Los restos del historiador y miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, Edmundo O´Gorman, fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres

Martes, 27 de Noviembre de 2012
Los restos del historiador y miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, Edmundo O´Gorman, fueron
trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

El Zurdo Mendieta ha vuelto. El detective tiene esta vez que resolver el caso de una mujer que busca venganza por la muerte de su amante y para ello deberá sumergirse en la guerra contra el narco, esa tragedia diaria de la realidad mexicana en los últimos seis años que como dice su creador, el escritor Elmer Mendoza (Culiacán, 1949), solo ha servido para “crear enconos inconcebibles y exacerbar la violencia de las bandas”. Mendoza presentó el domingo por la noche en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara su última novela, Nombre de perro(Tusquets), llamado a ser otro hito de la narcoliteratura, un género del que es padre por derecho propio.

Travieso, de hablar suave y actitud inocente, Mendoza rechaza que la narcoliteratura se esté convirtiendo en un género para oportunistas. Al contrario, para el autor de Balas de plata y La prueba del ácido, se trata de novelas que restituyen la verdad en toda su complejidad social. “Es una estética de la violencia que se está dando en el cine y la música pero también en la ópera, la danza, las artes plásticas y el teatro. Es todo un movimiento, no es oportunismo. Es como descubrir una veta de metales: habrá quien saque las mejores pepitas y quienes solo rasquen. Me gusta la palabra narcoliteratura porque los que estamos comprometidos con este registro estético de novela social tenemos las pelotas para escribir sobre ello porque crecimos allí y sabemos de qué hablamos”.

Acaba el sexenio del presidente Felipe Calderón con su reguero de más 60.000 muertos asociados al combate contra el crimen organizado. El próximo sábado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) volverá al poder de la mano de Enrique Peña Nieto. El novelista no perdona los llamados “daños colaterales” de la etapa que termina: “Comparto la indignación de los 50 millones de mexicanos sometidos a la angustia de ver al Ejército en sus calles. En mi ciudad jamás había estallado una bomba y más de 60 policías fueron asesinados. La guerra contra el narco creó terror y una atmósfera de desconfianza. Dicen que la van ganando, pero la guerra no afectó a las actividades principales de las bandas. Todos tenemos la esperanza de que se acabe esta guerra, por eso voté al PRI, porque queremos recorrer las calles sin ir mirándonos la espalda”.

Hombre del norte, de la frontera, Mendoza se explaya contra la guerra de Calderón. “Alteró mi mundo, se rompieron los códigos. En el norte estábamos acostumbrados a los traficantes. Los sicarios son siempre indeseables, siempre están fuera de sí. Los narcos quieren que se les note, que las chicas guapas se fijen en ellos, quieren convertirse en héroes. El sicario siempre mira de abajo arriba, no tiene esa opción”. Y también contra la lacerante desigualdad de México: “Tenemos casi 60 millones de pobres. La pobreza es la mayor derrota de un país. Nuestros jóvenes no tienen sueños. Cuando pregunto a mis alumnos donde quieren estar dentro de 50 años no lo saben, no tienen proyecto de vida”.

El pasado 23 de noviembre se llevó a cabo una ceremonia solemne en la cual ingresaron los restos del historiador y miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, Edmundo O’Gorman (1938-1995), a la Rotonda de las Personas Ilustres. Josefina Zoraida Vázquez lo recordó con estas palabras: “O‘Gorman fulminaba la retórica nacionalista que impedía terminar con la pensión monstruosa de pasado y futuro y producía un presente de contrahechuras empeñado en atribuir los fracasos a los enemigos”.

Además, también fueron inhumados los restos de la pintora María Izquierdo (1902-1955), el compositor José Pablo Moncayo García (1912-1958) y la ensayista y dramaturga Amalia González Caballero de Ledón (1898-1986).

Con esta ceremonia y la colocación de los restos en monumentos construidos ex profeso, se recordaron y reconocieron sus aportaciones a la vida cultural y social de la nación. A la ceremonia protocolaria asistieron familiares y amigos de los personajes.

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