de la mujer mal puedes hablar, pero sólo hasta que llega la hora de acostar
de la norteña y la tapatía, la primera tuya, la segunda mía
de las tunas come una o dos; que si muchas, ¡válgame Dios!
de las vidas arrastradas, la del coche es la mejor
de limpios y de tragones, están llenos los panteones
de lo perdido, lo que parezca
de los caballos, el que puntee, y de los puercos, el que colee
de los lanzados es el mundo
de los olores, el pan, de los sabores, la sal