Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 17 de Febrero de 2020
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Padre

Para Macedonio y Teresa

Al montón de polvo que te cobija
bajé esta tarde;
la sal de la llanura ardía
bajo el árido resplandor del silencio
y una furiosa soledad golpeaba
contra la flor caliza de los cerros.
Yo te hablé con esa ternura indómita
que rompe dignidades,
y me quedé de bruces en la tierra;
ahí donde ningún extraño enjugaría
las pupilas ajadas de desvelo.
Lejos,
en muchedumbre hambrienta palpita la vida
ajena de tu muerte y de la mía…
¿Es que pronto no habrá una lágrima
para mojar tu ausencia,
una antorcha vehemente que te salve de tanta
nieve oscura.

1955

Enriqueta Ochoa (1928-2008)
Poesía reunida
FCE, México, 2008

Martes

Nocturno

Una noche,
una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de música de alas;
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida,
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
por la senda florecida que atraviesa la llanura,
caminabas;
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca;
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectadas,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban,
y eran una,
y eran una,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga…
         Esta noche
solo; el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y solo
por la senda caminaba…
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chirrido de las ranas…
Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte,
era el frío de la nada.
Y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola,
iba sola por la estepa solitaria;
y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de murmullos, de perfumes y de música de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh, las sombras enlazadas!
¡Oh, las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh, las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!

José Asunción Silva (1865-1896)
Obra poética
Testimonio de Álvaro Mutis, Introducción
de María Mercedes Carranza,
Cronología por Jorge Nitales
Hiperión, Madrid, 1996

Miércoles

Vida garfio

Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente.
              A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.
              A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.
              Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas;
que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.
              Arrójame semillas; yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas,
yo subiré a mirarte en los lirios morados!

Juana de Ibarbourou (1892-1979)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1960

Jueves

El tiempo

¿Qué te queda si esta ciudad ya no es la tuya?
¿Si ya no encuentras el café de ayer
ni la avenida es clara como entonces
ni está contigo la muchacha aquella
que construyó caminos con tus pasos?
¿Qué te queda de ti si este grito de estatuas
es tan sólo tu voz extraviada entre espejos?
¿El espesor de la navaja te llama?
¿El grito de la luna te ha convertido piedra?
¿Tus ojos aún brillan cuando el amor se acerca?
¿La calle aquella ya fue demolida?
¿Sueñas que en otra esquina la mujer de silencio ya te espera?
¿Cómo es que no adivinas
que esto que nos enciende es sólo un sueño
sembrado alguna noche
por una mano extraña en nuestro cuerpo?

Jorge Souza Jauffred (1950)
En la línea de juego
Presentación de Luis Alberto Navarro
La Otra, Ayuntamiento de Guadalajara
Guadalajara, 2015

Viernes

Pinceladas

Entre sus dedos la gentil María,
Tal vez por distracción,
Con maldad inconsciente fue estrujando
Las hojas de una flor.
Y cual la noble víctima que cae
Otorgando al verdugo su perdón,
La flor entre sus dedos fue dejando
Aroma embriagador.
Después, el viento, de la pobre rosa
Las hojas dispersó,
Y en el viento también quedó impregnada
La esencia de la flor.
Yo conozco en el mundo muchas almas,
Que como aquella flor,
Encuentran una mano despiadada
Que mata su ilusión,
Y dejan en la mano que las hiere
La esencia de su amor.
Después, el mundo, que del alma herida
No tiene compasión,
Con sangrientos sarcasmos escarnece
Y aumenta su dolor;
Y al rodar esparcida por la tierra
La flor de su ilusión,
Va esparciendo en el mundo que la ultraja
La esencia de su amor.

Dolores Correa Zapata (1858-1924)
Mis liras: poesías
La Prensa Nacional, México, 1914

Sábado

Bébeme

Ebria en tu cabellera de vino tinto,
en el mareo de estar en ti
me siento un blues de elegantes compases,
una nota sola en la samba de tus labios.
Dedícame la canción de sal y néctar de tus muslos,
sé música a mis ojos
silencio consternado
ruido absoluto en mis insomnios.
Sé todo junto y colabora
un poco más con mi locura.
Pinta sobre un muro
un colorado sol y en desbandada,
mándame nubes de palomas mensajeras
con su misiva intrusa orquestando mis sentidos.
Yo escribiré con tinta
hecha de mi sangre:
bébeme,
invade con tu sed
mis manantiales.

Andrea Montiel (1950)
De callar este amor me duele el cuerpo
Caballo Verde / Armella / INBA
México, 1989

Domingo

Poema

Nuestro amor no está en nuestros respectivos
y castos genitales, nuestro amor
tampoco en nuestra boca, ni en las manos:
todo nuestro amor guárdase con pálpito
bajo la sangre pura de los ojos.
Mi amor, tu amor esperan que la muerte
se robe los huesos, el diente y la uña,
esperan que en el valle solamente
mis ojos y tus ojos queden juntos,
mirándose ya fuera de sus órbitas,
más bien como dos astros, como uno.

Carlos Germán Belli (1927)
Los poemas elegidos
Pre-textos, Valencia, 2011


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