Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 12 de Agosto de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

 

Lunes

La historia… la hace el viento

La historia… la hace el viento…
y la poesía también…
El hombre trabaja, inventa, lucha, canta… Pero el viento es el que organiza y selecciona las hazañas, las conquistas, los milagros, las canciones…
Contra el viento no puede nada la voluntad del hombre.
Yo, cuando el viento ha huido a la caverna… me tumbo
a dormir. Me levanto cuando Él me llama, ululante,
y me empuja. Escribo cuando Él me lo manda.
Luego, con lo que escribo –con mis versos– hace Él un revoltijo de naipes, de los que acaso no se salven mañana… ni el As… ni la Reina…
El viento es un exigente cosechero:
el que elige el trigo, la uva… y el verso…
el que sella el buen pan, el buen vino… y el poema eterno…
y al fin de cuentas, mi último antólogo fidedigno…
Será Él… el viento.
El viento es quien se lleva a la aventura
el discurso y la canción… ¡El viento!
Antólogos, historiadores, arqueólogos, eruditos, coleccionistas…
El que decide… es el viento.

León Felipe (1884-1968)
España y el viento
Serie Libertarias, Fogoneros del Desierto
Edición de Juan Manuel López Reyes
Comarca Lagunera, Torreón, 2016

Martes

Mañanita de San Juan

Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allí va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa en oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como sol.
Las damas mueren de envidia
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el Credo se perdió;
el abad que dice misa
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan
no aciertan responder, non;
por decir amén, amén,
decían amor, amor.

Ramón Menéndez Pidal
Flor nueva de romances viejos
Espasa, Madrid, 2001

Miércoles

Gratia plena

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
            Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía…
Era llena de gracia, como el Avemaría:
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
          Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
          Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar;
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
            ¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría;
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió… como gota que se vuelve a la mar!


Marzo de 1912

Amado Nervo (1870-1919)
La amada inmóvil * Serenidad
Elevación * La última luna
Prólogo de Ernesto Mejía Sánchez
Porrúa, México, 2009

Jueves

Epifanía en el barrio

Juro que ayer la vi,
era una niña de vestido blanco
conduciendo una bicicleta roja.
Hasta el sol la respetaba,
y hasta la luna se asomó en el día
para verla avanzar como volando,
para saberla sin sombra
en este pueblo.
Y te pensé.
Me dije que en un poema
te contaría que la vi.
Se cruzó a las cinco de la tarde
–hora mágica– conmigo,
con mis ojos de muñeca incrédula,
con mi visión de la vida
como torre derrumbada.
Te diría todo esto para creer
en el augurio de un Tarot borracho,
en mi facilidad para escribir
promesas que cumplo
en varios sueños;
también para enseñarte, cuando vengas,
no el hambre de mi corazón,
sino esa esquina donde vi
que pedaleaba.

Alma Karla Sandoval (1975)
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla
Ediciones Simiente, México, 2015

Viernes

aprende que los pobres…

aprende que los pobres son pobres
y los viejos viejos en todas las lenguas del mundo;
que cada ciudad tiene su
ciudad perdida
y su cantina –taberna–
y los mismos viejos tomando el té
y a sus muertos
y a sus pájaros ensangrentados
y a sus mujeres con pechos rebosantes
         y a sus fantasmas
y a sus ángeles con lágrimas
y a sus dandis y sus piedras y sus alambres
mujeres con los cabellos rizados
que el viento evita
y cielo

Maricela Guerrero (1977)
De “Tarde dominical con fotografías”
De lo perdido lo hallado
Conaculta, México, 2015

Sábado

Coccinella septempunctata

Una vieja, pequeña y cansada, sonríe
debe cocinar en ollas de peltre
y me gustaría tener una caja de cerillos
o una bolsa de terciopelo para guardarla
como un tesoro que esperó mucho tiempo entre
escombros
algo para mostrar a los amigos:
miren, vengan a contemplar la maravilla
en esta cajita de cerillos (o en esta bolsa de terciopelo)
guardo a una viejita que sonríe
y no necesita trabajar
no necesita planchar ropa ajena
ni remendar pantalones o llorar por los hijos
porque es mía y yo la guardo en una cajita de cerillos
o en una bolsa de terciopelo.

Mariana Orantes (1986)
Parkour pop.ético (o cómo saltar las bardas hacia el poema)
Armando Salgado y José Agustín Solórzano
SEP Dirección General de Educación Superior
para Profesionales de la Educación, México, 2017

Domingo

Serenata huasteca

1
Si paso por arco y arco
cuando mirándote estoy,
en este barco me embarco
porque de este barco soy,
en este barco me voy,
porque este barco es mi barco.

2
Paloma, la que volando,
volando me enamoró,
y yo me volé cantando,
y tú dijiste que no,
que te siguiera cantando,
pero que volando no…

3
Duérmete, arpa de mi amor,
ya no vuelvo a molestarte,
y ni pienses que me muera
porque no pude tocarte,
que me voy por una güera
con la música a otra parte.

4
¡Qué duro, silbando, el tren!
¡Ay, qué duro el tren silbando!
Y el adiós en el andén.
Pero tu pañuelo blando.
Cuando en tus ojos, mi bien,
me estabas amortajando.

Gabriel Zaid (1934)
La claridad furiosa. Antología
Colección Álamo
Coordinador, Rogelio Guedea
Lectorum, México, 2019

 


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