Jueves, 18 de Noviembre de 2021

Ceremonia de ingreso de Angelina Muñiz-Huberman

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Discurso de ingreso:
Lengua, exilio, palabra

Estimados Miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, don Gonzalo Celorio, director, doña Concepción Company Company, directora adjunta, don Adolfo Castañón, secretario, mesa directiva y personal de apoyo, amigos y colegas:

Preámbulo

“No creo que pueda aportar nada nuevo a la Academia y temo que me quedaré corto respecto a sus expectativas y en relación a lo que, con la mejor voluntad, no puedo revelar”.  Franz Kafka, Informe para una Academia.

Introducción

¿Por qué suceden las cosas en un tiempo y un lugar especiales? Difícil responder. El 28 de enero del año de 2021 recibí la bienvenida en la Academia Mexicana de la Lengua en plena pandemia del corona virus. Se me adjudicó la silla VII que había sido ocupada por don Miguel León-Portilla. Quienes propusieron mi candidatura fueron: doña Ascensión Hernández Triviño, don Javier Garcíadiego, don Roger Bartra, doña Silvia Molina. Recibí también llamadas telefónicas de apoyo de don Fernando Serrano Migallón, don Adolfo Castañón y correos electrónicos de don Antonio Crestani y don Rodolfo Villagómez. A todos ellos agradezco.

A la manera de tributo, quiero mencionar a mi maestra doña María del Carmen Millán por haber sido la primera mujer incorporada a la Academia Mexicana de la Lengua, impulsora del Centro de Estudios Literarios de la UNAM,  en cuyo grupo inicial de becarios me incluyó. Gracias a ella me dediqué a estudiar la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi, tema de mi tesis de maestría.

Menciono también muy especialmente a don Manuel Alcalá, quien fuera secretario perpetuo de la Academia Mexicana de la Lengua y de quien poseo una carta del 14 de junio de 1991 en la que avala mi tesis de doctorado. Mas no sólo eso sino que a continuación escribió un largo ensayo sobre mi tesis acompañado de acertados comentarios que muestran su extenso y profundo conocimiento de la cultura sefardí, y que guardo hasta nuestros días.

A continuación, unas palabras para los académicos que me postularon:

Doña Ascensión Hernández Triviño, lingüista, filóloga, con quien me une su lugar de nacimiento, Villanueva de la Serena, donde también nació mi abuela. 

Don Javier Garcíadiego, historiador, investigador, quien fuera presidente de El Colegio de México y con quien me unen lazos con dicha institución por haber pertenecido a la primera generación de becarios en El Colegio (1958-1962) convocada por Antonio Alatorre.

Don Roger Bartra, antropólogo, sociólogo con quien me une el exilio republicano español de sus padres, Agustí Bartra y Anna Muriá, haber escrito sobre ellos y el tema de la melancolía. 

Doña Silvia Molina, narradora, ensayista, con quien me une su relación con el exilio español, el Seminario de Cultura Mexicana y haber sido mi editora. 

Sobre la silla VII hago un recuento de sus ocupantes. En 1875, fecha de inauguración de la Academia en México, la silla VII fue ocupada por Sebastián Lerdo de Tejada y Corral, luego por José María Marroquí, Francisco de Paula Labastida, Francisco Pascual García, Antonio de la Peña y Reyes, Erasmo Castellanos Quinto, Mariano Cuevas, Julio Jiménez Rueda (por cierto, también mi maestro), Miguel León-Portilla. 

Como sigo preguntándome, ¿por qué suceden las cosas en un tiempo y un lugar precisos?, mi siguiente cuestionamiento es ¿por qué me tocó la silla VII que ocupara don Miguel León-Portilla? Si pensamos en términos filosóficos acudimos al azar y la necesidad, según la teoría de Jacques Monod, tomada a su vez de la frase atribuida a Demócrito: “Todo cuanto existe es fruto del azar y la necesidad”. De la combinación de ambos conceptos puede describirse cualquier actividad humana. Me toca la silla VII en el año de 2021, durante la pandemia, y la respuesta está en la obra de don Miguel León-Portilla.

De la vasta obra de don Miguel León-Portilla escojo Culturas en peligro [1] como una pieza clave para unos comentarios a su memoria. El eje central gira sobre la idea de señalar la existencia de culturas indígenas que se encuentran al borde de su extinción por presiones externas, internas, o ambas, así como los procesos de modernización, de avance tecnológico, y hasta sociológico, antropológico y económico. El análisis parte de la identidad cultural, de la aculturación, del “nepantlismo” o quedar en medio, del “écosis”, término acuñado por León-Portilla, aunque ya empleado por el historiador Tucídides, para indicar “el asentamiento y modo de actuar en relación con el medio circundante de un grupo de colonos que llegan a un sitio determinado”. [2]

Culturas en peligro abarca casos como la aculturación de los chichimecas de Xólotl en los siglos XII y XIV, la conquista espiritual por parte de los misioneros, el trauma cultural, mestizaje e indigenismo en Mesoamérica. Pero también se traslada al noroeste con los navajos y, posteriormente podríamos agregar el caso de los chicanos y su producción literaria actual. 

Culturas en peligro es un libro que abre caminos “casi sin límites de los varios puntos de vista de una historia cuyo hacerse y rehacerse nunca termina, bien sea desde dentro, desde fuera y también de ambas formas, en empeño compartido de conocer mejor los rostros diferentes de los pueblos y culturas”. [3]

Este amplio e incluyente criterio me permite enlazar con el asunto de mi discurso. Haré un recorrido por la cultura sefardí desde la Edad Media hasta nuestros días y su peculiar lengua derivada del español. Introduzco la palabra “exilio” como una muestra del concepto de identidad y de convivencia de culturas reflejado en la expulsión de España de los sefardíes y, a partir de 1521, la llegada a México de los criptojudíos y su papel en la vida colonial. En este contexto llego a la palabra “palabra” como la esencia de lengua y exilio.

El amor a la lengua, 1492

Cada vez que se pierde una tierra aparece otra “visión de vencidos”, otra lengua impuesta, otra religión, otra política, otras palabras.  Los  casos a mencionar son tan largos como la historia de la humanidad. Imperios sobre imperios, el afán de dominar es imparable.  Los reyes de la España medieval se preciaban de gobernar sobre tres culturas: la cristiana, la musulmana y la judía. La guerra de más de siete siglos entre cristianos y musulmanes terminada en 1492 llevó a los ganadores, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a instituir cambios de todo orden. Se proclama el catolicismo como la única religión del reino, el castellano como la única lengua y el territorio también único, recuperado. A continuación, el 31 de marzo de 1492, se emite el Edicto de Expulsión para la población judía o su conversión al catolicismo con un plazo de cuatro meses para su cumplimiento que, luego, se extendió hasta el 2 de agosto y después 10 días más. Así empieza otro éxodo más del pueblo judío y con él también la lengua sale al destierro. Si el pueblo expulsado no podía llevar consigo oro, plata, caballos, lo que se le  olvidó a los Reyes Católicos es que no se llevaran la lengua que, en cambio, fue conservada hasta nuestros días en todos los países donde se refugiaron. Este olvido de los Reyes dio lugar a que la lengua siguiera siendo hablada y a una enorme producción literaria vigente hasta nuestros días. Y no sólo eso, desde febrero de 2018 se creó la Academia Nacional del Judeoespañol (Ladino) en Israel, y en octubre de 2019 pasó a ser correspondiente de la Real Academia Española. 

Es así como el término de “visión de los vencidos” se extiende a otras culturas y otros idiomas. Entre paréntesis menciono otro exilio: el español republicano de 1939 con la presencia de judíos que cuando pudieron retornar a España, fueron partidarios de la Segunda República y, luego de la Guerra Civil, vinieron a México en los barcos del gobierno cardenista. Algunos de ellos escritores como Max Aub, Máximo José Kahn, Margarita Nelken, ejemplos de exilios acumulados y de lengua conservada.

Regresando a 1492, aquellos judíos que se quedaron en España y que fueron obligados a convertirse al catolicismo se les llamó cristianos nuevos. Pero hubo otra categoría, la de los criptojudíos, que no abandonaron sus orígenes y que siguieron practicando su religión en sus casas, aunque saliendo de ellas fueran a la iglesia a cumplir con los nuevos ritos impuestos. Antecedente de lo que habría de suceder con las antiguas religiones prehispánicas y el método de conversión que dio lugar al nepantlismo, según Miguel León-Portilla.  

Lírica sefardí          

La lengua que acompañó a los sefardíes se quedó como la lengua familiar, de las tradiciones, de los romances, de los refranes. Era la lengua de La Celestina y fue el tesoro más preciado que pudieron llevar al destierro. Fuera de España esa lengua siguió vigente, aunque detenida, con el agregado de palabras de otros idiomas según  los diferentes lugares de su peregrinaje.  

Un repaso de esta riqueza literaria es el siguiente. Establecidos los judíos en la península ibérica entre los siglos I y II de nuestra era desde esa fecha hasta el siglo XV destacaron en la cultura dentro de las ramas de: religión, judaísmo, lingüística, letras, ciencias, poliglotía, didáctica, ética. Fue la Edad de Oro de las letras hispanohebreas, baste recordar nombres como los de Maimónides, Yehuda ha-Levi, Shelomo ibn-Gabirol o el viajero Benjamín bar-Yoná, más conocido como Benjamín de Tudela, antecedente de Marco Polo que llegó hasta tierras del Lejano Oriente y de regreso a Tudela, autor del famoso Libro de viajes del cual me ocupé en una de mis novelas (El mercader de tudela).  

Después del siglo XV y en el exilio siguieron los sefardíes con esa tradición creando nueva obra literaria en los géneros de narrativa, poesía, ensayo, traducción. Durante la Edad Media los idiomas peninsulares fueron el hebreo y el árabe más la lengua romance y, como ejemplo, podemos citar los Proverbios morales (siglo XIV) de Sem Tob de Carrión dedicados al rey Pedro I, y en la literatura popular las jarchas combinando las tres lenguas.  En cambio, en el exilio, predominó el judeoespañol o ladino aunque escrito en caracteres hebreos. Actualmente, se emplean letras latinas con ortografía fonética, como en Aki Yerushalayim. Revista Kulturala Djudeo-Espanyola.  Dos autores de la literatura contemporánea en México que han escrito en esta lengua son Juan Gelman  con su obra Dibaxu en edición bilingüe y Myriam Moscona con Tela de sevoya  que incluye fragmentos y expresiones en ladino, y como literatura testimonial está Novia que te vea de Rosa Nissan, llevada a la pantalla fílmica por Guita Schyfter.  En música, el romancero sefardí sigue vigente y son múltiples las grabaciones que existen, por ejemplo, de Jordi Savall o de las cantantes Fortuna y Jaramar. Esta última recibió en 2016 el Latin Grammy por su disco "El Hilo Invisible" de cantos sefardíes con el Cuarteto Latinoamericano. 

El traslado de la lengua judeoespañola a otros países se convirtió en una fuente de investigación sobre el idioma español en el siglo XX. Menéndez Pidal e investigadores posteriores pudieron reconstruir aspectos de la vida y la cultura medieval española por este legado que casi quedó intacto. Entre la lírica conservada podemos mencionar romances tradicionales españoles más los sefardíes con sus peculiaridades culturales como los de tema bíblico; cambios de vocabulario: templo en lugar de iglesia; Dio en lugar de Dios (por considerar que la ese final indicaba muchos dioses); creación de nuevos romances en referencia a los países donde se encontraran con influencia de otras lenguas. El hecho de conservar la música fue también de suma importancia puesto que palabra y música se apoyan entre sí. Un fragmento del romance de “Amnón y Tamar” es el siguiente con la peculiaridad de que, gracias a un anacronismo, nos permite calcular la fecha de su elaboración: 

                                               Un ijo tiene el rey David

                                               que por nombre Amnón se llama

                                               namoróse de Tamar,

                                               aunque era su propia ermana.

                                               Fuertes eran los amores,

                                               Malo kayó y echado en cama.

                                               Un día por la mañana,

                                               su padre a verle entrara:

                                               -¿Qué tienes tú, Amnón,

                                               Ijo mío y de mi alma?

                                               -Malo estó yo, el mi padre,

                                               malo estó y no komo nada.

                                               -Sí komerás tú, Amnón, 

                                               pechugüita de una pava. 

He ahí el anacronismo en este último verso. Desde luego que en la época del rey David no había pavos en el Cercano Oriente, por lo que el poema en ladino se escribió después de 1492. A manera de nota al margen, recordemos también el poema de Federico García Lorca de su Romancero gitano sobre Tamar y Amnón. 

Como los pasos de la vida se fueron expresando por la poesía, otro género de amplia representación son los cantos de boda. Contamos con ejemplos de cantos de boda en el Poema de mío Cid, en el Libro de Alexandre, en el Libro de Buen Amor. Son mencionados en fueros y crónicas y se reglamenta sobre las celebraciones matrimoniales. En la tradición sefardí los cantos de bodas constituyen un abundante material que describe el desarrollo del matrimonio a lo largo de varios días, desde los preparativos hasta su culminación. Incluso hay cantos humorísticos. Y como resultado del matrimonio están las canciones de cuna. Uno de los ejemplos más conocidos, basado en el Cantar de los cantares, dice así:

                                               Morenika a mí me llaman 

                                               yo blanca nasí

                                               y del sol del enverano

                                               yo me ize ansí.

                                               Morenika, grasiosica sos,

                                               Tú morena y yo grasioso. [4]

Otro gran acervo de la lírica sefardí es los cantos de muerte. Pertenece a una tradición universal en memoria de la desaparición de un ser querido y que, incluso, dio lugar a la profesión de plañidera o llorona, presente también en la lírica popular mexicana. Un ejemplo es el siguiente:

                                    Ya amanese, ya amanesía,

                                    los que los piká la muerte

                                    no se adormían.

                                    Ya amanese en ese campo

                                    levantaivos las kemadas 

                                    y a faser planto. [5]

El refranero sefardí 

Una manera de mantener viva la sabiduría popular es por medio del refranero. Se tomaron del español y se adaptaron a la cultura hebrea. Los temas abarcan una amplia gama y se refieren a todos los aspectos de la vida, el pensamiento, la moral, el destino, las circunstancias, sin que nunca falte el humor. Estos son algunos ejemplos:

“Akontentóse Moshé con la parte ke le dio el Dio”. 

“Refraniko mentiroso non ai”.

“Kamina la tortuga, kamina con su kasa”.

“Kuando el gato se va de la kasa bailan los ratones”.

“De una pulga lo aze un gamello”. 

“El gamello no se ve la corcova, ve la del vezino”. 

“El ratón korre, korre, a la fin cae en la ratonera”.

“Nuera, dolor de muela”.

“Quien demanda al Dio poco, es loco”. 

“Ya echó tapetico”. 

El cuento 

La mayor parte de los cuentos provienen del Meam-loez o enciclopedia del pueblo, recopilados por Jacob Kulli en 1730. Sus fuentes están tomadas de la Biblia y otros libros judaicos, así como de anécdotas históricas. La popularidad de esta obra llegó a ser tal que se encontraba en todos los hogares de los sefardíes de Oriente. 

La novela 

A mediados del siglo XIX la novela en ladino empieza a desarrollarse y a tomar gran auge. Debido a la Ilustración o Haskalá las comunidades sefardíes reciben la influencia de corrientes contemporáneas y van dejando de lado las tradicionales. Nuevos temas surgen y la lista de novelas originales es de más de 300 en ladino la mayor parte con grafía hebrea. El periodismo también se desarrolla y la labor editorial. La traducción de novelas de la literatura universal es sumamente amplia, incluyendo a autores como Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Emilio Zola, Julio Verne, León Tolstoi, Máximo Gorki, Dostoievski, Jonathan Swift, Goethe y más.

El teatro

Al principio las obras teatrales se basaban en temas tradicionales. Más tarde adquirieron rasgos de la modernidad e incluyeron temas sociales y políticos de actualidad. En la ciudad de Salónica el teatro sefardí llegó a ser tan importante que el público asistente incluyó a la sociedad griega en general, a pesar de la diferencia de lengua.  

Nuestros días

Durante la Segunda Guerra Mundial quienes pudieron salvarse de ir a los campos de concentración y exterminio de los nazis emprendieron el viaje a  América. Al estar en contacto con países de habla española poco a poco fueron olvidando el ladino y adquiriendo el español actual. Recientemente el gobierno español emitió una ley que permitía adquirir la nacionalidad española a los sefardíes y muchos han regresado a España. 

Criptojudíos en la Nueva España 

Después del Edicto de Expulsión de 1492, aquellos judíos que se quedaron en España y que fueron obligados a convertirse al catolicismo se les llamó cristianos nuevos. Pero hubo otra categoría, la de los criptojudíos, que no abandonaron sus orígenes y que siguieron practicando su religión en sus casas, aunque saliendo de ellas fueran a la iglesia a cumplir con los nuevos ritos impuestos. Antecedente de lo que habría de suceder con las antiguas religiones prehispánicas y el método de conversión que dio lugar al nepantlismo, según León-Portilla. 

Los sefardíes expulsados partieron a las tierras más cercanas, a Portugal sobre todo y a los países mediterráneos, Marruecos, Italia, Grecia, Turquía aunque también a Francia, Inglaterra, los Países Bajos, Bulgaria y Rumanía. Otra vía de escape fue la huida a los recién descubiertos territorios del continente americano, pensando que la Inquisición no los alcanzaría. En la Nueva España, hubo muchos casos de regreso a la religión original. Podemos mencionar la trágica historia de la familia Carvajal; el misterio de la desaparición del escritor Mateo Alemán; la complicada vida del ermitaño Gregorio López; la excéntrica vida de Rafael Gil Rodríguez. En el siglo XVII hubo congregaciones en la Ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Veracruz, Zacatecas, Monterrey, Campeche, Mérida. Es probable que también hubiera centros de culto en Guatemala, Nicaragua y Honduras, según Seymour B. Liebman[6].

Pero, una vez instalada la Inquisición en 1571 la persecución contra los judaizantes fue exhaustiva. Incluso hubo enjuiciamientos por haber escrito un poema que según la Inquisición contenía herejías. Tal fue el caso de Juan Bautista Corvera y su poema “Seguir tiene la virtud” que dio lugar al proceso en su contra. También es de mencionar la destacada presencia de las mujeres que fueron llamadas “empecinadas” por la fuerte voluntad de afirmar su fe. Entre las procesadas por la Inquisición se encuentran, además de las hermanas Carvajal, Anna Vaéz y Marina de San Miguel.  

Sobre la familia Carvajal se ha escrito largo y tendido, por lo que aquí sólo mencionaré el interesante dato de que en 2017 regresó a México el primer documento que testimonia la presencia sefardí en el continente americano. Dicho documento de Luis de Carvajal el Mozo que se encontraba en el Archivo General de la Nación había sido sustraído ilegalmente del país en 1932. Con esta recuperación se incrementa la posibilidad de estudios sobre el tema. 

Reminiscencias

Severino Salazar,  en su novela Desiertos intactos trata de  un misterioso anacoreta del siglo XVI que vivió en la región desértica de Zacatecas: Gregorio López, supuesto hijo bastardo del rey Felipe II y su amante judía. Una vez establecido en el desierto zacatecano se relaciona con los huicholes, chichimecas y tarahumaras, razón por la cual también fue marginado y hasta demonizado. 

En la novela de Severino Salazar los hechos trascurren entre el pasado con referencia a lo que fue la vida de Gregorio López en el desierto y nuestros días con un profesor que investiga la vida del anacoreta. 

En cuanto a Mateo Alemán, autor del Guzmán de Alfarache, el único documento que se encontró sobre él es la renta de una casa en Chalco, pero un grupo de profesores de la Universidad de Sevilla estableció su fecha de muerte en 1614.

Silvia Hamui Sutton en su recién publicado libro El judaizante Rafael Gil Rodríguez y el declive de la Inquisición: Nueva España, siglo XVIII, describe la vida de este judaizante y su comportamiento dado a excesos, contradictorio, misterioso, obstinado que, para el Tribunal de la Inquisición constituyó un asunto de difícil solución. Aunado al momento histórico que anunciaba una transición hacia un mundo de predominio racional, lo que  complicó aún más el veredicto inquisitorial. 

Según aumentaba la persecución inquisitorial contra los judaizantes éstos iban trasladándose hacia el norte de la Nueva España y estableciéndose en California, Nuevo México, Arizona, como lugares de refugio. Hoy en día existe la Sociedad de Estudios Criptojudaicos y la editorial Gaon Books en Santa Fe que organiza congresos sobre el tema. 

Hace un par de años fui invitada por el Seminario de Cultura Mexicana a dar una conferencia en Lagos de Moreno, Jalisco. Me llevaron a visitar los alrededores y me mostraron la casa de los que hasta la fecha son llamados “portugueses”, descendientes de los criptojudíos. Por la salida de España a Portugal el término de “portugués” disimuló el origen judío pero quedó como marca distintiva.  

Los mencionados son unos cuantos ejemplos de la sobrevivencia y culto de la memoria de este peculiar hecho histórico y de sus ramificaciones. En el fondo se trata del uso de la lengua como fenómeno transnacional  por lo que aquí viene a propósito citar el hecho de la emigración de mexicanos y latinoamericanos hacia los Estados Unidos y la conservación de la lengua. La obra de creación por autores de origen mexicano suele incorporar fragmentos en lengua chicana o “spanglish” y abarca todos los géneros. Destacan Antonio Villarreal y su novela Pocho, Raymond Barrios, Ricardo Vásquez, Óscar Z. Acosta, Ron Arias, Tomás Rivera. La literatura femenina tiene un gran impulso con Sandra Cisneros a la cabeza y su obra  The House on Mango Street al lado de Estela Portillo Trambley, Rosaura Sánchez, Erlinda Gonzales-Berry, Ana Castillo. En todos los casos el concepto de Aztlán es particularmente avalado, pero al cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos surge “Nepantla” como situación intermedia. 

Como dato curioso Ilan Stavans tradujo el capítulo primero del Quijote al chicano y he aquí un fragmento:

“In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un greyhound para el chase”. [7]

Efraín de Atenas de Máximo José Kahn 

A continuación quiero mencionar a un autor en relación con el sefardismo, aprovechando que recientemente una de sus obras ha sido reeditada por Renacimiento / Biblioteca del exilio y la Universidad Iberoamericana. 

Máximo José Kahn, autor poco conocido que nació en Frankfurt en 1897, vivió en la España republicana, fue cónsul en Salónica y luego de la Guerra Civil formó parte del exilio español en México para después trasladarse a Argentina donde murió en 1953. Se sintió atraído por la cultura sefardí y escribió obras como Apocalipsis hispánica y Efraín de Atenas. Fue amigo de autores de la época y del exilio como Juan Gil-Albert, Rosa Chacel, Francisco Ayala, María Zambrano. En México trató a Octavio Paz y a Elena Garro. 

Efraín de Atenas versa sobre una crónica familiar de tres generaciones de sefardíes en Atenas. “Efraín, proveniente del  éxodo sefardí de 1492, encarna en sí las vertientes de asimilación y tradición. Tiempos antiguos y tiempos modernos entretejen su identidad”. [8]

Otro exilio, otro nepantlismo

Los exilios no acaban. El ser humano en movimiento avanza. Perdida la Guerra Civil Española (1936-1939) una nueva “visión de los vencidos” se opacó. Los que quedaron sin tierra empezaron el viaje por mar y la llegada a México fue un enfrentarse al ser y la identidad. Fue de nuevo la lengua la salvadora y aunque la misma, fue también la diferente. Hubo que adaptarse, vivir entre dos situaciones. Dentro y fuera intercambiables. Los que llegaron de niños la eligieron como forma de la identidad. Niños que se convirtieron en escritores y constituyeron una generación con rasgos propios. Fueron llamados de distintos modos: cronológicamente, la Segunda Generación; Fronterizos como los antiguos romances, ideado por uno de sus integrantes, Luis Rius; Generación Nepantla, por Francisco de la Maza; Hispanomexicanos según Arturo Souto. Y, más recientemente, como probable pertenencia a la Generación de Medio Siglo, propuesto por Enrique López Aguilar. Mientras que, en España, Eduardo Mateo Gambarte los nombra Los Niños de la Guerra. Por lo que, indudablemente, constituyen una generación literaria en busca de identidad. [9] Una generación entre la melancolía, la trasgresión, el amor por la lengua.  

Algunos de sus versos así lo expresan. De Ramón Xirau sobre la añoranza del paisaje: 

                                               Sueño de los naranjos

                                               cerca del tiempo incierto

                                               nacen y crecen, viven,

                                               árbol de luz, las playas. [10]

De Jomi García Ascot:

                                               

                                              El domingo en la tarde nos damos cuenta 

                                             de que tarde o temprano

                                             nos vamos a morir. [11]

            

De Angelina Muñiz:

                                               

                                               Quien no tiene casa

                                               no tiene muro. [12]

De Luis Rius:

                                               Y pienso en otras horas

                                               de otros años lejanos. [13]

                                               

De José Pascual Buxó:

                                               Pido

                                               un puño de cenizas. [14]

De Tomás Segovia:

                                               Pues toda permanencia te condena.

                                               Del tiempo es tu destierro. [15]

De Francisca Perujo: 

                                               Aquí el cielo es bajo y pesa demasiado. [16]

De Federico Patán:

                                               Violenta la soledad, pues que te has ido. [17]

Reflexiones sobre el poder de la lengua

¿Por qué estamos aquí, en esta prestigiosa Academia Mexicana de la Lengua si no es por amor a ella y a la palabra? Que acompaña en el exilio, que borra la soledad, que establece la hermandad, que es consuelo. Poderosa fuerza que para los dictadores puede ser una amenaza y prohíbe su habla a los pueblos derrotados como ocurrió con Francisco Franco mandando encarcelar a catalanes y a vascos por hablar su lengua. O bien la lengua también puede ser impuesta en los países conquistados como el inglés, el francés, el portugués, el español frente a la lengua original que persiste escapando a dominios, violencias, ideologías. Y aun el polémico llamado lenguaje inclusivo. O el lenguaje que traspasa las especies animales y que puede ser el canto de los pájaros o de los delfines, los ladridos, los maullidos, los graznidos, con sus variantes que tienen un significado especial y que los humanos no entendemos.

En fin, ¿qué haríamos si no pudiéramos comunicarnos? Si las palabras por más que las tengamos en abundancia son insuficientes y acudimos a los gestos inconscientes de las manos y los músculos de la cara, para apoyar la expresión, o tal vez en herencia de un primer lenguaje por signos. Y las onomatopeyas que por sonidos imitativos aún nos han quedado.  

La lengua y su musicalidad, los tonos agudos, graves, esdrújulos. Las canciones y el ritmo establecido. La medida y los compases. El verso que relata la épica de los pueblos y luego la lírica y la dramaturgia. Palabra y palabra que permiten ser utilizadas  no con un estricto sentido sino con sus variantes significativas o sugeridas y con su traslado a símbolos e imágenes. Palabras que se desgastan y surgen las sustitutas. Palabras que se renuevan y se inventan ante otras situaciones según avanza la historia de la humanidad, la ciencia, la tecnología. Palabras que aún desconocemos y que están ahí esperando su momento de nacer. Pienso en la revolución cibernética, si es ésta la palabra adecuada, y sus alcances desconocidos. 

Letras y números

He estado tratando de letras, palabras y lenguas, pero no quisiera dejar fuera los números que, en su origen eran letras con otra función y, sobre todo, nacimiento de las ciencias cuando se originó la numeración árabe. 

Letras y números me regresan al número VII de la silla que habré de ocupar. El número VII, de acuerdo con la numerología de los cabalistas o Guematriá es el más significativo ya que culmina la creación o Génesis y equivale al descanso de la semana, a los siete brazos del candelabro, además de otros símbolos que menciona Juan Eduardo Cirlot: las siete direcciones del espacio, la unión del cuadrado y el triángulo, las notas musicales, los colores, las esferas planetarias, los pecados capitales y las virtudes [18]. Agrego también los siete sellos del Apocalipsis o Libro de la Revelación y, no faltaba más, vivo en un séptimo piso. Azar y necesidad se conjugan en círculo abarcante, a la manera del signo alquímico del uróboro. 

Para terminar, cierro con este poema anónimo de la tradición sefardí, símbolo del amor a la lengua como la vida misma y aun de la sacralidad. Hablar y oír la lengua se convierte en un consuelo ante el exilio. Dice así: 

                                               A ti lingua santa,

                                               a ti te adoro,

                                               más ke toda plata,

                                               más ke todo oro.

                                               Tú sos la más linda

                                               de todo lenguaje,

                                               a ti dan las ciencias

                                               todo el avantage.

                                               Kon ti nos rogamos

                                               Al Dio de la altura,

                                               Padrón del universo

                                               y de la natura.

                                               Si mi pueblo santo

                                               él fue kaptiuado 

                                               con ti mi kerida

                                               él fue konsolado.

                      Gracias. 

 

[1] Miguel León-Portilla, Culturas en peligro, Alianza Editorial Mexicana, México, 1976.

[2] Ibid., p. 20.

[3] Ibid., p. 220. 

[4] Angelina Muñiz-Huberman, La lengua florida. Antología sefardí, 1ª. ed., Fondo de Cultura Económica / Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, México, 1989, p. 113. 

[5] Ibid., pp. 119-120.

[6] Seymour B. Leibman, Los judíos en México y América Central. Fe, llamas e Inquisición, trad. Elsa Cecilia Frost,  Siglo XXI, México, 1971, 481 pp. 

[7] En: Ilan Stavans, Cuadernos Cervantes de la lengua española, época II, año III, Madrid, 2012.  

[8] Angelina Muñiz-Huberman, pról. Máximo José Kahn, Efraín de Atenas, introd. Martín Gijón y Leonardo Senkman, epílogo Joseba Buj, Renacimiento, Biblioteca del exilio / Universidad Iberoamericana, 2020, p. 7. 

[9] V., Angelina Muñiz-Huberman, El canto del peregrino. Hacia una poética del exilio, GEXEL / Universidad Nacional Autónoma de México, Barcelona, 1999.

[10] Ramón Xirau, Poemes / Poemas, Toledo, México, 1990, p. 13. 

[11] Jomi García Ascot, Segunda generación de poetas españoles del exilio mexicano, prefacio de Francisco Giner de los Ríos, Peñalabra, Pliegos de poesía, núm. 35-36, Santander, primavera-verano 1980. 

[12] Angelina Muñiz, ibid.

[13] Luis Rius, ibid.

[14] José Pascual Buxó, ibid

[15] Tomás Segovia, ibid.

[16] Francisca Perujo, ibid. 

[17] Federico Patán, Fuego lleno de semillas. (Poemas de un itinerario), Cuadernos de poesía, UNAM, México, 1980, p. 15. 

[18] J.E. Cirlot, A Dictionary of Symbols, Routledge & Kegan, New York, 1962, p. 223.


Respuesta al discurso de ingreso de Angelina Muñiz-Huberman

Sr. Director Don Gonzalo Celorio

Sra. Directora Adjunta Doña Concepción Company

Querida y apreciada Angelina

Compañeras y compañeros de mi más alta estima

Acabamos de escuchar en voz de doña Angelina Muñiz Huberman un poema anónimo proveniente de la tradición sefardita:

                                               A ti lingua santa,

                                               a ti te adoro,

                                               más ke toda plata,

                                               más ke todo oro.

                                               Tú sos la más linda

                                               de todo lenguaje,

                                               a ti dan las ciencias

                                               todo el avantage.

                                               Kon ti nos rogamos

                                               Al Dio de la altura,

                                               Padrón del universo

                                               y de la natura.

                                               Si mi pueblo santo

                                               él fue kaptiuado 

                                               con ti mi kerida

                                               él fue konsolado.

Quisiera pensar que este poema o canción tradicional sefardita tiene para Angelina Muñiz Huberman (nacida en Hyères, Francia en 1936, ya de hecho en el exilio) el valor o función de un salvo-conducto, “carta de credencial” o incluso “carta de creencia” que muestra a quienes la invitan a entrar a su casa.

La última palabra de esta canción de tradición sefardí es la voz “consolado”. Según documenta Joan Corominas en su Diccionario Crítico-Etimológico, la raíz de “consuelo” remite a la voz “solaz” y significa alivio y alegría.

La lengua, la memoria de la lengua es alegría en la medida en que traslada a los tiempos dorados anteriores al destierro y al exilio, al cautiverio y, en cierto modo, más allá a una condición evolutiva anterior y al origen mismo del lenguaje. Toca a las puertas mismas del edén y acaso remite a una legendaria condición pre-adánica. Bajo esa luz, la cita de Franz Kafka espigada de su “Informe para una Academia”: “No creo que pueda aportar nada nuevo a la Academia y temo que me quedaré corto respecto a sus expectativas y en relación a lo que, con la mejor voluntad, no puedo revelar”, cobra inquietante intensidad, pues insinúa la solidaridad originaria del ser humano con otros homínidos y asienta en filigrana la presencia tutelar entre nosotros del Hanuman, el Mono gramático, encarnación mimética del humano misterio.

“Sefardí”, “sefardita” o “sefaradí” es, según el DRAE, un “topónimo del hebreo sefarad que la tradición derivó de la península ibérica. Se dice de los judíos oriundos de España, o de los que sin proceder de España, aceptan las prácticas especiales religiosas que en el rezo mantienen los judío españoles […] Dialecto judeo-español”. 

El poema compartido por Angelina se remonta a la edad en que prosperó la lengua hablada por los judíos antes de 1492, año lamentablemente inolvidable en que los Reyes de España, Fernando el Católico e Isabel la Católica, decretaron la expulsión de los hebreos del territorio ibérico. Aquí intercalo un asterisco. Se suele pasar por alto que la dedicatoria de “El Príncipe” de Nicollo Maquiavelo se dirige a Fernando el Católico, pero que en ella va implícita desde luego la silueta de su aliada Isabel la Católica, acaso la subrepticia y entrelineada recipiendaria de ese breviario de la política en el cual, por cierto, no está ausente la reflexión en torno a la conquista y colonización. 

Esto me lleva a recordar que Angelina recibió hace nueve años la Orden de Isabel la Católica y que, al comunicar el hecho a Antonio Muñoz Molina, ella le decía que no se le escapaba la ironía histórica que esa circunstancia guardaba en la medida en que la Reina había estado en la raíz del éxodo de los sefardíes por Europa.

Es un secreto a voces que a partir de 1492, fecha que la Guematría reduce a siete, la lengua que hablaban los proscritos y expulsados de la Península, se transformó en un idioma proscrito y marginal que se pudo cultivar sólo en ciertos núcleos aislados como en los Países Bajos, no dominados por el poder imperial español, por ejemplo, en la cosmopolita ciudad de Ámsterdam.[1] En la otra orilla, ese mismo año dieron inicio los viajes de ese otro precursor polémico: Cristóbal Colón, con quien dio inicio el Encuentro de Dos Mundos, como bautizó al conjunto de incursiones militares y religiosas imperiales europeas el historiador y académico mexicano don Miguel León Portilla.

En virtud de un conjunto de afortunadas circunstancias no siempre ponderables y acaso providenciales, Angelina Muñiz Sacristán, mejor conocida como Angelina Muñiz Huberman, viene a ser la décima ocupante de la silla VII que hace dos años dejó vacante el eminente historiador de quien ella, hoy 18 de noviembre de 2021, ha hecho sagaz y sensible evocación.

Hoy, día 18 de noviembre, día 14 del tercer mes judío de Kislev del 5782 del calendario judío, esta señora de las letras en el sentido cabal de la expresión —poeta, ensayista, traductora, novelista, maestra y docente universitaria— ha recordado para abrir el diálogo con la Corporación, que la recibe un libro poco citado de Don Miguel León-Portilla, su antecesor inmediato. 

Me refiero a la serie de nueve ensayos reunidos en Culturas en peligro de 1976 en donde el historiador da nuevo sentido a la voz “écosis”, ya empleada por el historiador griego Tucídides para definir “el asentamiento y modo de actuar en relación con el medio circundante de un grupo de colonos que llegan a un sitio determinado. Écosis significa originalmente ‘el proceso de hacer u organizar la casa’. Ampliando su sentido y, haciendo metáfora del concepto casa —como lo apuntó ya Tucídides— écosis pasa a significar el conjunto de transformaciones que, en beneficio propio, realiza una comunidad humana al actuar sobre el ámbito geográfico en que ella se ha establecido para desarrollar allí su existencia”. (MLP, Culturas en peligro, México, alianza Editorial, Biblioteca Iberoamericana, 1976, p. 20) El pasaje citado por León Portilla viene de Tucídides II, 16 y el concepto de “écosis” también podría ser trasladado como “Oikesis” con el sentido de “habitar”, como me dice desde Francia el joven David Noria. 

Este haz de experiencias recordadas por León Portilla en relación con la mudanza del “habitar” o del “hábitat” le permite a Muñiz Huberman trazar un paralelo entre el éxodo de los sefarditas fuera de España a partir de 1492 —portadores errantes del esplendor de las letras hispanohebreas cuya herencia resguardaban—, el destierro y exilio español republicano y el de los mexicanos y naturales americanos que, por arte, arquitectura y violento artificio de misioneros y colonizadores, se transformaron, de un día para otro, en “peregrinos en su patria”, es decir, en aprendices y pronto ladinos doctorandos del saber amargo impuesto por la migración.

El valor de Culturas en peligro de Miguel León-Portilla, libro publicado cuando tenía 50 años, estriba en que no sólo trata de las experiencias de la aculturación de los chichimecas en Xólotl en los siglo XIII y XIV, la conquista espiritual emprendida  —y diría yo todavía en proceso de realización— por los afanes de los misioneros, el “Trauma cultural, mestizaje e indigenismo en Mesoamérica” sino que se asoma fuera de la culturas del Centro de México hacia las del Noroeste mexicano y la muy poco conocida de experiencia de transculturación de los indios navajos, cuya raíz originaria supo reconocer el clarividente historiador, prefigurando la idea de que México no es solo un territorio sino, por así decir, una irradiación transversal, un rayo. A ese llamado no ha sido insensible Angelina en su discurso al hablar de las otras variedades del español que, desde México, irradian hacia el Norte. 

Otros “peregrinos en su patria” —nos viene a recordar Muñiz Huberman la tarde de este jueves— fueron “los criptojudíos, que no abandonaron sus orígenes y que siguieron practicando su religión en sus casas, aunque saliendo de ellas fueran a la iglesia a cumplir con los nuevos ritos impuestos. Antecedente de lo que habría de suceder con las antiguas religiones prehispánicas y el método de conversión que dio lugar al nepantlismo, según Miguel León-Portilla”.

La cita de León-Portilla remite a Fray Diego de Durán y a Bernardino de Sahagún, y, en términos más domésticos —hablando de la casa que es la Academia—, a su vez nos recuerda el discurso de ingreso “Acerca de Nepantla” de doña Elsa Cecilia Frost que el 11 de noviembre de 2004 abordó precisamente este motivo que forma parte de lo que cabría llamar la tabla periódica de la identidad cultural mexicana: tarde o temprano, al hablar de nuestras letras, se termina o empieza hablando de ese intersticio de ese limbo o entre. Es en ese entre —para citar una voz de Octavio Paz— donde florece y arraiga el jardín de la memoria dos veces soterrada. Ese entre del que se va y regresa y no puede regresar y dice:

Volveré a la ciudad que yo más quiero

 después de tanta desventura; pero

 ya seré en mi ciudad un extranjero.

como escribió en “Elegía del retorno” el poeta y académico mexicano Luis G. Urbina, muerto en Madrid precisamente un 18 de noviembre, pero de 1934, cuando faltaban dos años para que naciera Angelina y su padre el escritor y dramaturgo Alfredo Muñiz visitaba a Pio Baroja, como cuenta ella en la introducción a Días de horca y cuchillo. Diario, 16 de febrero-15 de julio de 1936 (editorial Espuela de Plata Sevilla. MMIX. p. 21).

Cuento de dos jardines enterrados o cuento de un jardín dos veces enterrado, pues que en ella se abren las heridas de dos desarraigos o trastierros para evocar a José Gaos: el centenario de los expatriados marranos y sefarditas que fueron a sembrar por Europa occidental el esplendor perdido de la España del Al-Andalus en que convivían árabes, judíos y cristianos, con el menos alejado de la España del siglo XIX y del siglo XX en donde les tocó vivir a los padres de Angelina Muñiz y que ella ya no pudo conocer, aunque sí le ha tocado formar parte del tesoro de la España peregrina en su segunda generación, la de los “Niños de la Guerra” como la llama Eduardo Mateo Gambarte, de la que forman parte, además de Angelina: Federico Patán, Tomás Segovia, Jomi Garcia Ascot, Luis Rius, José Pascual Buxó, Francisca Perujo, entre otros mencionados por ella. No se puede olvidar en este contexto que Francisco de la Maza llamó a los niños refugiados que llegarían a ser escritores “Generación Nepantla”. 

Para Angelina, no es modo alguno ajena la experiencia del desarraigo, casi forma parte de su infancia, de su edén:

Doce años —dice en un texto de Arritimias, “Padre, madre (ausente) e hija”— y ya contaba con un amplio pasado para recordar. Lo conformaban todo tipo de exilio. Para empezar, no era del lugar donde vivía., lo que la hacía imaginar cómo hubiera sido su vida en otra parte. Por ejemplo, en Madrid, si no hubiera estallado la Guerra Civil. En Francia, en 1939, si no hubiera estallado la Segunda Guerra Mundial. Y si sí hubieran estallado las dos guerras, en Cuba, en 1940. Aunque Cuba fue una realidad como lo fue después México, hubieran o no estallado las susodichas guerras. Pero la realidad real no era real, sino la otra. Su motor imaginativo arrancaba de guerra en guerra sin haber participado en ellas […] no estuvo en las guerras, pero tuvo la fortuna, ¿fortuna? de conocer niños que estuvieron y los interrogó. También conoció a niños sobrevivientes de los campos de concentración. Y no los interrogó, pero los escuchó. Sus historias fueron suficientes para que sintiera lo mismo que ellos. ¿Es eso posible? En su caso, sí. Tenía la habilidad de revivir otras vidas. De incorporárselas y de apropiárselas. Así que todo lo que le contaron no es que fuera como si le pasara, sino que le pasó, de verdad, a ella. Como la marca de un número en su antebrazo que empezaba a dibujarse cada vez más intensamente. (Arritmias, p. 69-70.)

Ese doble jardín o huerto cerrado y a la vez abierto que Angelina conoce tanto y tan bien desde el exilio, los destierros, trastierros, y entre las guerras de anteayer y las de ayer, impone un horizonte intelectual por así decir bifocal, un doble calendario que es como la llave maestra que le abre las puertas de la memoria inmediata y remota y que la sostiene y circunda. El doble desarraigo ha sido ciertamente doloroso pero también ha sido la inspiración, el juego de espuelas para acicatear la historia literaria remota y personal en su propia biografía escrita y transcrita, traducida y a veces inventada como en esa novela de reciente aparición Los Esperandos, apenas ayer traducida o devuelta al portugués. O bien en ese arcón encantado de recuerdo que es Arritmias, editado por Bonilla y Artigas en México en 2015, que hemos entreabierto líneas arriba.

De esta suerte, no es exagerado decir que, al dar la bienvenida a Angelina Muñiz Huberman, a esta Academia, resultamos ser los huéspedes y herederos afortunados de un caudaloso tesoro literario compuesto por —no es una exageración—una cordillera de obras: 

Vilano al viento, 1982; El libro de Miriam, 1990; El ojo de la creación, 1992; La memoria del aire, 1995; El trazo y el vuelo, 1995; La sal en el rostro, 1998; Connato de extranjería, 1999; La tregua de la inocencia, 2003; Cantos treinta de otoño, 2005; La pausa figurada, 2006; Rompeolas, poesía reunida, 2012; Cosas veredes, 2016; Morada interior, 1992; Tierra adentro, 1977; La guerra del unicornio, 1983; Dulcinea encantada, 1992; Las confidentes, 1997; El mercader de Tudela, 1998; Areusa en los conciertos, 2002; El sefardí románticoLa azarosa vida de Mateo Alemán II, 2005; La burladora de Toledo, 2008; El terrorista tartamudo en colaboración con Ilán StavansLos esperandosPiratas judeoportugueses y yo, 2017; El ultimo faro, 2020; narraciones, seudomemorias: Castillos en la tierra, 1995; Molinos sin viento, 2001; Hacia Malinalco, 2014; cuentos: Huerto cerrado, huerto sellado, 1985; De magias y prodigios, 1987; Serpientes y escaleras, 1991; Trotsky en CoyoacánArritmias, 2015; ensayos: El canto del peregrinoHacia una poética del exilio, 1999; El siglo del desencanto, 2002, La sombra que cobija, 2007; Las vueltas a la noria, 2013; traducciones y antologías, las más conocidas son: La lengua florida. Antología sefardí, 1989; En el jardín de la cábala, 2008 y Las raíces y las ramas. Fuentes y derivaciones de la cábala hispanohebrea, 1994; El Atanor encendido. Antología de cábala, alquimia y gnosticismo; autobiografía: El juego de escribir, 1991, además de obras libros de poemas, obras de teatro y guiones escritos o traducidos en colaboración con su feliz mancuerna el Dr. Alberto Huberman, como Aviva-no de Shimon Adaf, Yo la amo y que el mundo arda de Ronny Someck, La banalidad del amor de Savyon Liebricht, para no hablar de los capítulos en libros y de su obra en proceso, en prensa o inédita.

Todo esto trae entre manos Angelina, ésa que lleva estampado, como ella misma ha dicho, el número 7. Llega a la silla # 7, su hoja de vida o currículo tiene por el momento 217 páginas. Reside en el séptimo piso de un edificio —a cuya terraza, me consta, llegan a saludarla al atardecer parejas de colibrís a quienes no espanta la caudalosa biblioteca compuesta por los libros escritos o editados con su nombre, arriba citados—; la misma que, como el invitado que no se apersona con las manos vacías, trae en prenda de su doble imán, el caudal mencionado. Al recibirla, le agradecemos su regalo y le damos la bienvenida con las mismas letras con que concluyó su discurso: 

                                                A ti lingua santa,

                                               a ti te adoro,

                                               más ke toda plata,

                                               más ke todo oro.

 

[1] Harm den Boer, La literatura sefardí en Ámsterdam, Instituto Internacional de Estudios Sefardíes y Andalusíes, 1996.

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