–Entonces Diosito –dijo la monja, que quería parecer cariñosa– formó al hombre del polvo, y sopló en su nariz y así le dio vida.
Era una tarde bochornosa. El grupo cabeceaba.
–Y Diosito –siguió aquella vocecita narcótica– plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado para que fuera feliz con Eva, su mujer. Y luego hizo nacer de la tierra árboles hermosos y buenos para comer y, entre ellos, también el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Una güerilla le guiñó un ojo a Francisco, para ponerlo nervioso.
–Luego Diosito llamó a los dos, Eva y Adán, y les dijo que de todo árbol podrían comer, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal; que no lo probaran porque morirían... Y que si lo obedecían serían eternamente felices porque él los amaba…
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