Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 15 de Abril de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Hotel Universo

Venía a este hotel
a encontrarlo.
Casi siempre llegábamos
tras haber ido al Caudillos
y su promoción de los miércoles:
tres cervezas
por dieciocho pesos.
Al hotel no le han cambiado
ni una toalla.
Los pasillos
oxidados de las esquinas
con el tapiz como pañal del tiempo
todavía amortiguan
el sonido del elevador
al desovar pasajeros
sobre la espuma de la alfombra.
Pero esta vez
en la habitación
no hay nadie
sólo el sarro
que da calidez
a la tina
y el fiel murmullo
de la tele.
El chico habrá salido de madrugada
aún tibio y medio borracho
angustiado por
perder el camión
rumbo a Flextronics
donde cortará micas
hasta las tres de la tarde,
el mismo horario
que le prometieron a Jesús
y ya vimos lo que pasó.

Sisi Rodríguez
Antología de letras, dramaturgia, guion
cinematográfico y lenguas indígenas
Jóvenes creadores del FONCA
2016 / 2017 primer periodo
Secretaría de Cultura, México, 2017


Martes

Chapultepec como a las 11…

Chapultepec como a las 11
el pasto y los sándwiches de jamón
la pelota que no dejaba de jugar con el viento
y mi hermano de portero
y mi papá beso y beso
y mi mamá con los labios
como primavera abriendo
desde lo alto del castillo
la ciudad era una geometría envuelta en ruido
su altura de viento frío grababa recuerdos en mi corazón
se aferraba a mí como un cachorro al algodón de azúcar
y volaban las burbujas en el aire fantasma de mi aliento
seres que explotaban de alegría
nos faltaba sol
siempre era “se está oscureciendo”
“mañana hay escuela”
“venimos otro día”.

Alkaíd Martino
Tatuajes
Praxis, México, 2014

Miércoles

Nocturno

Aquí voy en el río
desconocida, larga.
Y cabeceo en el viento
como el toro,
que en éxtasis levanta
la llama de sus ojos,
brillantes por la sed
de oscuras aguas.
Y me hundo en la noche
como en el conocido pecho
de mi madre,
húmedo y sin palabras.
Muerdo el fruto del día,
y en el silencio voy
como la rama
enamorada y muda
que danza.
Ahí van mis sentidos
prendidos en el vientre de la noche
como siete cabritas
palpitantes y fijas.
Sola me quedo,
junto al que se oculta
hollando a sus creaturas.
Entre las ramas
flotando van estrellas
como frutillas duras.
Bajo este cielo, ay, todas las cosas,
van hablando entre dientes
solas y presurosas.
Bajo este cielo, ay,
me voy rendida
como la hierba hollada.
Y queriendo cantar,
y sin hallar palabras.

Dolores Castro (1920)
Ritmo. Imaginación y crítica, núm. 23
Colegio de Ciencias y Humanidades, México

Jueves

Domingo

domingo por la mañana
día de libertad
pasan los globos de colores
oigo voces alegres a mi espalda
voces ataviadas de fiesta
domingo
día de lectura
día de rondas y de flores
día de búsqueda por el desván
día de bodas entre mi mano derecha
y mi pie izquierdo
día de podar los setos del jardín
día de contar historias a los niños
pasan mis vecinos
van a sus placeres en los montes
a sus paseos en los parques
a sus picnics sobre el pasto
domingo domingo
tu sol ya está alto
tus pájaros están de viaje
tu viento silba cargado de nostalgia
en una atmósfera de plomo
domingo
pasa la carroza del fastidio
por la calle
y todos mis vecinos se trepan a ella
con la sonrisa en los labios

Sergio Mondragón (1935)
Poesía en movimiento. México 1915-1966
Selecciones y notas de Octavio Paz,
Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y
Homero Aridjis
Siglo XXI, México, 1966

Viernes

De “Letanía erótica para la paz”

Bebo en tus ojos…

Bebo en tus ojos y en tus manos bebo,
hueles a intensidad, como la noche,
y en este olfato ciego sé que te pertenezco.
Acoge mi esplendor y conviértelo en ruina,
porque me doy entera como un día de sol,
porque soy la constante,
porque soy la distinta,
porque me llenas de amor hasta las lágrimas,
porque estamos en este mundo construido por nosotros
por nosotros,
porque en el lecho identificamos la muerte
al dar vida.
Este animal que dormía en mí en su bosque de ternura,
este albor que me brilla por los poros,
estos conos truncados de las frases,
esta tu soledad urgida que se prendió en el desierto
esperando el sonido de bocas silenciosas,
la caricia colgada de las manos dormidas,
el cabello hacia el viento,
esta antorcha de tactos que nos queman los huesos,
es el mundo de siempre
el que estamos viviendo.

Griselda Álvarez (1913-2009)
Letanía erótica para la paz
Instituto Colimense de Cultura, Colima, 1997

Sábado

Café Korb

Con alguna frecuencia, en tardes
o al anochecer, al principio de su estancia,
el forastero llegaba al Café Korb,
buscando que la soledad
se quedara dos horas
como la chamarra en el perchero,
buscando algo que pareciera
rumor o luz de vida, algo
para sentirse menos solo
en una ciudad de gente sola,
y el mesero alto, grueso,
amable, tomaba la orden,
“Mire, deme…”,
algo, algo que permitiera leer
un ensayo, un cuento, periódicos
del día o tal vez escribir
el borrador del borrador de un poema
que no conocía el inicio,
y el mesero servía el Moka grande
o un doble té,
y él veía desde la mesa gente
cruzar o leer diarios o
quedarse como estatua o hielo,
y pensaba, mientras leía, que cuerpos
como los de Alejandra o Agnes tenían
el sol que no tenía Austria,
mientras afuera, en las calles,
caía nieve o lluvia o bruma o
delineaba apenas una
delgadísima luz, y él, al bajar al baño
y mirarse en el espejo, confirmaba que
el pelo seguía encaneciendo o destruyéndose,
pero qué vida (se preguntaba) empezar
a los cuarenta, que sea realmente vida,
y subía de nuevo para sentarse un rato
–y las mujeres cruzaban.
“La cuenta, por favor, sí, todo
estuvo bien, gracias”,
descolgar la chamarra y ponérsela,
y salir hacia la calle
y a la noche sin perros.

Marco Antonio Campos (1949)
El forastero en la Tierra (1970-2004)
El Tucán de Virginia / Conaculta, México, 2007

Domingo

En paz

Artifex vitae, artifex sut.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo, al final de mi rudo camino,
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o las hieles de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio, tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo (1870-1919)
Poesía mexicana I, 1810-1914
Introducción, selección y notas de José Emilio Pacheco
Promexa, México, 1979


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