Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Lunes
Esperanza
I
Voy a hablar del vibrante espacio en la comisura del beso
del ritmo preciso donde nacen los sueños
y de la hora que retoña a la distancia.
Voy a conversar con el viejo horizonte
al otro lado de las profundidades
junto al blanco y delicado misterio.
Allí / ante silenciosa superficie,
voy a invocar la indomable balanza que se inclina
donde convergen demonios y ángeles
y tus labios memorables me nombraron.
Hoy con alma de vinagre
contemplaré ese techo de una sola noche
entre respiraciones
y el vórtice oculto de la angustia.
II
Voy a sonrojarme bajo tus ojos de ternura infinita
y a pedirle al cibernauta / cultiva
el canto del pájaro azul en el poema.
Voy a cocinar las arrobas del círculo de vida
para atravesar la pirámide que nos contiene.
Entonces / invocaré a las golondrinas
para el concierto barroco
y morderé mis labios antes de la tormenta.
Voy a refugiarme de la muerte
que con voz de látigo te nombra
y mascullaré esperanza en este poema.
III
Caminaré por un laberinto de muertos
con dos monedas de plata
y un corazón desahuciado.
El maestro me guiará con cauteloso mirar
y bajo su paciencia finita
atravesaré el río de tiempo.
Hasta que el amor se convierta en ceniza
y los latidos se evaporen tras los ojos de humo.
Hasta entonces / estará ausente el sonido
brujo de la moneda
que retumbará en mis párpados.
Berónica Palacios Rojas (1973)
El vuelo del ángel
Premio Nacional de Poesía
Rogelio Treviño 2016
Tintanueva Ediciones
México, 2017
Martes
Barcarola
Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste, si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando.
Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola:
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.
Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo de viento o llanto,
o una botella echando espanto a borbotones.
Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
y la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.
Quieres ser el fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado son, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar,
alguien vendría, alguien vendría.
Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre
como un agua feroz mordiéndose y sonando.
En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.
Pablo Neruda (1904-1973)
En Sólo la muerte, en
Residencia en la Tierra (1925-1935)
Editorial Losada, Buenos Aires, 1958
Miércoles
¿Qué será de mi amor…?
¿Qué será de mi amor cuando yo haya muerto,
cuando la calcinada arena de mi vida
ya sin reloj concluya en el infinito desierto?
Ni el crimen estéril en sí mismo
ni la danza de la memoria
ni la futilidad de las palabras
en las líneas de los poemas
que ponen rejas al silencio
ni este mar de ausencia
en el que muero ahogado cada noche
y que arroja mi cuerpo en la mañana
como en una playa desolada.
Ni la tumba abierta de los retratos
en que tú misma yaces eternamente muerta
en gestos de tímida tristeza
en pasos suspendidos
y en movimientos sin fin y sin cambio
ni la vergüenza de mis treinta años
ni tu muerte terrestre ni la mía
mudan ni opacan ni destruyen
mi amor redondo ya como la poesía
irremediable ya como el tiempo.
Y pienso que cuando esté solo en el mundo
sin ti y sin mí, sin dioses y sin víctimas,
más solo que yo por ser más hondo,
caminará sin término, luz en la noche,
oscura forma en la luz,
buscándote y buscándome.
Y yo estaré ya muerto
devuelto al calcinado desierto
y no tendré ya una sola gota de sangre
ni una noche atormentada
ni un ágil deseo que darte
no tendré ni siquiera esta miseria
para darle alimento
cuando me sobreviva luminoso y hambriento
Rodolfo Usigli (1905-1979)
Conversación desesperada. Antología
Seix Barral, México, 2000
Jueves
Falsa elegía
Compartimos sólo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.
Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;
así nos acabamos.
Nada es. Nada está
entre el alzarse y el caer del párpado.
Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastorna lo existente,
puede más que lo real,
y desaloja el cuerpo de los vivos.
Rosario Castellanos (1925-1974)
Al pie de la letra
Universidad Veracruzana,
Xalapa, 1959
Viernes
De “Elementos para un poema”
XX
Nacimiento y muerte. A partir de estos dos sucesos puedo escribir cualquier cantidad de cosas cursis. Toda vida carga su muerte en las entrañas y toda muerte es el síntoma de una vida que se renueva. Es inútil ocultar con las palabras el olor de la primavera o el crujir de una piel que se reseca. Puedo fabricar estatuas o estampar nombres y adjetivos sobre los muros y acabarán en ruinas, pero no quiero, sólo aspiro a tomar una hoja seca entre mis dedos, deshacerla, y abonar con ella las macetas.
Norberto de la Torre (1947)
Tiempo es una metáfora que duele
Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, Morelia, 2002
Sábado
Paisaje
Miro por la ventana, es todo azul.
Veo pisadas del sol en el jardín,
envueltas por la sombra y el prodigio
de inmensos árboles verdes
y flores de piel lisa,
anaranjada.
Desconozco ese pájaro que canta
Miro por la ventana, en la calle
caminan amarillas, lentas, las pisadas
del sol. El cielo es azul, muy puro, muy azul.
A las seis todo está medio dormido aún,
oigo tan sólo el canto, campanadas.
Desconozco ese pájaro que pasa.
Ramón Xirau (1924-2017)
En Vuelo de palabras.
Revista de Poesía
Monterrey, mayo-agosto de 2016
Domingo
El deseo
El deseo: pájaro negro en la noche,
abre sus alas y golpea.
Muerta el alma el deseo la hace espuma,
los caballos del mar ya no están quietos,
se exaltan y pierden.
El hombre se mueve, en esa marea
ahoga sus sentidos.
El deseo, no es un sentir apenas,
yo lo he visto
enrojecer los labios de los muertos.
Silvia Tomasa Rivera (1956)
Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar, Mario Meléndez,
Luis Jorge Boone y Mijail Lamas
UNAM / UANL, México, 2012
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
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