Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 21 de Octubre de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

En octubre la ballena vuelve al mar

Octubre es la raya en el agua, el momento para formar la aegis y llevar de nuevo la ballena al mar, de levantar las nueces del olvido y regresar al cuaderno amarillo con la única humildad posible para levantar las hojas caídas y ponerlas en el centro de la corriente, de resistir al viento y prolongar el grito.

Octubre es una codorniz al inicio de su vuelo, una yegua desbocada, pequeñas flores de otoño bajo el sol y el recuerdo de la lluvia.

Octubre no se olvida. No se olvida nunca. Nunca.

En octubre el conejo cubre a la Luna y con una sonrisa escucha las mentiras del sortilegio de la meiga de la tarde azul.

En la mitad de octubre es la flor del desierto debajo de la estrella y el otro lado de la medianoche.

El veintitrés de octubre es fiesta y alegría cuando el Sur mira al Norte y el Norte se ilumina.

Octubre es magia, es el recuerdo de un deslizador, una canción favorita, una liviana falda blanca a la salida del Metro, una calle de Praga y una rueda de la fortuna, un vagabundo triste, una gabardina con el cuello alzado, el filtro de una noche a pleno día, unas medias negras, los primeros amores inolvidables, una bicicleta bajo las gotas de lluvia, es la dulce vida y los encuentros cercanos.

Octubre se construye con la misma materia con la cual se forman los sueños.

En octubre brota el aceite en la roca de Eichstadt y en Finisterre hay que atrapar al lobo porque la madrugada es más boca reseca y menos sueño, la carne más tacto y despedida.

Octubre tiene la complicidad de las ternuras.

Octubre es el signo de la serenidad, es como el pálido fuego insatisfecho después de los besos robados; puede ser un puente como una promesa como una cadena como un relámpago como la otra orilla como la otra imagen.

Octubre abriga todas las respuestas.

Joaquín Armando Chacón (1944)
El Norte y los meses
Gobierno de Chihuahua, Programa Cultural de las Fronteras,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1991.

Martes

II
Carta al lobo

Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y en la luz que lo cruza a hurtadillas,
en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera incluso de día o en el silencio,
mar de resmas de hojas
que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.
          Llegué aquí cruzando el puente que une al mundo temeroso con tu casa,
este lugar inhóspito,
inhóspito porque está la mar de habitado,
habitado como el mar.
          En todo hay traición porque todo está vivo…
Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,
¿hacia dónde caminará cuando despierte?
Como fiera atacará cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste el sonido de mis pasos.
Así todo lo que veo.
En todo hay traición
          …era el camino, lobo,
la ruta que me llevaba a ti…
          Escucha mi delgada voz, tan cerca.
Ya estoy aquí.
          Escoge de lo que traje
lo que te plazca.
Casi no puedes mirarlo,
Insignificante como es,
Perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitarás con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia dónde escapar
y no sé si al clavarme los dientes
que mirarás a los ojos.)
         Reconociéndome presa
Y convencida de que no hay mayor grandeza que la del cuello de virgen entregándose a ti,
ni mayor bondad que aquélla inscrita en tu doloroso,
                                                               lento,
                                                               interminable
                                                               y cruel
                                                               amoroso ataque,
cierro esta carta.
Sinceramente tuya, Carmen.

Carmen Boullosa (1954)
La salvaja
Taller Martín Pescador, México, 1988

Miércoles

De la toma de Zacatecas

Voy a cantar estos versos,
de tinta tienen sus letras,
voy a cantarles a ustedes
la toma de Zacatecas.
          Mil novecientos catorce,
mes de junio veintitrés,
fue tomado Zacatecas
entre las cinco y las seis.
          Gritaba Francisco Villa
en la estación de Calera:
–Vamos a darle la mano
a don Pánfilo Natera.
          Ya tenían algunos días
que se estaban agarrando,
cuando llega el general
a ver qué estaba pasando.
          Cuando llega Pancho Villa
sus medidas fue tomando:
a cada quien en su puesto
los iba posesionando…
          Les decía Francisco Villa
al frente del batallón;
para empezar el combate
al disparo de un cañón.
          Al disparo de un cañón,
como lo tenían de acuerdo,
empezó duro el combate
por lado derecho e izquierdo.
          Les tocó atacar La Bufa
a Villa, Urbina y Natera,
porque allí tenía que verse
lo bueno de su bandera.
                   *
          Decía el coronel García,
con su teniente Carrillo:
–Le pido permiso a Villa
para atacar por El Grillo.
          Fue tomado Zacatecas
por Villa, Urbina y Natera,
Ceniceros y Contreras,
Madero Raúl, y Herrera.
         ¡Ahora sí, borracho Huerta,
harás las patas más chuecas,
al saber que Pancho Villa
ha tomado Zacatecas.
         Gritaba Francisco Villa:
–¿En dónde te hayas, Barrón?
Se me hace que a mí me vienes
guango como el pantalón.
         Les decía Francisco Villa
con una voz muy ufana:
–Ya están tumbado la finca
que le nombraban La Aduana.
         Esa finca de La Aduana
era una finca bonita,
la tumbaron los huertistas
con pólvora y dinamita.
        Gritaba Francisco Villa:
–¿Dónde te hallas, Argumedo?
¿Por qué no sales al frente,
tú que nunca tienes miedo?
        Debajo de aquella finca,
allá había muchos pelones,
muchas armas, mucho parque y
más de veintidós cañones.
       ¡Ay, hermoso Zacatecas!,
mira cómo te han dejado,
la causa fue el viejo Huerta
y tanto rico allegado.
       Estaban todas las calles
de muertos entapizadas
y las cuadras por el fuego
todititas destrozadas.
        Adiós, cerro de La Bufa,
con tus lucidos crestones,
cómo te fueron tomando
teniendo tantos pelones.
        Andaban los federales
que no hallaban ni qué hacer,
buscando enaguas prestadas
pa vestirse de mujer.
        Subieron a las iglesias
a repicar las campanas
y las bandas por las calles
sonorizaban con dianas.
        Cuatro ramitos de flores
puestos en cuatro macetas,
por la División del Norte
fue tomada Zacatecas.

Anónimo
Vicente T. Mendoza,
El corrido mexicano
FCE, México, 1954

Jueves

Para que no respondas con estrellas equívocas

Para que no derrame un caldero luz,
para que siga brillando lo que hay en la distancia,
una cinta de gusano muerto,
una cinta de piel de tigre pardo
que no puedo apretar como a una fiera.
Para que las lámparas de la ciudad
no callen su voz de garabato triste,
su voz reseca en un papel que no se rompe,
los pies de una bruja que nadie reconoce.
Para que las barcas de tus ojos y los míos
se desaten y lleguen a la orilla pendiente
sin la máscara de un espectáculo sin público,
sin platos en el arroz negro de la vida,
sin aceite que le pone colores a la lluvia
en las calles de cualquier momento, en cualquier mundo.
Para que hagas el gesto de tu inmensidad
cuando la carta de todo lo que ocurre
avance por debajo de la puerta
que mira al mar en tu país sin un gemido,
para que lleguen aquellos invitados invisibles
a esta ceremonia, queda la palabra como arcilla,
como carne roja entre los dedos.

Alma Karla Sandoval (1975)
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla
Simiente, México, 2015

Viernes

Madre tierra

Madre tierra madre sabia
        Salgo de los bosques para encontrarme:
la persona promedio extiende el latido rojo
causa incendios y columnas de humo.
        Llamarada naranja recorre ramajes
se calcina ilógico universo hormiga
universo arácnido
combustiona nuestro ser,
era un ecosistema de contorno verde glauco y cetrino
previo a la tarde de ceniza en su núcleo natural
anterior a la acción humana
antepuesto a la flora rota.
        Hay una bolsa de tela en la alacena
mi botella cotidiana es roja bebo agua
camino cada mañana por banquetas
sobre márgenes de mis cuadernos usados escribo
desconecto los cables de toda la casa.
        Mis palabras capturan el mundo cálido del ciervo pudú
        agua de pájaros
la suerte de gatos salvajes.
        Madre tierra madre sabia
        con mi pluma rojiza escarlata te abrazo
con la pupila hojarasca miro.
              Más árboles más aves más lagos nos salvan
histórica recarga de agua y viento son vasos
biológicos donde sorbo cumbres de esperanzas y
caminos claros. Me salvo.

Mar Barrientos
Homenaje a la COP25
Cambio climático y medio ambiente
Cumbre climática semillero
mundial de los niños.
FREPO, Isla Negra, 2019

Sábado

Amor

La regla es ésta:
dar lo absolutamente imprescindible,
obtener lo más,
nunca bajar la guardia,
meter el jab a tiempo,
no ceder,
y no pelear en corto,
no entregarse en ninguna circunstancia
ni cambiar golpes con la ceja herida;
jamás decir “te amo”, en serio,
al contrincante.
Es el mejor camino
para ser eternamente desgraciado
y triunfador
sin riesgos aparentes.

Eduardo Lizalde (1929)
La zorra enferma
Joaquín Mortiz, México, 1975
Premio Nacional de Poesía

Domingo

Estáse la gentil dama…

Estáse la gentil dama
paseando en su vergel.
Los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver.
           Desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondíle con gran saña:
“¿Qué mandáis, gentil mujer?”
           Con una voz amorosa
comenzó de responder:
“Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer,
           siesta es de mediodía,
que ya es hora de comer:
si querrás tomar posada,
todo es a tu placer”.
          “Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer e hijos
y casa de mantener
            y mi ganado en la sierra
que se me iba a perder
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer”.
           “Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender;
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
            delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
            el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparvel [gavilán],
las teticas agudicas,
que el brial quieren romper,
            pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver”.
“Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.”

Anónimo
En Flor nueva de romances viejos,
de Marcelino Menéndez Pidal.
Espasa-Calpe, Madrid, 1928

 


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