Lunes
La verdad
Nada sabéis de mí, ni siquiera vosotros
cuya vida transcurre en paralela
sucesión frente al cauce de la mía.
Ni tú siquiera, tú que me miraste
arrebatando al cielo de mis ojos
la gloria de su estrella más perfecta.
--Saber es escuchar entre silencios
la eternidad que un átomo contiene,
recoger en el hueco de la mano
la gota que hace rebosar el cáliz.
Mirar... y ver en el perfil oculto
de una tarde sin luz que nos traspasa
el estremecimiento de los astros
cautivos en el lecho de las nubes.
El secreto pavor de la semilla
en los surcos hirvientes de lombrices
y la angustia febril de la palabra
que fecundan las manos del poeta.
Nadie sabe de nadie, los amantes,
cuerpo a cuerpo obstinado, se entresconden
verdades mutuas, mientras se arrebatan
un don que sólo roza superficies.
El amor forja en besos y caricias
una red implacable: ese cilicio
que nos desgarra y cuya herida ansiamos.
El abrazo es de tierra, el exaltado
frenesi que pretende no acabarse,
es en sí mismo un huracán de polvo,
de un polvo con partículas divinas.
Las raíces del árbol solitario
pueden hallar, tal vez, en lo profundo,
otra raíz, angustia retorcida
de un anhelo que busca feliz eco.
Pero ¿y el hombre?...
antorcha pensativa
no logra enraizar aunque un mal viento
le desgaje el duramen socavado
por fieras dentelladas de pasiones.
Y es inútil el grito de la carne
prisionera del alma que diluye
los afanes concretos en el turbio
ir y venir de sus divagaciones.
Y, allí, bajo la carne florecida
de luz y primavera, el alma lucha
combatiendo a su vez por arrancarse
del incentivo que la prostituye.
Si eres mujer, no llores. Tu congoja
irrita y exaspera al que no entiende.
¿Qué saben ellos de ese amor oculto
que estremece tu cuerpo mal guardado,
de la enorme ternura desolada
que te invade sintiéndote desnuda?
Y no es tu sed de vida lo que abrasa
en la noche tus curvas más secretas;
es el ansia divina de entregarte
a algo infinito y puro igual que Dios.
El que duerme en tu lecho no concibe
que puedas esquivarte de sus brazos
por un ensueño que tú misma ignoras,
por la dicha que nadie te ha ofrecido.
Mas tú palpas y sientes la promesa
en el aire de fuego que respiras,
y en esa expectación, fiebre gozosa,
que ilumina de júbilo tus pasos...
Ernestina de Champourcin (1905-1999)
Litoral
Tercera Época – Número Dos
Cuadernos mensuales de poesía, pintura
y música, publicados en
M É X I C O
bajo la dirección de José
Moreno Villa, Emilio Prados,
M. Altolaguirre, Juan Rejano,
Francisco Giner de los Ríos
Número 2, septiembre, 1944.
Martes
El centauro
La obscura cabellera desatada
en su ondulante dorso de culebra
--ébano palpitante-- se deshebra
en lujuriosa y fúnebre cascada.
Como en un mármol plástico se quiebra
la luz en su cadera torneada
por el fulgor crepuscular dorada
como el anca rotunda de una zebra.
A las árabes yeguas ella roba
la blancura, y el fuego en su deseo;
¡así en sus nupcias, en la negra alcoba,
adonde muere el resplandor febeo
bordando de oro el lecho de caoba,
es un centauro el rápido himeneo!
El Universal, 10 de junio de 1894, p. 1
José Juan Tablada (1871-1945)
Misa negra
¡Emen Hetan!
(Cri des stryges au sabbat.)
¡Noche de sábado! Callada
está la tierra y negro el cielo,
palpita en mi alma una balada
de doloroso ritornelo.
El corazón desangra herido
por el cilicio de las penas
y corre el plomo derretido
de la neurosis en mis venas.
¡Amada, ven! Dale a mi frente
el edredón de tu regazo,
y a mi locura, dulcemente,
lleva a la cárcel de tu abrazo.
¡Noche de sábado! En tu alcoba
flota un perfume de incensario,
el oro brilla y la caoba
tiene penumbras de santuario.
Y allá en el lecho do reposa
tu cuerpo blanco, reverbera
como custodia esplendorosa
tu desatada cabellera.
Toma el aspecto triste y frío
de la enlutada religiosa
y con el traje más sombrío
viste tu carne voluptuosa.
Con el murmullo de los rezos
quiero la voz de tu ternura,
y con el óleo de mis besos
ungir de Diosa tu hermosura.
Quiero cambiar el beso ardiente
de mis estrofas de otros días
por el incienso reverente
de las sonoras letanías.
Quiero en las gradas de tu lecho
doblar temblando la rodilla...
Y hacer el ara de tu pecho
y de tu alcoba la capilla.
Y celebrar ferviente y mudo,
sobre tu cuerpo seductor
¡lleno de esencias y desnudo,
la Misa Negra de mi amor!
El Pais, 8 de enero de 1893, p. 1
José Juan Tablada (1871-1945)
La marquesa de Sade
Como un íncubo violador su ensueño
con alas de murciélago se agita,
pues no la mueve la pasión bendita
ni el alborozo del amor risueño.
Cuando su seno pálido palpita,
bajo los arcos negros de su ceño
algún infame y opresor ensueño
al torvo crimen su pasión incita...
Tiene de la Valois los devaneos,
soñando encadenar a su cintura
cual siniestros y eróticos trofeos,
el corazón de los que en ansia impura
murieron abrasados de deseos
¡a la sombra fatal de su hermosura!...
Intitulada "La poseída" en Revista Azul,
I (3) 20 de mayo de 1894, p. 45.
José Juan Tablada (1871-1945)
Obras I-Poesía
UNAM, México, 1971.
Miércoles
Reconsideraciones de la noche
El hombre ha comparado
Tantas veces la noche con la muerte,
Que una vez más sería
Sólo retórica y silencio.
Y sin embargo la muerte no será la noche.
Nadie se ofenda
Ni se llame a insulto, pues probable
Es que se acuda a su llamado.
Hurgo sueños y fatigas,
Saco tu nombre y mi destino uncidos.
Mis razones de cicatrices cubren su ordenamiento.
¿Qué debo preguntarme
Para que tú seas la respuesta,
Dónde estuve vociferando y en qué tiempo
Para callar ahora y escuchar de dónde vengo
No sé si en ti concluye o da principio
Esta búsqueda sin nombre y sin acierto.
¿A qué dioses invoca
Aquél que me ha traído
O a quién traiciona
Quien disimuladamente me introdujo?
Trofeo o recordatorio lamentable.
¿Qué palabras rituales se pronuncian
Cuando arribo?
Todo se oye a no-sé-lo-que-digo,
Pero comprendo que sólo es el eco
Que repite —¿repito?— tres sílabas para estar al abrigo
Del tiempo, buscando, hollando en los gerundios
-Y en tus paisajes aquello que me trajo
Del país más extraño a todo el mundo.
Amigos, unos pocos, no más
Si son amigos.
Y ellos
¿Son el signo
De tu aire memorioso?
Pero desde los aires veo
Que la amistad es el nudo del destino
Que me hace acudir a ti, que no has llamado.
Son muchas mis preguntas, pues soy necio.
Veo y admiro.
Los amigos, al fin, son los amigos.
He aquí que todo peregrinar tiene sentido.
Y abres los brazos y encuentras con tristeza
Que sí, que es hermosa la amistad, y que la tierra es ésta
Y que aquí encontraste lo que hace treinta y tantos años que buscabas,
Pero te da miedo ese frío de tu corazón
Que no te deja nombrarlos: amigos míos,
Es ésta la ciudad, yo no he nacido
Antes de verla y de estrechar vuestras manos, brazos y pechos.
Francisco Cervantes (1938-2005)
Más que presente soy pasado
Uno medita y oye
En algún momento
Que a sí mismo se responde.
Es que el pensamiento
Vuela por donde el cuerpo estuvo.
De su voz sólo su aliento
Leve, se quedó soplando.
Allí, donde se cumplió ese bando.
Morimos hace más de algunas
Décadas por buscar una solución violenta.
Ni jeroglíficos ni runas
Quedan de lo que obtuvimos en respuesta.
Pero nuestra sangre dio color
A este barro que despertó memorias,
Por ejemplo: estas líneas sin ardor
Despertando el ego solitario
De un hombre que busca su destino
Y en el plomo encuentra al fin su diario
Perseguido e infatigable desatino
Que a él ya le ha cansado,
Hermanos, amigos, más que presente soy pasado.
Francisco Cervantes (1938-2005)
Bajel de los sueños
Cantamos, reiremos,
Moviendo los remos
Del sueño.
Pero no es despiertos
Que nos vemos lejos
Del sueño.
Por amores muerto,
Cuitado el secreto
Del sueño.
No es de ti el recuerdo,
Ni de mí que vengo
Del sueño.
Por el agua al fuego
Llegaremos luego
Del sueño.
Por verte es que peno,
Sin canto, sin ruego
Del sueño.
En la barca, lento,
Los ojos contemplo
Del sueño.
Ya no nos haremos
A la mar, me temo,
Del sueño.
Mora mía, de nuevo
Lo serás huyendo
Del sueño.
Bajel que navego
Es el desconsuelo
Del sueño.
Francisco Cervantes (1938-2005)
El momento
Para Fernando Charry Lara
¿Será posible que mi voz no muera
Y alguien que ya fui y que soy
La escuche cuando sea?
Yo recuerdo, pero tardo
En entender esos recuerdos
Que, mientras, son un fardo
Que inútilmente siento
Justo hasta la hora,
El momento
En que la muerte me ilumina.
Pero, ¿cómo repetir con donosura
La frase cuyo sentido me calcina
Y al círculo me devuelve en su clausura?
Francisco Cervantes (1938-2005)
Cantado para nadie
Joaquín Mortiz, México, 1982.
Jueves
Nocturno a mi madre
Hace un momento
mi madre y yo dejamos de rezar.
Entré en mi alcoba y abrí la ventana.
La noche se movió profundamente llena de soledad.
El cielo cae sobre el jardín oscuro.
Y el viento busca entre los árboles
la estrella escondida de la oscuridad.
Huele la noche a ventanas abiertas,
y todo cerca de mí tiene ganas de hablar.
Nunca he estado más cerca de mí que esta noche:
las islas de mis ausencias me han sacado del fondo del mar.
Hace un momento,
mi madre y yo dejamos de rezar.
Rezar con mi madre ha sido siempre
mi más perfecta felicidad.
Cuando ella dice la oración Magnífica,
verdaderamente glorifica mi alma al señor y mi espíritu se llena de gozo para siempre jamás.
Mi madre se llama Deifilia,
que quiere decir hija de Dios, flor de toda verdad.
Estoy pensando en ella con tal fuerza
que siento el oleaje de su sangre en mi sangre
y en mis ojos su luminosidad.
Mi madre es alegre y adora el campo y la lluvia,
y el complicado orden de la ciudad.
Tiene el cabello blanco, y la gracia con que camina
dice de su salud y de su agilidad.
Pero nada, nada es para mí tan hermoso
como acompañarla a rezar.
Todos los días, al responderle las letanías de la virgen
–Torre de Marfil, Estrella Matinal–
siento en mí que la suprema poesía
es la voz de mi madre delante del altar.
Hace un momento la oí que abrió su ropero,
hace un momento la oí caminar.
Cuando me enseñó a leer me enseñó también a decir versos,
y por ese tiempo me llevó por primera vez al mar.
Cuando la pobreza se ha quedado a vivir en nuestra casa,
mi madre le ha hecho honores de princesa real.
Doña Deifilia Cámara de Pellicer
es tan ingeniosa y enérgica y alegre como la tierra tropical.
Oigo que mi madre ha salido de su alcoba.
El silencio es tan claro que parece retoñar.
Es un gajo de sombra a cielo abierto,
es una ventana nueva acabada de cerrar.
Bajo la noche la vida crece invisiblemente.
Crece mí corazón como un pez en el mar.
Crece en la oscuridad y fosforece
y sube en el día entre los arrecifes de coral.
Corazón entre náufrago y pirata
que se salva y devuelve lo robado a su lugar.
La noche ahonda su ondulación serena
como la mano que en el agua va la esperanza a colocar.
Hermosa noche. Hermosa noche
en que dichosamente he olvidado callar.
Sobre la superficie de la noche
rayé con el diamante de mi voz inicial.
Mi voz se queda sola entre la noche
ahora que mi madre ha apagado su alcoba.
Yo vigilo su sueño y acomodo sus nubes
y escondo entre mi angustia lo que en mi pecho llora.
Mi voz se queda sola entre la noche
para decirte, oh madre, sin decirlo,
cómo mi corazón disminuirá su toque
cuando tu sueño sea menos tuyo y más mío.
Mi voz se queda sola entre la noche
para escucharme lleno de alegría,
callar para que ella no despierte,
vivir sólo por ella y para ella,
detenerme en la puerta de su alcoba
sintiendo cómo salen de su sueño
las tristezas ocultas,
lo que imagino que por mí entristece
su corazón y el sueño de su sueño.
El ángel alto de la media noche,
llega.
Va repartiendo párpados caídos
y cerrando ventanas
y reuniendo las cosas más lejanas,
y olvidando el olvido.
Poniendo el pan y el agua en la invisible mesa
del olvidado sueño.
Disponiendo el encanto
del tiempo enriquecido sin el tiempo;
el tiempo sin el tiempo que es el sueño,
la lenta espuma esfera
del vasto color sueño;
la cantidad del canto adormecido
en un eco.
El ángel de la noche también sueña.
¡Sólo yo, madre mía, no duermo sin tu sueño!
Las Lomas, 8 de marzo de 1942
Carlos Pellicer (1897-1977)
Subordinaciones
Jus, México, 1949.
Viernes
Árboles
Yo no sé qué árboles son,
madre, los que lleva el viento
los que mezclan a los pinos
su fronda de un verde tierno.
Yo no sé qué árboles son,
madre, los que en el invierno
inclinan sus altas copas
ante la fuerza del viento.
Yo no sé qué árboles son,
madre, los que soñolientos
forman encaje en las ramas
y dibujos en el suelo...
Yo no sé qué árboles son,
madre, los que lleva el viento,
los que lloran por las noches,
los que dan voz al silencio.
Nuria Balcells (1925-2010)
Poema
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.
Faltas de luz mis palabras
van anegándose en ritmos
con un jadear penoso
que sabe de su vacio
y el momento está esperando
no sé qué matices tibios
que hagan ahondar mis palabras
por senderos de infinito....
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.
Nuria Balcells (1925-2010)
Me acuerdo hoy de Aranjuez
Me acuerdo hoy de Aranjuez,
del parque castellano,
de los álamos grandes
y de mí, recostado,
pared de piedra seca,
viendo el viento pasando,
el viento que los mueve,
mueve y remueve en vano.
Me acuerdo hoy de Aranjuez,
del cielo castellano,
del cielo, azul acero,
del viento entre los álamos.
De nada más, Teresa,
del viento, ruido raudo
y rama removida,
del viento castellano.
Max Aub (1903-1972)
Odio y amor
Uno es el odio y el amor
—Juan, Pedro, la tierra, el sol—
que lo otro, lo mío, es un pozo
mudo, ciego, manco, sordo,
a lo topo,
con su música interior
que ve sin ser visto,
habla sin ser oído,
anda sin ser sentido
y para quien todo es amor.
Max Aub (1903-1972)
Rueca
Primavera 1944 México
Año II Núm. 10
Revistas Literarias Mexicanas Modernas
Rueca II Otoño de 1943 / Primavera de 1945
Fondo de Cultura Económica, México, 1984.
Sábado
Romances de la voz sola
Que quede grabado en mí,
que todo el momento exacto
con su plenitud perfecta
quede en mi interior vibrando...
Que nada se pierda de él,
que no tenga que encontrarlo,
pobre limosna, en el sueño,
con su perfil deformado.
Que todo el ser, blanda cera,
guarde su latido exacto,
pájaro vivo en la malla
de la voluntad apresado,
que toda el alma esté alerta
y mi cuerpo esté afilando
sus mil memorias pequeñas
dispuestas a recordarlo.
Esta voz, que no es mi voz,
con la que hablo y me río,
que habrá de seguir en mí
y habrá de acabar conmigo,
esta voz, que no es mi voz,
que está robándole el sitio
a esa voz que yo me sé
cantando sonidos vivos...
Esta voz, que no es mi voz,
¿habrá de acabar conmigo
sin que la otra voz, mi voz,
pueda surgir de su olvido?
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.
Faltas de luz mis palabras
van anegándose en ritmo
con un jadear penoso
que sabe de su vacío
y el momento está esperando
no sé que matices tibios
que hagan ahondar mi palabra
por senderos de infinito...
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.
Nuria Parés (1925-2010)
Sed
¿Pedir? ¿Y a quién? ¿Y qué pedimos?
sé que hubo un tiempo para pedir y para llorar
el tiempo de la sal y de las lágrimas,
y hubo quien pidió pan
y quien pidió la paz y la palabra.
Y ahora yo pregunto
desde el oscuro borde de las ansias:
¿pedir? ¿Y qué pedimos?
¿Y a quién dirigiremos la plegaria?
Alguien cerró la espita,
la avara y torpe espita milenaria,
y cercenó las manos extendidas
y mutiló la paz y la palabra.
Están las fuentes secas,
se ha agotado el venero de las dádivas
con la última sal
o el último goteo de las lágrimas...
Manos zafias cegaron hontanares
y agostaron con fuego las gargantas:
y agostaron con fuego las gargantas:
"¡sed a los hombres de buena voluntad!"
mandaron y el destino del hombre se hizo brasa,
candente mar por donde van los sueños
dando bandazos como viejas barcas.
si es tiempo de sequía, tiempo acedo,
si a nuestro alrededor no queda nada,
si se acabó la sal
y se ha acabado el llanto, la paz y la palabra.
¿Qué podemos pedir? ¿Y a quién pedimos?
¡sólo queda la sed!... ¡La sed sin agua!
Nuria Parés (1925-2010)
La semilla
Y sin embargo...
algo debe quedar, alguna rinconera
debe haber sin limpiar todavía,
algún vasar, alguna estantería,
algún bote olvidado en la despensa,
algún grano de sal o una migaja
destinada a los pájaros, sobre cualquier alféizar...
Algo debe quedar en algún lado.
Por encima o debajo de la tierra
algo debe esperar calladamente,
hinchándose de rabia o de tristeza
agazapado bajo un banco público,
escondido en el quicio de una puerta,
en los blandos repliegues de un cerebro
o en las entrañas hondas de la tierra.
Algo debe quedar... una semilla,
una sola palabra verdadera,
una gota de sangre o una gota de llanto...
algo que no se pide y que se espera.
Nuria Parés (1925-2010)
XIV
Este árbol del jardín, tan solitario,
irguiendo al cielo sus desnudas ramas
en mística actitud, desamparado
en medio de la tarde que se acaba,
tiene un pardo soñar que sólo anida
el lejano tañer de la campana.
Es su tronco rugoso y sus raíces
al enlazar las piedras de la tapia
cobran en ese abrazo doloroso
expresión de agonía atormentada.
expresión de agonía atormentada.
Y en esa soledad, que sólo acoge
la angustia de la hora entre sus ramas,
el alma del paisaje se adormece...
viejo árbol del jardín: aunque mañana
Primavera gentil venga a vestirte
y cubra de verdor tus yertas ramas,
aunque tu copa anide nuevos trinos
y a tu sombra verdee hierba blanda,
nunca serás más dulcemente bello
que eres ahora en tu invernal plegaria.
y a tu sombra verdee hierba blanda,
nunca serás más dulcemente bello
que eres ahora en tu invernal plegaria.
tal como estás, junto a la tapia erguido,
agigantando tu humildad callada
en esta hora triste del crepúsculo
en que perfilas tu silueta amarga,
me duele tu belleza en mi melancolía,
tu soledad me duele en mi añoranza.
Nuria Parés (1925-2010)
Colofón de luz
Ediciones Torremozas, Madrid.
Primera edición,
¿año?, México, 1987.
Domingo
Los ojos de Delia
ODA IV
Pastor, escúchame antes
que vayas a la aldea,
que quiero como amigo
hacerte una advertencia:
verás enajenado
mil bellas zagalejas,
más frescas que las rosas,
más blancas que azucenas,
que, entre bailes festivos,
amorosas contiendas
y sencillos cantares,
bulliciosas se alegran.
Entre tanta zagala
verás una muy bella,
de ojos negros, vivaces,
y que se llama Delia.
Guarte jay! de sus miradas;
que en sus ojos se alberga
el hijuelo maligno
de Venus Citerea.
Francisco Ortega (1793-1849)
ODA V
Una mañana alegre
en el florido valle
con ardor altercaban
los discretos zagales.
Yo, que de allí no lejos,
con mi rabel suave
entonaba amoroso
mis sencillos cantarcs,
curioso entre la rueda
al punto fui a mezclarme.
Los bellos ojos eran
la causa del debate.
¡Oh, qué asunto tan bello
para mi pecho amante!
Aqueste solamente
los azules aplaude;
aquél dice: "los negros
son los que más me placen";
por los pardos el uno
expone su dictamen;
otro resuelto afirma
que todos son iguales
y que el color no influye
en su mayor realce.
El corro se enardece,
y cada uno hace alarde
de su sentir, diciendo
que es el más razonable.
Cuando improvisamente
del bosque Delia sale,
do se hallaba dormida
a la sombra de un sauce.
A todos los deslumbra
con sus ojos brillantes,
y la confusa gresca
se suspende al instante;
pues consiguió la bella
que con su vista amable
la cuestión decidida
por los negros quedase.
Francisco Ortega (1793-1849)
Antología del Centenario
Etudio documentado de la literatura mexicana
durante el primer siglo de independencia (1800-1821)
Obra compilada bajo la dirección
del maestro Justo Sierra
por Luis G. Urbina, Pedro Henríquez Ureña
y Nicolás Rangel
Primera parte II
UNAM, México, 1985.
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
® 2024 Academia Mexicana de la Lengua