buque de carga.

          Son una jauría voraz en el lugar profundo del azoro.

Escucho a un ave en su abandono. Una niña en el sagrario de la noche, una muchacha que llama para disculparse a orillas de la tarde.

Vi el corazón del viento en la labranza, el campo en cada brote de la brisa,

          tu rostro en la frescura del abismo.

          Después, un regio patio donde los pájaros ardían bajo los feudos de su canto.

Alguien cubre tu cuerpo de silencio. Yo deletreo tu rosedal en el perfume de la tristeza.

Hay flores grandes en la hondura. Vírgenes solitarias a la hora en que tu llanto alumbra otro lugar.

Soles a medianoche. He llegado al vacío. Hay una flor áspera y silente en la dulzura de la ausencia.

La ofrenda de la sal se hace con cierzos. El fuego salta y se estremece en cada una de las palabras, en cada uno de los silencios.

          Yo te nombro entre los pliegues de la soledad.

Vine por ti del sueño bajo la yerba ciega. Eso era la felicidad: aquello que no tenía respuesta.

          Entre tu cuerpo y mis manos: un lamento.

He llegado a la noche y tengo miedo. He sentido la rectitud de la tristeza cobijarse bajo una yerba nueva.

          He visto a los gusanos roer mi condición de esclavo.

          ¡Libérame soledad, estoy enloqueciendo!

María Baranda (1962)

Nadie, los ojos.

Conaculta, México, 1999.

Miércoles

reflejo

Sería como hallar un estanque en noche de luna

dejar caer al azar los luceros de la mano

beber agua en copa de plata, inmaculada,

y estrellar en el fondo del abismo

el espejo, reflejo único.

Angelina Muñiz-Huberman (1936)

gacela

Paso de gacela, leve, atribulado

que no te siente la tierra ni la hierba

en este rincón te espero, no ahora, sino siempre.

          tras del abeto, agazapado cazador, lanza en mano

no pierde un momento de su extensa melancolía

paso de gacela, leve, se le escapa sin remedio

          que te espero, digo, no hoy sino siempre

paso de gacela, advertida, salta espléndida

          que, agazapado te espero, lanza en mano,

gacela, en perfecta huida, desdeña fidelidades

          vuelve, vuelve a mí, que te espero atrapado

entre esas tus altivas patas, almendrados ojos

y el tic nervioso de una y otra tus orejas

          inútil plegaria la del cazador desdichado

vacía voz la que entona cálidos desperdicios

su sombra es de todos conocida, mas no amada

sombra apegada, que no vuela, en un puño encerrada

          salto de la gacela, flecha para la nube

ni lanza de cazador ni estrella de sangre:

puede más la línea que no toca el horizonte

          me apresto tras de la sombra

gacela que habrá de caer:

si no es hoy será mañana.

Angelina Muñoz-Huberman (1936)

La tregua de la inocencia

Conaculta, México, 2003.

Jueves

La feria

Y estando a –

Y estando amarrando un gallo

Se me re –

Se me reventó el cordón.

Yo no sé

Si será mi muerte un rayo…

Los mecheros iluminan con su luz roja y vacilante rimeros de frutas, y a contraluz proyectan negras las siluetas de los vendedores y transeúntes.

--¡Pasen al ruido de uñas, son centavos de cacahuates!

--¡El setenta y siete, los dos jorobados!

--¡Las naranjas de Jacona, linda, son medios!

Periquillo y Januario están en un círculo de mirones, en el cual se despluma a un incauto.

--¡Don Ferruco en la Alameda!

--¡Niña, guayabate legítimo de Morelia!

--¡Por cinco centavos entren a ver a la mujer que se volvió sirena por no guardar el Viernes Santo!

Dos criadas conversan:

--En México no saben hacer prucesiones. Me voy pues a pasar la Semana Santa a Huehuetoca…

Una muchacha a un lépero que la pellizca:

--¡No soy diversión de nadie, roto  tal!

--¡El que le cantó a San Pedro!

--¡El sabroso de las bodas!

--¡El coco de las mujeres!

--¡Pasen al panorama, señoritas, a conocer la gran ciudad del Cairo!

Una india a otra con quien pasea:

--Yo sabía leer, pero con la Revolución se me ha olvidado.

En la plaza de gallos les humedecen la garganta a las cantadoras; y los de Guanavecí se aprestan a jugar contra San Juan de los Lagos.

En mitad del bullicio –¡oh tibia noche mexicana en azul profundo de esmalte!–, acompañado de tosco guitarrón, sigue cantando el ciego, con su voz aguda y lastimera:

O me ma –

O me matará un cabrón

Desos que an –

Desos que andan a caballo

Validós

Validos de la ocasión.

Y ha de ser pos cuándo no.

Julio Torri (1889-1970)

De fusilamientos. En Tres libros.

Fondo de Cultura Económica, México, 1981.

Viernes

Ese cadáver 

Ese cadáver que vi con mis propios ojos, 

poseedor de ojos idénticos a alguien o algo, 

que se comen comerían habrían comido los gusanos 

          (si me entierran de igual modo que 

a quien nunca amé ni llamé como debía 

–demasiado tarde hoy como ayer- 

pero imaginé dirigiéndome el habla 

desde su encierro, con ternura, sin angustia), 

          ese cadáver 

era el que quería que vieras tú, 

digno, no feo, sólo cuerpo muerto, 

fresco como una mañana 

de primavera-verano-otoño-invierno, 

entre narcisos-glicinas-arces-abedules, 

oliendo a sus aromas y a podrido, 

carente de expresiones, emociones, 

tan extraño y familiar, 

rebosante de tejidos u órganos que donar 

(córneas sanas, un corazón santo 

para quien acaso deseare seguir 

en el gran teatro del mundo). 

Quería que al desdoblarte 

desde tu realidad de iris y pupila 

te hallaras a ti misma. 

Donarte ánimo 

desde texturas inánimes. 

Para no partir así. 

Así, sin contraseña 

por si llegaba el momento. 

Un momento dado. 

          Y entonces, de buenas a primeras, 

in medias res

nos fuimos aproximando 

como al final de un viaje 

con destino a todo un continente, 

un hemisferio sin fronteras, 

avizorando no el confín sino el sinfín 

cada quien a su manera, 

a su ritmo, dispuesto a cruzar 

distancias excesivas con tal de, 

cada quien en su bella carabela 

construida a pulso. 

          (Munificente

es la palabra. 

Gris, no: grisácea. 

Seca, no: reseca. 

Pletórica. Eufórica.) 

          Te descubrimos: 

eras el agua misma. 

          (Entre arrugas asoma 

un lívido color de rosa, 

como si te hubieran 

retocado

el rostro 

antes de salir a escena, 

la grande, 

tras bambalinas. 

el cristal del féretro, 

el cortinaje del futuro, 

tras esa ventana sellada. 

Antes de salir al balcón 

de tu existencia. 

          Ya no se abren esos ojos 

que me miran como nunca; 

esos que llaman 

"ventanas del alma" 

y me llaman; 

que ofrecen certidumbre, 

confianza, juran 

conducirme a buen puerto, 

llevarme de la mano 

sin mano.) 

Pura López Colomé (1952)

Material de lectura. Poesía moderna. 218

Nota introductoria

de Javier Sicilia.

UNAM, México, 2020.

Sábado

Microensayos

El amor se reconoce en sus vestigios, así como se reconoce a los dinosaurios, por sus restos fósiles.

Los textos policiacos: cuentos, novelas, dramas… tienen como fin la representación de los delitos.

En el cuerpo el tiempo ejerce su labor criminal.

La desdicha de los hombres procede de la esperanza.

La novela es un género de personajes, más que de acción; de amplios discursos con raquíticas historias.

El sexo es un remedio contra la nostalgia.

La escritura nos permite llevar otras vidas.

No vemos las cosas como son, sino como somos.

El sexo es un duelo entre dos víctimas.

La vanguardia practicó la agitación léxica y gramatical; con ello cambió el sentido lineal del pensamiento y la imaginería poética.

Mediante el humor el hombre desestructura la realidad.

La fe radica en no creer en lo que se tiene enfrente.

Las palabras y las cosas, por fortuna, no son lo mismo: la palabra fuego no quema.

Leer y escribir / Se dice que no sólo se debe leer en voz alta; también hay que escribir en voz alta. Recordemos, según testimonios fehacientes, que Dostoievski aullaba sus páginas, y podemos imaginar, sin mucho esfuerzo, que Cioran (después de gritarlas y orinar sobre ellas), las masticaba. Leer y escribir son dramas no exentos de pasión.

El placer secuestrado / Los adolescentes son, por lo general, alegres y ruidosos. Viven como nadie –y como nunca– la profecía instantánea del aquí y del ahora. Son felices porque parecieran tener secuestrados el placer, la muerte, la vida miama,,, acostumbrados a vivir cuerpo a cuerpo ignoran la necesidad de un cuarto propio para sentir, sentirse. Para ellos la soledad es un sentimiento impreciso.

Benjamín Barajas (1965)

Microensayos

Oscura Palabra, México, 2004.

Domingo

Amiga, no te mueras…

Amiga, no te mueras.

Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,

y que nadie diría si yo no las dijera.

Amiga, no te mueras.

Yo soy el que te espera en la estrellada noche.

El que bajo el sangriento sol poniente te espera.

Miro caer los frutos en la tierra sombría.

Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.

En la noche al espeso perfume de las rosas,

cuando danza la ronda de las sombras inmensas.

Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando

el aire de la tarde como una boca besa.

Amiga, no te mueras.

Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes

para el lecho selvático fragante a sol y a selva.

El que trajo en los brazos jacintos amarillos.

Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.

El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.

El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.

Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas.

Racimos refregados. Mordeduras bermejas.

El que te llama desde las llanuras brotadas.

Yo soy el que en la hora del amor te desea.

El aire de la tarde cimbra las ramas altas.

Ebrio, mi corazón. bajo Dios, tambalea.

El río desatado rompe a llorar y a veces

se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.

Retumba, atardecida, la queja azul del agua.

Amiga, no te mueras!

Yo soy el que te espera en la estrellada noche,

sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.

El que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.

Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!

Pablo Neruda (1904-1973)

Puedo escribir los versos más tristes esta noche…

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

          Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

          El viento de la noche gira en el cielo y canta.

          Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

          En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

          Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

          Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar queno la tengo. Sentir que la he perdido.

          Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

          Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

          Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

          Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazpon la busca, y ella no está conmigo.

          La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

          Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

          Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.sus

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

         De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

          Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

          Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

          Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos  versos que yo le escribo.

Pablo Neruda (1904-1973)

Poesía completa. 

Alianza Editorial, Madrid, 2018.


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