Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 22 de Julio de 2019
Por: Felipe Garrido

Hace 843 días comencé con “Un poema al día”. En ese tiempo impartía tres talleres de escritura creativa: uno en la UNAM y dos en la Sogem. Entonces, como ahora, estaba convencido de que alguien que escribe debe ser un lector de poesía, pues la poesía es la cumbre más alta en el uso del idioma y quien pueda entenderse con ella podrá tener trato con todas las demás formas de la escritura. Sin embargo, todos mis esfuerzos para aficionar a la poesía a mis alumnos fracasaban: leíamos poesía en grupo, les rifaba y les regalaba libros de poemas; constantemente hacía referencia a lo que había dicho tal o cual poeta. Un día les propuse un trato: si ellos aceptaban obligarse a leerlos, yo me comprometía a enviarles un poema cada día. Comencé con unos cuarenta lectores, que pronto comenzaron a multiplicarse. Les enviaba las poesías a algunos por correo electrónico, a otros al través de dos páginas de Facebook y por WhatsApp, donde comenzaron a incorporarse chats cada vez que daba alguna plática, sobre todo a maestros y en ferias del libro. A esto se sumó el apoyo que he recibido de Benito Taibo en Radio UNAM, de Laura Corvera en Radio UAQ, de Miguel Ángel Porrúa, de Haydé Zavala en Tijuana, de Raúl Arias Lovillo, Olivia Jarvio, Edna Laura Zamora y Mario Miguel Ojeda en la Universidad Veracruzana, de Adán Cruz Bencomo en Canal Once, medios que transmiten diariamente los poemas que voy mandando. No tengo idea de cuántos lectores pueden asomarse cada día a este ejercicio. A casi mil quinientos se los hago llegar yo directamente, cada día, mediante correos electrónicos, Facebook y WhatsApp. En un principio podía hacerlo en una media hora. Actualmente, sobre todo debido a que WhatsApp admite mandar simultáneamente sólo cinco mensajes, esta tarea me ocupa un par de horas cada noche
He llegado al límite de mis fuerzas. Y por eso, a partir de hoy, estoy concentrando los mensajes de WhatsApp en cuatro listas de difusión, que admiten hasta 276 direcciones en cada envío. No he encontrado mejor manera de hacerlo. Espero que esto funcione. Si alguien conoce una mejor solución, me encantaría saberlo. A todos quienes contribuyen a que estos poemas lleguen a más gente les estoy profundamente agradecido, pues sé que muchos de mis lectores reenvían lo que reciben.
Debo decir que “Un poema al día” ha valido la pena. El enorme esfuerzo de mis lectores los ha acercado a la poesía y ha permitido que ellos sumen a nuestro ejercicio a otros lectores. Muchos se han interesado en leer poesía por su cuenta. Algunos han comenzado a escribir poesía. Un poema al día parece ser una dosis justa.

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

Lunes

Conspiración

Dormimos demasiado, se nos quedó el crimen
de otro tiempo olvidado en los armarios
de la noche, y hace cuánto habrán muerto
los madrugadores padres iracundos.
                                                   Es hora
de gritar por la escalera, por el candado
de esta historia, casa de huéspedes
donde se paga por adelantado, en que
sótano están las ropas furibundas
de los mártires, en qué alcuzna clandestina
su vinagre de varón desvanecido.
                                                Baraja,
corta, quita al rey intruso y a su sota
de nuestro naipe pobre, háblale de Bonaparte,
haz trampa, para que puedas odiarlo
todo el día. Porque sólo nos queda
lo que no tenemos, y una larga viudez
en las arenas.
                    Contraseñas, mediciones
del furor agrupado y el azar, profecías
como fogatas vivas bajo la lluvia: hay
una sola mujer en el descanso, guarda
la puerta de indecisión y sus bisagras,
para adentro, celadora de nuestro voto
cejijunto.
              Será hermosa la ciudad,
su álgebra nueva en el cuaderno
del emancipado. Su campana acarreada.
Su díscolo aguacero. Su adoquín. Su linterna.

Hablo sólo del alba, voy de apuro en voz
baja, no sea que nos oigan y atardezca.

Jorge Enrique Adoum (1926-2009)
De “Las ocupaciones nocturnas”,
en Los cuadernos de la tierra, I-IV
Ediciones de la Universidad de Guayaquil, 1988

Martes

Hasta lo hondo

De qué sirve que me quieras
si no te pierdes conmigo
en una mar de soliloquios,
en un atril de arena;
no te enredas
a las redes de mi almohada;
de qué sirve que me quieras.
         Si no descargas tu furia
cabellera de indómitos presagios,
si no arriesgas
al dolor, placer antiguo
del vértigo amoroso…
De qué sirve que me quieras.
        Yo anduve lejos,
sola por el prado de las mariposas
acechando al día nublado,
acogiendo una gota de agua entre mis manos.
            Yo anduve sola
por el puerto de los huérfanos
en la soledad moribunda del naufragio
como en un burdel de putas mojigatas
porque yo anduve
entre los cascos de las yeguas
como pompa de jabón en adulterio.
         Y te digo ahora:
Hoy quiero andar entre los gratos,
los que enseñan que el final
no tiene prisa.

Marina Azuela (1960)
Hasta lo hondo
Colección Editorial El Zócalo
Gobierno del Distrito Federal /
Secretaría de Cultura / Xerox
Mexicana / México, 2008

Miércoles

De “Primera vigilia terrestre”, 1953

Atrio de tierra húmeda…

Atrio de tierra húmeda,
apisonada
bajo la fresca sombra del pirul,
lugar del que los niños
de las miradas mudas y proféticas
miran caer, monótona, la lluvia
en el maizal
y a la clemencia de la madre encinta
tejiendo junco, madurando al hijo
y cuidando del fuego.
Solitaria y solemne
aborigen liturgia de mi casa.
Como si desde entonces lo dijese
óyeme preguntar en este día:
–¿Qué esperanza mantiene tu dulzura,
para quién hilas algodón?
Velado por tus ojos crece
inolvidable el destino que me lleva,
y en tu voz se desata hacia la mía
en el sigilo de tu lengua náhuatl
la historia de mis gentes,
el antiguo secreto de los soles,
tu amor en la caricia ya ultrajado,
y la tímida albura en la mazorca
por el color humilde de tus manos,
pan nuestro desde el día
en que el último sol muere en el agua
y se oye interrogar:
¿Tu cauda quién ahúma,
en dónde el fuego oculto?
Y tú en el silencio,
en el tiempo impasible de la rosa,
y no indefensa a tu memoria misma
porque en tu oído y en tu piel
y en toda tu sensible permanencia
mi padre cierto te demuda.
Silencio el tuyo, madre,
como el pulso y el sueño y la mirada
que llevo tuyos en la sangre mía,
como tus dioses olvidados
bajo los pétreos muros que mi padre
sobre las ruinas nuestras levantara,
y como en tu dolor los hijos
cuyo insomnio violento nos redime
sobre esta tierra, ahora tuya
como en el día aquel de la segunda caña.
Y escuchar tu silencio
es oír el venero de mi sangre,
probar la lecha en tu pezón indígena
y volver a mirar, ya por tus ojos,
el color de la luz y de la tierra
y a los árboles nuestros
su corazón de música guardando.
Escuchar tu silencio
es prender esta voz en mis raíces,
ser yo desnudo en tu esperanza
después de tanta pesadumbre,
es llevar en mis hombros el lucero
que anunció tu tristeza,
como fuego en la noche rescatado
a la última caña de los días.

Manuel Calvillo (1918-2009)
Poesía 1940-1971
Lecturas Mexicanas
Conaculta, México, 1997

Jueves

Hastío

Como un abanicar de pavos reales
en el jardín azul de tu extravío,
con trémulas angustias musicales
se asoma en tus pupilas el hastío.
          ¿Es que quieren volver
tus amores de ayer a inquietarte,
y me pueden robar
el divino penar de adorarte?
          ¿Es que quieres sufrir
y volver a vivir tus desvelos?
¿O es que matan tu amor
poco a poco el dolor y los celos?
        Tú has perdido la fe
y te has vuelto medrosa y cobarde.
El hastío es pavorreal
que se aburre de luz en la tarde.
       Si una vez asomó
que no vuelva a tener la osadía
de manchar la esmeralda de tus ojos,
vida mía.

Agustín Lara (1922-1968)
Cancionero popular mexicano
Océano, México, 2002

Viernes

Estrellamar

Estabas en la playa, flexible todavía,
señalando el lugar para un beso simple en la orla del Pacífico.
Oliste vil un tiempo y el gato te deseaba
con esa fijeza triste de las cosas que no pueden ser.
El clima continental te endureció como al corazón de Faraón.
De mano autónoma que forzaba ostras y Lucrecias
Impávida pasaste a las Soledades, al Tractatus
–pero sigues suspendiendo el juicio, siempre remitiendo
al pie de la página, o escéptica, o asterisco inconforme,
algo mendicante,
quincunce auténtico encima de este papel blanco.

Gerardo Deniz (1934-2014)
Adrede y Gatuperio
Lecturas Mexicanas
Conaculta, México, 1998

Sábado

Peces de Ziragüén

Con las plumas del vuelo del venado
del pez del aire que en azules pinto
batallador cuchillo del instinto
corta en cien latitudes un pescado.
         Capitana la niebla, en su costado,
vestida de algodón y de jacinto
propone a las espumas laberinto:
sabe a lenguas de tono numerado.
         Curva música el remo de la aleta
en dirección al ojo que la goza,
ojo de tiro al blanco sin saeta
teñida espuma de la mar celosa,
pez en la cuerda que el tarasco roza
con el arco sensible de la zeta.

Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949)
Raíces del sueño
Lecturas Mexicanas
Conaculta, México, 1990

Domingo

Plegaria

Esperaba que estuvieras aquí,
con tus ojitos turbios y tu sonrisa violenta.
Te esperé desde lejos y de lejos llegaste.
No dijiste nada, jamás lo haces.
        Esperaba que estuvieras aquí, y aquí estás,
hecho de agua, de nudos hecho.
Con tus manos de olivo,
tu nariz incorrupta,
tu voz de máscara en el sótano,
tu pelo anís y el humor hemorrágico.
        Esperaba que estuvieras justo aquí,
donde hasta ahora, nunca hemos llegado.

Teresa Cepeda
Tierra de entrañas
Canguro Bolsón, Cuernavaca, 2013

 


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