En torno a la Academia Mexicana de la Lengua

Martes, 21 de mayo de 2013
En torno a la Academia Mexicana de la Lengua
Foto: El Imparcial

por Marcos Marín Amezcua

Conmemoramos en torno a su tricentenario la fundación de la Real Academia Española (RAE), efectuada a instancias del marqués de Villena, el 13 de febrero de 1713. Aunque están reservados los fastos para empatarlos con el tricentenario de la aprobación definitiva del rey Felipe V fechada el 3 de octubre de 1714, es un momento propicio para que hablemos del idioma español en su versión mexicana, pues México alberga la quinta parte de sus hablantes.

Expresando mi reconocimiento, estas palabras quiero dedicarlas a los miembros de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) a la que me acerqué y, de manera destacada, a don Luis María Anson, académico de la RAE, a quien sé que le será grata la presente columna, al tener noticias frescas desde ultramar acerca de la imparable actividad de la AML —un mundillo de ferviente actividad constante que desarrolla nuevos proyectos difusores, que mucho se agradece—, que es correspondiente de la española y que fuera fundada en 1875, siendo la tercera hispanoamericana en su género y que hoy preside don Jaime Labastida. Me ha recibido d.ª Gloria Gopar, quien muy afable atendió mi solicita consulta y quiero agradecérselo por este medio.

¡Albricias! Fructificó la iniciativa propuesta por el noble aquel para constituir no una, sino ya veintidós academias que, a semejanza de la francesa, fueran centinelas de la lengua castellana —española para más señas, al situarse ya en ambos hemisferios—  dotada de su incuestionable universalidad por traspasar el solar hispano. Repensándolo tras lustros de haberla visitado en su domicilio anterior de Donceles 66, me dirigí a la AML a conocer su actual sede central en la capital mexicana, emplazada en la calle de Liverpool 76 —curiosa paradoja por ser un nombre proveniente del mundo anglosajón— que fue reinaugurada el 19 de noviembre 2002, asistiendo los reyes de España. Recordé que a ella pertenecieron ínclitos y trascendentales intelectuales como los finados Octavio Paz —nobel de literatura en 1990— o Carlos Fuentes —príncipe de Asturias 1994— resultándome muy grato que la AML se renueve y afronte airosa los desafíos del mundo moderno, informatizándose de manera conveniente.

Cuenta con una valiosa vocación de servicio a la sociedad, siendo rectora y explicativa. Ese es su timbre y su misión. En tanto resuelve consultas con el servicio Espín (Español inmediato) y actualiza su página web (http://www.academia....) incorpora nuevos miembros, pues me inquietaba que en años recientes sufriera perdidas enormes, aceleradas, menguándose su composición y su riqueza intelectual. Muy sensibles han sido los fallecimientos de Andrés Henestrosa, del hispanomexicano Eulalio Ferrer, de Ernesto de la Peña, Antonio Alatorre, Clementina Díaz y de Ovando o Carlos Montemayor. Mas la penosa pérdida de insignes prohombres, comprometidos con la difusión de la lengua no es óbice para admitir savia nueva que nutre y renueva sus filas para tan caro esfuerzo, admitiendo recién a personajes de talla magnífica como el director de El Colegio de México, don Javier Garciadiego y al reconocido intelectual don Roger Bartra. Valga referir que de sus 36 escaños numerarios 32 están ocupados, 5 por destacadas damas —la primera mujer en ingresar tiempo ha fue Carmen Millán— y planea nuevos ingresos, amén de contar 26 académicos correspondientes y ocho en el extranjero, más tres en retiro y cuatro honorarios.

La AML sigue fiel a efectuar sus reuniones de comisiones y de pleno los días jueves, en su sede alterna adquirida en los rumbos de Coyoacán, tal y como lo anuncia su tradicional Anuario —edición muy precisa, eficaz, concisa y completa que merece conocerse por ser tan extraordinario compendio—. La insigne institución cumple rigurosa su excelsa tradición de refinada estirpe, consistente en servir una reconstituyente copita de jerez el segundo y el cuarto jueves de cada mes en los recesos previos a las sesiones plenarias, programando en ellas la lectura de disertaciones a cargo de sus destacados miembros, en presencia de sus pares, como lo establece el mandato estatutario, con las que también engrosa su acervo y las publica en sus Memorias. Y no para en eso. Sus integrantes están recorriendo México organizando foros regionales, oyendo a la gente para recavar mexicanismos y acepciones diversas con que enriquecer el Diccionario alusivo, que ya cuenta con su primera edición (2010).

La AML no es ajena al devenir de la sociedad mexicana y cumple su ingente tarea de formular observaciones puntuales acerca del discurrir del idioma desde su ámbito del conocimiento. Un magnífico ejemplo ha sido la puntual intervención de su director, don Jaime Labastida, al pronunciarse asombrado sobre un resolutivo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que establece que expresiones como “maricón” y otras proferidas con ánimo de generar odio, desprecio, incitación a la violencia o con cariz homofóbico no serán protegidas por el derecho de la libertad de expresión y son discriminatorias. Aquí hay dos situaciones. Una: señala el tribunal que “pese a ser expresiones arraigadas en el lenguaje común, no pueden convalidar violaciones a derechos fundamentales y no las protege la Constitución”. Perfecto. Dos: puede suscribirse y secundarse el ánimo y el objeto perseguido por la Corte, pero dada la enorme subjetividad que le preocupa en la intención del empleo cotidiano de un término así como su arraigado uso social, se dificulta distinguir el fin de hacerlo, antojándose que la Corte podría estar a un tris de cometer un despropósito condenando su uso, prohibiéndolo al anticiparle ya una sanción. Don Jaime Labastida ha expresado la improcedencia de semejante prohibición, no por exaltar vocablos denigrantes, sino porque rebasa competencias. Sentenció: “(La Corte) ha intervenido en un tema que no le corresponde, que es el uso adecuado o inadecuado de la lengua”. Y no le falta razón.

Como abogado sostengo que la Corte fue más allá de valorar los hechos y las intenciones, arrogándose facultades de dudosa competencia, excediéndose al regular la libertad de expresión y algo igual de grave, el uso de la palabra. De cuándo a acá en democracia un tribunal ha de prohibir el habla de nadie hacia nadie y de paso, va normando el idioma. ¿Sabe qué sucede? Que caemos en la falsa creencia de que solo por expresarse la Corte, antes tan callada, ha de aplaudírsele todo sin miramiento ni reflexión alguna. Que ya meterse a regular el uso “correcto” de los vocablos normando el idioma, da mucho qué pensar para mal…. He coincidido con la reconvención académica, aplaudiendo de pie.

No quiero concluir sin expresar que esa intervención de la AML solo es un síntoma inequívoco de su vitalidad. Es pues, merecedora de mayores estímulos e impulsos para concretar importantes proyectos y celebro que se haya suscrito el Convenio Multilateral de Bogotá, que compromete a los gobiernos hispanoamericanos a dotar de recursos a sus respectivas academias de la lengua. Reconozcamos a la Mexicana su esmero, que ha contribuido al conocimiento del idioma español en su capítulo mexicano, en tanto que siendo dinámica, guarda una estrecha relación con sus homólogas, destacando la fluidez de la relación existente y el intercambio con la RAE, la Argentina de Letras y la Dominicana, que distínguese al hacernos oír al Caribe. También registra la notable participación de la Norteamericana de la Lengua Española, advirtiéndonos una realidad incuestionable ya anticipada por don Víctor García de la Concha, exdirector de la RAE: en los Estados Unidos está en buena medida el futuro del idioma español. Al tiempo….

Marcos Marín Amezcua es abogado y conferencista, catedrático universitario en México, colaborador de la revista DATAMEX de la Fundación Ortega y Gasset, miembro de la Asociación Mexicana de Estudios Histórico-Militares y de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe.

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