Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 25 de Enero de 2021
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

La sangre

Yo me siento la sangre. ¿No la sentís vosotros?
Sangre de la mujer, cáliz abierto.
Yo me siento la sangre. Ella me nutre.
Me llena, me dibuja, me sostiene.
Callada sinfonía de mis pulsos.
Verso rimado en rojo por mis venas.
Vuelo encerrado en íntimas volutas.
Río escondido de infinitas ramas
fertilizando mi sensible barro.
Yo la siento correr. Flujo y reflujo
bate las hondas playas de mi pecho,
sube por mi garganta estremecida,
moja mis labios con sabor espeso
de miel caliente. Grita
y enciende la codicia de mis ojos.
Mi sangre, zumo denso circulando
por todos mis poemas. Limpia savia
irguiéndose en la regia primavera
del hijo conseguido.
Amo mi sangre. Cuando yo me muera
no la dejéis cuajarse como hielo
hecho con agua sucia.
No la dejéis secarse en polvo oscuro.
Descomponerse en jugos malolientes.
Cuando yo muera, abridme, desatadme
las frágiles esclusas de las venas.
Verted mi sangre toda. Derramadla--.
Absórbala la tierra como suya
y el agua deslizante de algún río
unte con ella el lomo de sus peces.

Ángela Figuera Aymerich (1902-1984)
Material de Lectura
Serie Poesía Moderna 59
Selección y nota introductoria de Carmen Alardín.
UNAM, México.

Martes

Liras

I
Rosa, rosa escondida
finísimo cometa de jardines
que en mi carne aprehendida
cierran los querubines
con una lenta curva de violines.
Herida, herida vienes
tu sangre por mis venas adelantas
en mi voz te sostienes
y sobre áreas blancas
amor secreto de la hoguera, canta.
El filo vigilante
del hielo, te acercó por la negrura
atravesó el diamante
tu briosa frescura
y fue sólo un perfume tu armadura.
Tu vuelo sumergido
sorprendió la raíz de los desiertos.
Yo escuché tu latido
a través de los muertos
que aun tiene tu relámpago despiertos.
En mí ¿vas a apagarte?
¿Voy a ser yo el silencio de tu fuego?
¿Logrará sujetarte
este círculo ciego
esta prisión amarga que te entrego?
¿O soy yo quien me fundo
en una claridad desesperada
y contigo me hundo,
y ya voy, libertada
sin comprenderte y en el sueño anclada?

II
Sólo el menguado aliento
de una flor bajo el agua, sosegado.
Un bosquejo de viento
para siempre callado
de selva y de nubes olvidado.
Muerde el agua la piedra
y sus grises recónditos devora
pero en sus nervios medra
la palabra sin hora
que no alumbra tu lengua turbadora.
Un lucero quebrado
punza en la savia de los jazmineros
en tierna noche ahogado
por íntimos senderos
oh luz desierta de ojos venideros.
El pájaro se entrega
el eslabón de su garganta viva
y arde en la dulce brega.
Pero la curva esquiva
Atraviesa su carne sensitiva.
Y sigue conmovido
pulidos pechos de caliente raso;
y por la sombra huyendo,
rubor de dios, acaso
el revés de la sangre oye su paso.
Pulso de la sonrisa.
Embrión de niebla bajo el tacto agudo
de la muerte indecisa,
hijo sin sombra, mudo,
detrás del sueño trágico y desnudo.

III
Pasan ciervos heridos
entre las acres brumas, jadeando
por su sangre seguidos,
pisan un cielo blando
ya por aires sin patria respirando.
Pasa una golondrina
sobre flecha de sal y flor secreta
y su cabeza fina
llena de luz violeta
al fiero cisne de la espuma reta.
Pasa el pez sorpendido
en el lunario fuego de su escama,
nada en un mar huido
que de lejos reclama
la blanca herida de su aguda llama.
Pasa un reptil mordido
por una gran palabra sin espinas,
su corazón caído
deja escapar divinas
palomas engendradas en sus ruinas.
Pasan llorando nieve
tan cerca que me enfrían la mirada,
mi boca no se atreve
fija en su doble espada,
a detener la rueda disparada.
Y a la luz que me grita
hurto el pecho y tenaz desobedezco
al ángel que me habita.
En dura tierra crezco
y mirando mis huesos envejezco.

Sara de Ibáñez (1909-1971)
Taller. México,
Número XII, enero febrero de 1941.

Miércoles

Marchita el alma (1885)

Marchita el alma, muerto el sentimiento,
mustia la faz, herido el corazón,
vagando errante por camino incierto
sin esperanza de alzanzar su amor.
Yo quise hablarle y decirle mucho, mucho.
Al intentarlo, mi labio enmudeció.
Nada le dije porque nada pude,
pues era de otro ya su corazón.

Antonio Zúñiga


Peregrina

Peregrina de ojos claros y divinos
y mejillas encendidas de arrebol,
mujercita de los labios purpurinos
y radiante cabellera, como el sol.
Peregrina que dejaste tus lugares
los abetos y la nieve y la nieve virginal
y viniste a refugiarte a mis palmeras
bajo el cielo de mi tierra, de mi tierra tropical.
Las canoras avecillas de mis prados,
por cantarte dan sus trinos y te ven,
y la flores de nectarios perfumados
te acarician en los labios:
en los labios y en la sien.
Cuando dejes mis palmeras y mi tierra,
peregrina del semblante encantador,
no te olvides, no te olvides de mi tierra,
no te olvides, no te olvides de mi amor.

Luis Rosado Vega (1873-1958)

Ómnibus de poesía mexicana.
Presentación, compilación y notas
de Gabriel Zaid.
Siglo XXI, México, 1989.

Jueves

Notas sobre poesía

1/10
Prólogo

El poeta tiene ideas acerca de la poesía en las que manifiesta la relación que existe entre él, como inteligencia, y la misteriosa sustancia que elabora. Estas ideas –hasta donde he podido observar—son tan precisas, cada una en su aislamiento, como las que forma el artesano sobre la calidad de sus materiales o la eficiencia de sus herramientas; pero, faltas de articulación y de método, no sería posible ensartarlas en un cuerpo de doctrina sino, nada más, ofrecerlas en estado de naturaleza, como impresiones personales que no alcanzan a penetrar en el enigma de la poesía, aunque sí, cuando menos, proporcionan una imagen de la personalidad del poeta.
El poeta no puede, sino ceder su puesto al filósofo, aplicar todo el rigor del pensamiento al análisis de la poesía. Él simplemente la conoce y la ama. Sabe en dònde está y en dónde se ha ausentado. En un como andar a ciegas, la persigue. La reconoce en cada una de sus fugaces apariciones y la captura por fin, a veces, en una red de palabras luminosas, exactas, palpitantes.
La poesía no es diferente, en esencia, a un juego de “a escondidas” en que el poeta la descubre y la denuncia, y entre ella y él, como en amor, todo lo que existe es la alegría de este juego.

José Gorostiza (1901-1973)
Cauces de la poesía mexicana, y otros textos.
La crítica literaria en México.
UNAM, Universidad de Colima, México, 1988.

Viernes

Dios está llorando en este instante

Dios está llorando en este instante, pero todos dicen que
llueve, que sólo está lloviendo
Yo presiento que llora, sospecho un dolor tras la luz apagada
que existe en mi conciencia, adivino ese llanto porque
el agua está más triste que nunca, porque esta manera
de caer es muy distinta
Todos miran pasar el tiempo como a un perro que llora
adolorido, como a un moribundo que persigue a los
hijos que nunca tuvo
Hoy la calle es un niño abandonado por los ángeles, un
pequeño extremadamente solo; no hay vendedores ni
muchachas bonitas paseando sus ropajes. Y todos sollo-
zan en el abismo de su soledad. Fingen y esa forma de
hacerlo es demasiado sospechosa
Nadie sale a mojarse siquiera la punta de los dedos, la lluvia
de hoy es diferente; las miradas divagan y al encontrarse
unas con otras s intimidan
Y es que hoy caen ángeles que lloran en el patio.

Every Castillo (1973). En
La luz que va dando nombre.
Veinte años de poesía en México,
1965-1985.
Dirección de Alí Calderón; selección
De José Antonio Escobar, Jorge
Mendoza y Álvaro Solís. Prólogo
de Jorge Mendoza y Alí Calderón.
Gobierno del estado de Puebla, 2007.

Sábado

Destruir el lenguaje
Destruir el ser que mira tras su celosía
Destruir para limpiarlo de abrojos

Quede lo blanco que también es lo negro

Sin el contraste no hay estallido

El añico es el principio del habla

aunque lo extrañado sea un brío

él pinta en el cielo ahumado de Guernica
el foco irisado que todo lo ve
la desolación que acusa el imperio de la barbarie
que alimenta en el hombre y no en el pájaro
quecrece en el risco de la línea
para avivar la ribera de lo extremo

si es falso el lenguaje también es falsa la creación

lo cierto sería la forma
el rayo que atraviesa en neuralgia el rostro
racimo que paraliza acertando lo brutal

valiente victoria al resistir

Apaga la luz Pablo
Apágala

y mira.

Domingo

De la insolación sólo el sereno
ese manantial de fiebres
que ciñe la visión cuando lo brotado
no sujeta el fulgor

o esa piedra en oleaje
o esa cesura que alcanza su ser
en la resaca de lo ausente

ardor del vacío que fascina
como si en su desbandada
se templara la angustia
hasta encontrar
los ojos desorbitados del caballo
y el lanzazo en su costillar
y su lengua de pájaro roto
y los desaparecidos
y los que vuelven
en el numeral del horror
que asciende del infierno
para morar entre nos.

Mariana Bernárdez (1964)
Rumor de niebla.
Posfacio de Vicente Quirarte
Bonobos, Ediciones del Lirio, AABA,
Toluca, 2020,

 


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