Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 26 de Agosto de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Un cielo de ovejas degolladas nos alumbra.
Se nos enrancia el pan
y las cecinas que comemos.
Hubo otros días; cierto,
¿cómo olvidarlo?
Nos cubrieron blanquísimos manteles,
mesas de pan y dátiles ahítos;
nos colmó el cielo con sus dones,
nos dio brevas y guayabas, a su tiempo.
Pero hoy, muchacha, nada de todo eso nos compensa,
nada nos paga hoy tanta desdicha.

Félix Suárez (1961)
Peleas
Universidad Autónoma del Estado
de México, Toluca, 1989

Martes

Qué más quisiera el aire…

Qué más quisiera el aire
que peinarte de nuevo,
que cambiar esas flores de lugar
y entreabrirse las corolas contigo.
Supe que te han contado
que los geranios son hermafroditas,
y ha despertado tu pregunta
de qué harán las mujeres
sin penetrar una en la otra.
Qué más quisiera el aire que explicarte
por qué no llega siempre el mismo aire
que te infundió el deseo de ser libre
y de tirar por la ventana
los peces muertos del espíritu.
Pero de pronto el aire no circula
y una mano invisible nos detiene.
Se derriten las alas.

Carmen Alardín (1933-2014)
Caracol de río
Verdehalago / Fondo Estatal para la Cultura
y las Artes de Nuevo León, México, 2000

Miércoles

De “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”
A mi querida amiga Encarnación López Julvez

4. Alma ausente

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Federico García Lorca (1898-1936)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1960

Jueves

Tú también crees en el otoño

Tú también crees en el otoño,
en ese lento viaje con una tarde
que comienza a ser azul
mientras recuerdas que tu vida
se parece bastante a la tarde.
La lágrima de una luz intensa
puede ser secada con la memoria de una sonrisa
que te devuelve el amor
que el trueno permite el camino.
El tiempo
crece como un amanecer diariamente.
Hay un río donde los peces sueñan el mar
en una gota de oxígeno. Hay un hombre
que mira el mar pensando en el sueño del río.
Hay momentos así
para colmar con palabras el alma desierta.
Hay tardes vestidas con la sombra de un árbol
donde el sueño adquiere de pronto el nombre de un mar.
Pasan nubes
como seres que olvidaron su origen,
su pertenencia a las cosas
que obedecen a la lluvia.
La luz devuelve sus espejos.
Las aguas del tiempo
salen a relucir gotas
abriendo las ventanas de una soledad
para dejar entrar a los espíritus de la tarde
con todas sus sonrisas.
La ciudad que se queda mirando las cosas que dice la lluvia.
La tarde
confiesa ser hija de la luz,
resplandece en infinitas gotas sobre los tejados.
El tiempo perdido se desvanece
en el hondo aroma de la magnolia.
Hay señales de luciérnagas en penumbras
por el cuerpo sutil del martes
que la lluvia de esta tarde besa con infinita ternura.
En mi memoria se levantan algunos niños.
En mi mirada se encienden las luces de un barco.
La lluvia es una persona que se pone a conversar.

Mario Nandayapa (1964)
Estar siempre de camino
Gobierno del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2001
Premio Estatal de Poesía Rodulfo Figueroa 2000

Viernes

De “Poemas no mandados”

XXVI

a Elena, que una vez escribió “y quisiera
soñar con el amor y sólo veo…”

Amo las migas de pan y las manchas de vino sobre el mantel
los zapatos embarrados
los libros subrayados
las tazas de café a la madrugada
los paraguas goteando en el zaguán
amo la cuenta exagerada del teléfono
la cocina llena de platos sucios
las huellas de manos de niño en paredes y almohadones
las toallas húmedas después del baño
las camas desvencijadas
las cacerolas abolladas
los bordes de la mesa
quemados por cigarrillos
amo los vidrios rotos por una pelota
los escalones gastados
los callos
los overoles grasientos
las rayuelas de tiza sobre la vereda
las moscas revoloteando cerca de la cocina
las enredaderas
el pasto creciendo en los cementerios
amo los hornos de pan
el filo gastado de los cuchillos
las cabezas despeinadas
las bocas despintadas
las camisas a las que les falta un botón
amo ciertos silencios
ciertos sonrojos
ciertas ausencias
amo los juegos de cartas incompletos
los espejos empañados
los cuentos de los abuelos
las mentiras de los abuelos
amo a todos los niños comiendo sandía
a todos los viejos sentados en las bancas de las plazas
a todos los cobradores de luz
a todos los vendedores ambulantes del mundo
amo locamente a los que escriben a escondidas
a los que llevan siempre su botellita en un bolsillo
a los que se deslizan silbando por calles desiertas
a los que charlan frente a un espejo
amo a los que se ríen de su miseria
y amo también a los que se esconden para llorar
amo el olor a ajo
a tostadas
a pasto recién cortado
a tierra mojada
y más aún
a los cenzontles
las jacarandas
las lombrices
los cerdos comiendo bellotas
amo las visitas inesperadas
las grandes ollas de frijoles
los colchones en el suelo
amo el olor a pis de niño
a comida quemada
amo incluso los bastones
las muletas
las sillas de ruedas
los anteojos
los dientes postizos
y amo también
en ciertos casos
ciertas puteadas
ciertas iras
ciertas muertes
amo mis ojos
mis oídos
mi piel
estas manos sobre la máquina
la máquina misma…

Elena Jordana (1934-2008)
Poemas no mandados
Joaquín Mortiz, México, 1978
Premio de Poesía Aguascalientes, 1978

Sábado

Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul!...
Pasó con su madre. Volvió la cabeza;
¡me clavó muy hondo su mirada azul!
Quedé como en éxtasis…
Con febril premura
“¡Síguela!” gritaron cuerpo y alma al par.
… Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la dejé pasar!

Amado Nervo (1870-1919)
En Gabriel Zaid, Ómnibus de poesía mexicana
Siglo XXI, México, 15ª ed., 1989

Domingo

Vivo junto al hombre que amo

Vivo junto al hombre que amo
en el lugar cambiante:
en el recinto que colman los siete vientos. A la orilla del mar.
Y su pasión rebasa en espesor a las olas.
Y su ternura vuelve diáfanos y entrañables los días. Alimento
de dioses son sus labios; sus brillos graves
y apacibles.

Coral Bracho (1951)
El ser que va a morir
Joaquín Mortiz, México, 1981
Premio de Poesía Aguascalientes, 1981


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