En su juventud, Felipe Garrido, académico del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) desde 1973, conjugó dos actividades aparentemente disímbolas: la literatura y el futbol. Como hacedor de libros, autor y traductor, llegó a conocer a la mayoría de quienes escribían en México, pues les editó obras con un escrupuloso cuidado, lo mismo a Juan José Arreola, Juan Rulfo y Carlos Fuentes que a Miguel León-Portilla.
Cuando calzaba tachones y se ataviaba con pantaloncillo, el ahora director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua jugaba de interior o medio a nivel de selección nacional amateur. Sin embargo, “tuve un problema cardiaco que me obligó a dejar el futbol, seguramente habría sido profesional”.
Sus compañeros de cancha estuvieron después en la selección de la Copa del Mundo de 1970; eran Carlos Albert, José Luis González, Miguel Mejía Barón y Javier Chalo Fragoso. “Con esa generación me habría tocado jugar”, recordó.
Albert Camus fue portero del Nantes, el equipo francés; Jorge Valdano, argentino, campeón del mundo en México 1986, es un espléndido escritor. Esto echa por tierra esa presunta oposición entre el deporte y la escritura. Los buenos deportistas llevan el estigma de ser malos estudiantes, y viceversa. “Es un prejuicio social que habría que combatir”, subrayó.
Cultivador del texto breve
Felipe Garrido recibió en fecha reciente el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura, “por su escritura inventiva y renovadora en el ámbito de la narrativa breve y por su labor infatigable en el campo de la promoción de la lectura, así como por su conocimiento de la cultura literaria e histórica de México”.
En especial, cultiva esos textos. “He tratado de ceñirme al cuento corto, no a otras formas breves, no al aforismo, no al poema en prosa, no al ensayo breve. Lo que he tratado de escribir son relatos donde hay por lo menos un personaje que se enfrenta a un conflicto”, refirió.
A la par de su actividad ininterrumpida como profesor del CEPE, ha estado en muchos lugares: en la hechura de libros, en la colección SEP Setentas, en el Fondo de Cultura Económica, como director de Literatura en Bellas Artes, de Publicaciones en el Conaculta, y actualmente como director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua y presidente de la Sociedad Alfonsina Internacional.
“El primer libro que publiqué se llamó Viejo continente, apareció en SEP Setentas. He realizado más de 90 títulos entre cuentos, cuentos para niños, ensayos sobre historia, literatura e historia del arte… La antología es una actividad que especialmente me gusta, y disfruto las traducciones, lo hago en tres idiomas: inglés, francés e italiano.”
Está por presentar una traducción suya de Pinocho, de Carlo Collodi, obra que se ha vertido al español varias veces y que leyó con avidez desde niño.
El universitario imparte en el CEPE el Taller de Escritura Creativa, que procura producir un libro colectivo en cada ciclo escolar. “Lo que haya podido dejar en algunos de mis alumnos y en algunos de mis lectores estará ahí mientras ellos vivan, luego todos desapareceremos; no me alegra, así es el juego. El día que me muera me gustaría desaparecer sin que nadie se diera cuenta, simplemente que haya un olvido paulatino, pues salir de escena es quizá más natural que haber entrado”, concluyó.
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